El director de teatro boliviano se tomó unas horas para estar en La Paz y afinar el montaje de una obra, regresando de trabajar en otra puesta en Sucre y con las justas para partir a Québec, Canadá. Diego Aramburo —con esa sonrisa que a veces parece inocente y otras se torna cáustica— empieza a hablar del trabajo que tuvo el 2011 y de lo enriquecedor que le resulta experimentar los sistemas de producción y las estéticas de diferentes elencos en los lugares que ha pisado los últimos días. Anda agarrado de su computadora, recibiendo llamadas y enviando mails. Y, uno se pregunta: ¿A qué hora duerme?
“Dormir poco ya es costumbre”, sonríe. “Más que de estrés, he estado lleno de buenos trabajos, grandes desafíos que están dando resultados”. Diego lo dice contento, pues la obra que escribió y dirigió en Argentina, El preciso instante para no ser amado, con la compañía Sr. Barbijo, fue galardonada con los premios a mejor obra, mejor dramaturgia y mejor director por el Fondo Estímulo a la Actividad Teatral Cordobesa. Ahora la pieza recorrerá Argentina y se presentará en Buenos Aires.
Sin embargo, otra producción es la que ahora ocupa la mayor parte de su tiempo. La mayor parte, porque siempre está con un ojo en el montaje actual y con el otro en el desarrollo del proyecto con el Teatro de los Andes, que se presentará en diciembre; la memoria de su compañía Kikinteatro; su colaboración con el realizador Juan Carlos Valdivia en el filme Candire, y más... En puertas está Medea de Eurípides, obra que estrenará el 1 de noviembre en el Teatro del Tridente, en Québec. Se trata de una gran responsabilidad, pues el presupuesto de la obra ronda la “módica” suma del medio millón de dólares.
Las entrañas de ‘Medea’
“En Canadá, las producciones son únicas. Yo fui invitado por el Grand Théâtre de Québec para esta temporada en La Théâtre du Trident. La forma de producción es muy particular: El director artístico me hace una propuesta en torno a las temporadas planificadas y yo puedo aceptar o hacer una contrapropuesta. Una vez que se concerta la obra, yo elijo con quién trabajo en todo, puedo convocar, por ejemplo, a actores del resto de Canadá. eso sale un poco carito, pero a mí me miman bastante y me permiten muchos caprichos”. Y Aramburo suelta una de esas sonrisas que parecen inocentes.
La obra es el clásico griego. “Eurípides es un autor que me ha interesado siempre. Vendría a ser el transgresor de los trágicos griegos, es de los que menos obras han quedado para la historia, quizá porque es el más hinchapelotas, el que rompió un poco el esquema de la tragedia griega. En sus obras, por ejemplo, por primera vez los personajes empiezan a tener una voluntad propia y a ser más independientes del destino y de los dioses, algo que era absolutamente preponderante en las estructuras de la tragedia griega. Él no era tan popular como Sófocles, pero fue muy polémico. El gran escritor de comedias, Aristófanes, lo llegaba a mencionar en sus obras porque era transgresor”.
No sólo el autor propuesto llamó la atención de Aramburo, el mítico personaje ya le había tocado las fibras el año pasado en un proceso performático impulsado por el ICBA, en el evento teatral Bertolt Brecht Process de Cochabamba, con Medea material, de Heiner Müller.
“La obra de Eurípides explora el universo femenino y mi trabajo lo atraviesa mucho, tanto en mi escritura como las obras que yo escojo, entonces Medea es una figura que me resulta fundamental. Para quien no la conoce, se puede parecer un poco a la tragedia de La cruel Martina, una mujer que, traicionada por su hombre, termina matando a sus hijos”.
Medea, esposa de Jasón tras su aventura con los Argonautas, ve que su hombre se compromete con Glauce, hija del rey Creonte de Corinto. Creonte, y temiendo una venganza, destierra a Medea. Pero ella, antes de marcharse, asesina a Glauce y mata a sus propios hijos.
“Medea era una migrante, no era griega, además manejaba plantas y hierbas, así que era bárbara y hechicera. Habían muchas tensiones en su contra, no sólo sentía la traición del amor, sino que pierde el estatus de ser alguien, de ser una persona; queda rebajada hasta la figura de un animal. Es una obra muy fuerte... por eso hay escenas que quiero recrudecer, como a mí me gusta”. En ese instante sale la otra risa de Aramburo, la cáustica.
El director boliviano ha diseñado su versión del clásico griego agregando la perspectiva desde dentro de la cabeza de Medea, tratando de mostrar lo que se desarrolla en su interior. Todas estas cosas van a pasar en planos superpuestos que ya han sido desarrollados en la escenografía, planificada con antelación vía on line con el escenógrafo Jean Hazel. El vestuario, coordinado también por esta vía, tiene también texturas bolivianas y ha sido delineado por Denis Guérette.
Contra viento y marea
Todo está listo para el estreno mediático el 1 de noviembre. Actualmente, el director y el responsable de la concepción musical, el también boliviano David Arze, se encuentran ajustado detalles con los actores en esa ciudad. “Siempre trato de incluir a mi gente en estos procesos, como es el caso de David. La anterior vez que fui a montar una obra en Québec (Macbeth de Ionesco, el 2009), invitamos a Eduardo Calla para la asistencia de dirección, pero por circunstancias profesionales suyas no se pudo”, agrega Diego.
Hacer teatro en Bolivia no es sencillo, peor aún si la propuesta del director no es comercial. Pero Kikinteatro y Diego Aramburo prueban que se puede construir un discurso artístico desde este país y hacia el exterior. “Ha sido producto de no renunciar, de seguir ahí, absolutamente terco y sin bajar la guardia. Hubo tiempos más difíciles, otros más fáciles, pero fue posible. Quizá siendo director es un poco más sencillo, pues puedo saltar de producción en producción mientras los actores se quedan presentándola. Ha funcionado incluso con el tipo de propuesta que tengo, que no es popular en ningún sentido. Es un teatro más exigente con el espectador, por lo que se dirige a ciertos públicos. Pero valía la pena mantenerse, defender la propuesta hasta que se la entienda. Tenía confianza en que no era una chifladura, no era una cosa experimental que iba a cambiar todo el tiempo; era una línea coherente que vengo siguiendo desde hace tiempo. Tenía que cuidar que cada arista sea coherente con la propuesta, que se iba a solidificar con el tiempo y, por suerte, hoy se está dando”. Ahora, Aramburo luce una tercera sonrisa: la de satisfacción por encontrarse en su mejor momento.
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