sábado, 15 de octubre de 2011

Afirmar que Líber Forti es sinónimo de teatro en Bolivia no es una exageración.

Este argentino que llegó al país siendo muy pequeño, no ha sido solamente un cultor infatigable del arte de las tablas, sino sobre todo un promotor incansable del amor por la vida y por la humanidad. Así lo pueden afirmar los que lo han conocido de cerca, como también los que solo tuvieron la oportunidad de conversar con él unos minutos, los suficientes para poder comprobar su la calidad humana.


La presentación del libro Abeja Reina, de su amigo Eduardo Kilibarda (Forti escribió el prólogo) lo trajo esta semana a tierra cruceña, una circunstancia que se hacía propicia para abordar al connotado personaje convertido en una especie de leyenda viva de la historia contemporánea de Bolivia.


Entrevistar a Líber Forti no fue tarea fácil. Todos los que en alguna oportunidad lo han intentado saben lo que eso significa. Su afán por mantener un perfil bajo y evitar aparecer en los medios se hicieron evidentes desde el momento en que Brújula le planteó la posibilidad de una entrevista. Forti le tiene una particular aversión a esa palabra, el prefiere entablar una charla, una conversación, razón por la cual también mira con recelo la reportera digital. El preferiría verla apagada.


Finalmente, sentado en uno de los salones del colegio Eagles, no deja que el aparato lo distraiga de lo que intenta decir. Su mirada delata las ganas que tiene de contar historias, de dejar fluir el torrente de recuerdos que se le agolpan en la memoria. Aunque en su piel lleve la marca de sus 92 años, sus ojos reflejan la vivacidad y la frescura de un hombre que parece recobrar energía con cada palabra, de una persona cuya vitalidad palpable es una confirmación de que logró superar el cáncer que le fue diagnosticado hace algunos años. “Un amigo me dijo: ‘A vos, carajo, te ha hecho bien el cáncer. Estás más activo que antes’. Y es así, es como que mi corazón está renaciendo. Cada día estoy en mejores condiciones”, expresó con seguridad.


Responsable, en gran parte, de ese renacimiento son sus ganas de seguir produciendo, su afán incansable por trabajar y su inquietud por concretar los proyectos que rondan por su mente.
Uno de ellos, que lleva adelante con Kilibarda, incluye la creación de una escuela de teatro, de circo, de cine y de títeres en Tupiza. La coordinación de esa tarea ha sido una de las razones por las cuales ha permanecido en los últimos días en la capital cruceña.


Aunque Forti no conserve un orden o secuencia lineal al hablar de su vida y trayectoria, mantiene una coherencia en cada anécdota e historia que narra con una envidiable precisión al momento de referirse a fechas, lugares y nombres de personajes. “He nacido en Tucumán, 15 cuadras más abajo de Tupiza, cosa de la que no tengo la culpa. Llegué por primera vez a Bolivia con mi padre y madre cuando tenía cuatro años. Pero yo soy de acá, soy boliviano”, enfatiza Forti, a la vez que recuerda que sus inicios teatrales se remontan a la década de los 30, cuando pasando clases descubrió el universo de la poesía sin aún saber que ese mundo poético también lo llevaría por el camino de las luchas sindicales.


Una maestra preguntó a los alumnos si alguien quería declamar; Líber se ofreció inmediatamente. “Por eso me eligieron para una comedia de teatro. Nos presentamos con la poesía La patria de mis sueños y un poema inédito de Ricardo Jaimes Freyre.


Años después nos trasladamos a Tucumán con mi padre y en una reunión de anarquistas me preguntaron: ‘¿Sabés recitar?’, yo dije que sí, que sabía La patria de mis sueños. Los anarquistas me dijeron: ‘No, no, no, esas cosas patrioteras no’. Yo les dije que no era patriotera. Ellos dijeron: ‘Bueno, confiamos en vos’. Luego de la recitación, bajé del escenario y el amigo de mi padre dijo que yo era candidato para el teatro del sindicato”, relató.


Para Líber Forti, su entrada al mundo del teatro fue gracias a la poesía, porque sostiene que si no hubiera recitado esa noche nadie lo habría visto. Por eso el primer grupo teatral que integró fue el del sindicato de la Federación Obrera Regional Argentina. Fue así que el teatro y la sensibilidad hacia la existencia de la gente siempre fueron de la mano.
Todo lo demás se dio casi por añadidura. Emprendió su propio rumbo y en el año 1945 creó un grupo de radio-teatro en Tupiza en condiciones difíciles, como en la mayoría de las veces, siendo pionero de este género en las radios rurales del país.


