Mátame, por favor es la última obra del joven dramaturgo boliviano Eduardo Calla. La pieza será presentada como parte del programa del Festival Internacional de Teatro de La Paz (FITAZ) 2012, que se iniciará el 23 de marzo, de la mano de un elenco que habla por sí solo: Cristian Mercado, Patricia García, Anuar Elías, Rodrigo Reyes Ríos y Diego Toledo.
La combinación de grandes actores y comediantes con otros más jóvenes, pero de un perfil artístico interesante, le sirven al director para formar el equipo que requiere su proyecto.
Es así como funciona Escena 163, colectivo que nace en 2004 y que continúa hoy presentándose en escenarios nacionales e internacionales. Colectivo adquiere un doble significado: son las personas, claro, pero al mismo tiempo el medio que las transporta; la metáfora explica la dinámica del conjunto de talentos.
Por el colectivo han pasado diferentes actores. Éste hace su recorrido, se detiene en ciertas paradas, gente sube, baja, vuelve y el conductor sigue dando la bienvenida a nuevos pasajeros.
Calla está convencido de que la naturaleza de cada proyecto lo determina el equipo humano. Ha sido así desde el inicio con Buenas influencias, Bonitos cadáveres pasando por Smell, No soy ese tipo de gente, Di cosas bien y ahora con Mátame, por favor, cada pieza nacida de su pluma y dirigida por él.
Calla y Escena 163 han materializado obras de otros dramaturgos: La escala humana, de Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian y Las relaciones de Clara (Klaras Verhältnisse), de la alemana Dea Loher, él siente que es el momento del regreso, tras cuatro años. “Mátame, por favor es la vuelta mía a la escritura”.
El humor
Como en sus trabajos anteriores, Calla utiliza el humor como medio. A través de él confronta al público. Desfilan por la obra cuestiones cardinales a todo ser humano: la sociedad, el uso de la palabra, el abuso de la misma, el poder, la mentira y, en esta ocasión con énfasis, la violencia.
Estos elementos juegan entre sí, mientras la violencia está presente por ausencia, no es explícita pero sí innegable. Las pinceladas llevan a una tragicomedia.
El director usa a sus personajes, vestuario, luces y música para permitirse dudar, desafiar y cuestionar: ¿cuál es la posibilidad de violencia cuando es parte inherente de nuestras vidas?
El espectador es convertido en cómplice, pues las respuestas sólo las puede dar él. La obra se complementa con la participación activa del asistente en un ejercicio de exploración. Mátame, por favor es un espacio no convencional, satírico y crítico, un ejercicio vivificante de interpelación, una provocación.
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