Conforme pasa el tiempo, es cada vez más difícil separar la  trayectoria de los últimos años del actor David Mondacca de la obra del  escritor paceño Jaime Saenz (1921-1986). Mondacca ya a fines de los años  80 comenzó diciendo textos de Saenz, notablemente narraciones del libro  Vidas y muertes (así, por ejemplo, hizo popular a Hermenegildo  Fernández, el que murió tanto comer picantes); luego, acertadamente,  montó un espectáculo, a la manera de un collage, con esos y otros textos  y llamó a esa obra No le digas, en sintonía con la hermosa cueca de  Willy Claure y Jesús Durán. Sigue siendo, a mi entender, su pieza más  lograda. Más adelante, tomó obras enteras del escritor paceño para su  adaptación a las tablas: Santiago de Machaca y Los cuartos. Los  desafíos, naturalmente, fueron mayores. ya que esas narraciones, junto a  El señor Balboa, integran la trilogía final de Saenz, uno de los puntos  altos de la construcción de su singular universo narrativo tan  profundamente afincado en la ciudad de La Paz y sus habitantes. En ese  camino, ahora Mondacca dio un ambicioso salto para proponer un montaje  teatral basado en la obra magna de Saenz: su monumental novela Felipe  Delgado (1979).
La pieza de Mondacca se llama Aparapita y lleva un subtítulo: paraleerfelipedelgadodejaimesaenz (así, sin mayúsculas ni espacios). El hilo conductor de la obra, dirigida por Claudia Andrade es cómo el personaje Felipe Delgado deviene aparapita, de la mano del alcohol y a través de ese inquietante espacio que es la bodega de Corsino Ordóñez y de la relación que establece con sus habitantes. Esa mutación está marcada plásticamente por la transformación del saco de Felipe Delgado que, poco a poco, también deviene en saco de aparapita. Hasta ahí, la obra hace honor a su título, porque incide con muy diversos recursos en esa figura emblemática del mundo de Saenz.
Mi duda comienza al preguntarme si, como anuncia el subtítulo, la obra teatral es “para leer” la novela Felipe Delgado. Se trata obviamente de una adaptación, de una traducción del lenguaje novelesco al lenguaje teatral. Y ya se sabe que en toda traducción siempre queda una distancia insuperable. En esta traducción, sin embargo, sospecho que los fragmentos de la novela escogidos tienen relevancia por su potencial dramático antes que por el lugar que ocupan en la trama de las transformaciones del personaje. Por ejemplo, la larga escena de Titina Castellanos se presta sin duda para el dramatismo, que es altamente explotado, pero que tiene un lugar más bien relativo en el devenir novelesco de Delgado. En contraparte, los personajes Oblitas o Ramona Escalera son factores centrales en la transformación del personaje, pero en la adaptación teatral ni siquiera son nombrados.
Con todo, la pieza de Mondacca logra, una vez más, acercar a un público amplio el mundo de Saenz y suscita su fervor. Gana la figura del aparapita, pero Felipe Delgado, para decirlo tontamente, queda un tanto delgado.
La pieza de Mondacca se llama Aparapita y lleva un subtítulo: paraleerfelipedelgadodejaimesaenz (así, sin mayúsculas ni espacios). El hilo conductor de la obra, dirigida por Claudia Andrade es cómo el personaje Felipe Delgado deviene aparapita, de la mano del alcohol y a través de ese inquietante espacio que es la bodega de Corsino Ordóñez y de la relación que establece con sus habitantes. Esa mutación está marcada plásticamente por la transformación del saco de Felipe Delgado que, poco a poco, también deviene en saco de aparapita. Hasta ahí, la obra hace honor a su título, porque incide con muy diversos recursos en esa figura emblemática del mundo de Saenz.
Mi duda comienza al preguntarme si, como anuncia el subtítulo, la obra teatral es “para leer” la novela Felipe Delgado. Se trata obviamente de una adaptación, de una traducción del lenguaje novelesco al lenguaje teatral. Y ya se sabe que en toda traducción siempre queda una distancia insuperable. En esta traducción, sin embargo, sospecho que los fragmentos de la novela escogidos tienen relevancia por su potencial dramático antes que por el lugar que ocupan en la trama de las transformaciones del personaje. Por ejemplo, la larga escena de Titina Castellanos se presta sin duda para el dramatismo, que es altamente explotado, pero que tiene un lugar más bien relativo en el devenir novelesco de Delgado. En contraparte, los personajes Oblitas o Ramona Escalera son factores centrales en la transformación del personaje, pero en la adaptación teatral ni siquiera son nombrados.
Con todo, la pieza de Mondacca logra, una vez más, acercar a un público amplio el mundo de Saenz y suscita su fervor. Gana la figura del aparapita, pero Felipe Delgado, para decirlo tontamente, queda un tanto delgado.
 
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