Al año siguiente nació el proyecto que lo hizo conocido, admirado y, sobre todo, querido por mucha gente: el grupo teatral Nuevos Horizontes. “En Potosí comenzamos a hacer teatro a 5.450 metros sobre las lágrimas del mundo. Luego cruzamos caminos de nieve, entre el frío y el viento con la consigna de llevar el teatro allá donde nunca había ido”, explicó.
Esa empresa le valió ganarse el aprecio y simpatía de los mineros, como también de gente de todos los rincones del país adonde la compañía llegaba con sus espectáculos. “En Tarija cruzamos el río Pilcomayo para una función, en Camiri presentamos una obra de teatro por primera vez. No importaba que tan desfavorables fuesen las condiciones; de una u otra forma el teatro era una realidad en cada pueblo”, rememora Forti


En 1956, la compañía vio cómo su labor lograba ampliarse al salir el primer número de la revista Teatro, un producto del conjunto Nuevos Horizontes, que se convirtió en la única publicación dedicada a la actividad teatral a mediados del siglo XX. La revista nació gracias a los conocimientos en el manejo del linotipo de Forti, que trajo una imprenta desde Argentina por tierra, a lomo de mula.


El fundador del elenco conserva hasta hoy un ejemplar de ese primer número, como también de todas las ediciones anteriores. En marzo de este año apareció el número 23 de Teatro, el cual contiene colaboraciones de personajes de las tablas nacionales como Hugo Francisquini, Marcelo Alcón, Freddy Chipana y Roberto Crespo.


El cruce de caminos y culturas y su vocación de servicio lo llevó a ser asesor cultural de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, además de otras organizaciones sindicales a las que generosamente prestó todo tipo de asesoramiento casi siempre ad honorem, siendo recordado por ser amigo y consejero del célebre líder obrero Juan Lechín Oquendo.
Su fervor le hace vibrar de emoción cada vez que recuerda las gestas libertarias que le valieron ser detenido, exiliado y maltratado en diversas circunstancias de la agitada vida política nacional. No obstante, no hay rencor en su expresión sino mas bien el regocijo de un luchador de muchas lides que aprecia el don de seguir trabajando en lo que más ama y no puede dejar.
“Como el teatro nunca me dejó, yo tampoco lo puedo dejar. Por lo general, a la gente del teatro la une un cierto tipo de locura, pues éste le devuelve la ternura a los seres humanos, los hace ser mejores con sus semejantes. La función del teatro no es convencernos de nada, sino conmovernos de todo. Desde el escenario fluye una serie de sensaciones que hacen emocionar al público al punto de que la gente termina respirando por el corazón. Yo no veo el teatro de otra forma”, sentenció el dramaturgo.

Lo suyo es enseñar
Arturo Lora /Actor
Aunque no le guste reconocerlo, es el líder y figura central en esta página de la historia del teatro en Bolivia llamada Nuevos Horizontes. Líber Forti es el hombre que aglutina a todos y,a la vez, es un compañero más que continúa con el trabajo de la compañía enseñando con un sello muy personal.
Yo soy resultado de ese su afán de transmitir conocimiento, pues tuve la suerte de ser su director asistente en 1990 y aprendí de su método de trabajo.
El espíritu que lo mueve es el amor a la vida y al ser humano, como parte de una filosofía que dice que lo más importante es enseñar a enseñar.

Lo distingue su humildad
Marcelo Araúz / Gestor cultural
Es uno de los puntales del teatro boliviano, cuyo gran mérito fue haber convertido en centro de la actividad teatral y cultural a una ciudad como Tupiza, que en su época fue muy próspera. Cuando fui director de la Casa de la Cultura lo traje varias veces para que dé cursos y talleres a los jóvenes, pues sabía de su vocación y su particular interés por compartir sus conocimientos.
En APAC hemos querido varias veces entregarle los premios que damos en los festivales de teatro, pero él se ha negado, no por desprecio, sino por ese perfil bajo y esa humildad que siempre lo ha caracterizado.

Es un ser excepcional
René Hohenstein / Director de Casateatro
Cuando empecé a hacer teatro había dos nombres que me daban vueltas: Líber Forti y Nuevos Horizontes, dos referencias esenciales a la hora de hablar de la historia del teatro boliviano.
Se trata de un personaje que ha trascendido gracias a su búsqueda y su llegada a tantas generaciones. Líber Forti, para mí, siempre fue un mito, a pesar de que mantengo una amistad con él desde hace más de 20 años, durante los cuales aprendí a conocer a un gran humanista, a una persona que ha vivido de todo, que no se detiene y sigue trabajando. Realmente, es un ser excepcional.

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