Porque nombrar Bolivia en el exterior, lamentablemente, aún resulta ser sinónimo de pobreza, subdesarrollo y conflicto social, con alguna que otra mención, bastante superflua, a la comunidad andina o al heroísmo ciudadano defendiendo el agua... Esto básicamente se debe al profundo desconocimiento del país en la coyuntura internacional y a la convivencia, durante años, con una inestabilidad política-económica que ha impedido desplegar las múltiples potencialidades con las que cuenta.
Sin embargo, y aún cuando estas afirmaciones no sean del todo equívocas, en la actualidad existen algunas propuestas que buscan romper con estos estigmas y reconfigurar desde la sociedad civil y a través de acciones propositivas, una construcción colaborativa de futuro.
Ejemplo de esto es un pequeño proyecto nacido en el corazón de Suramérica -como denominó Lula a Cochabamba en el marco de la II Cumbre Social por la Integración Solidaria- que desde hace seis años desarrolla un trabajo de resignificación del contexto a través del arte y la cultura. Se trata del proyecto mARTadero, ubicado en el antiguo matadero municipal, que como ya ocurre en otras ciudades
del mundo como Madrid, Copenhague o Casablanca, ha sido recuperado para su puesta en uso como proyecto cultural de desarrollo social.
Este espacio, concesionado por el municipio de la ciudad, es autogestionado por una agrupación multidisciplinar de artistas, gestores y profesio- nales que de forma voluntaria han conseguido que el proyecto represente una nueva y fresca mirada ante la realidad contextual del país.
BAU-BIENAL DE ARTE URBANO
Situado en Villa Coronilla, un barrio periférico de la ciudad, este proyecto se ha propuesto para el presente año promover una reflexión y acción crítica a propósito de la expresión artística en el contexto urbano y su pertinencia social. De ahí que desde el día 23 de septiembre al 8 de octubre se realizó la Bienal de ArteUrbano de Cochabamba (BAU) concebida como fruto de una creciente y colaborativa labor de resignificación del barrio y sus límites, físicos y conceptuales, a través de distintas manifestaciones creativas.
La misión y el éxito de esta Bienal fue promover la recualificación urbana del área fundacional de la ciudad de Cochabamba, que actualmente experimenta una situación de abandono y descuido en los aspectos de ordenamiento urbano, equipamiento social, cuidado patrimonial y otra serie de factores que han incidido en la generalización de un imaginario negativo que recae a diario sobre sus habitantes.
Bajo este panorama, la BAU formó parte de una estrategia de mejoramiento desde el eje urbano del Paseo de las Artes, aportando desde la puesta en valor de espacios, objetos, muros y calles con una propuesta artística pensada en clave de desarrollo social.
En la BAU se pudieron ver intervenciones y obras de artistas y colectivos como Galo Coca, Alejandra Delgado, Charkipunk, Vassil Anastasov, La Brigada Negotrópica, Marco Tóxico o el artista callejero francés J.R, célebre por sus intervenciones en las favelas de Brasil.
La BAU, entonces, se constituyó en una referencia y modo de revitalización y resignificación a través del arte y la creatividad. Una punta de lanza que dio inicio a una transformación positiva no sólo de la estructura sino también del imaginario social de la zona y de la realidad boliviana misma. Un evento múltiple y callejero que, desde su realidad más próxima y contextual buscó recordarnos que mediante el deseo de mejorar, apoyado sobre los principios de corresponsabilidad e interdependencia, es posible elegir el futuro, y no sólo el presente, como nuestro campo de trabajo. Un campo “cultivado” progresiva y colectivamente por una comunidad que necesita, más que nunca, cultura de futuro.
MISIÓN DEL ARTE URBANO
“El arte callejero abre espacios donde no los había, indaga lógicas ocultas haciendo hablar al contexto, provocando un diálogo a tres bandas entre artista-lugar-peatón. El grito de la voz antes contenida del Genius loci, el espíritu fenomenológico del lugar, arrancada por médiums enteramente terrenales, agrupados en tribus urbanas y configurados en inmateriales barrios deslocalizados espacialmente y contemporáneos vocacionalmente.
El arte urbano es por todo ello un espacio infinito de libertad, fuera de salones y galerías, en el que podemos recuperar la dimensión simbólica que arte y ciudad deben tener, ofreciendo nuevos sentidos a nuestras vidas frecuentemente automatizadas. Así, paso a paso, vamos encontrando graffiti, murales, afiches, stencil, e intervenciones diversas, que nos van ofreciendo una narrativa paralela de ciudadanía, de posible apropiación social de aquello que siempre fue nuestro”. Fragmento texto de Fernando García.
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