domingo, 9 de octubre de 2011

La Bienal SIART y el Titanic

Una reflexión sobre la potencia y las limitaciones del arte de la próxima bienal, en el marco de La Paz, una ciudad siempre conflictiva.

En el último disco que Joaquín Sabina compone junto a Serrat se encuentra el tema La orquesta del Titanic, que es una alusión a la tarea que estos dos amigos se han procurado: seguir tocando mientras todo a su alrededor se hunde. ¿Será un papel parecido el que le ha tocado jugar a la Bienal SIART que se inaugura este próximo 12 de octubre? Así pareciera a primera vista si se presta atención a la situación coyuntural de nuestra ciudad: vivimos abrumados por un conflicto social de enormes proporciones, a unos días de recibir a miles de marchistas indígenas del TIPNIS que vienen a reivindicar sus derechos; en vísperas, además, de unas polémicas elecciones judiciales, y con el agregado de las disputas existentes entre ciudades cercanas por las delimitaciones geográficas de sus territorios; en fin, anclados en el contexto general de un país que vive en permanente estado de microcrisis.
LLENANDO VACÍOS. En este estado, hay que preguntarse: ¿Qué sentido tiene una bienal de arte? ¿Y qué se le puede pedir a las prácticas artísticas en tales circunstancias? No es un drama; al contrario, una coyuntura compleja y conflictiva como la actual nos permite explicar mejor los horizontes y propósitos de esta bienal, además de que hace más apropiada aún la lectura de la propuesta curatorial que la sostiene: “Diálogos en la complejidad”.
Empecemos por decir que la Bienal SIART no sirve ni para tapar huecos ni para distraer la atención de los que vivimos abrumados por el caos generalizado que anima a nuestra querida La Paz; al contrario, se trata de una plataforma, pensada a partir de las fallas de la escena local, que se monta primero para visibilizarlas y luego para plantear frente a ellas alternativas temporales de superación.
LA DUDA Y EL DETENIMIENTO. En Bolivia, el ritmo de los acontecimientos es muy acelerado, demasiadas cosas están aconteciendo simultáneamente, una serie de desmembraciones y reconfiguraciones están teniendo lugar. Es difícil leer lo que está pasando. En cierta forma —como en el pasado—, da la sensación de que toda esa aceleración no nos sirve más que para quedarnos en el mismo lugar, o peor aún, para retroceder algunos pasos. Los medios se introducen en la vorágine, se contagian y propagan el vértigo, pero brindando escasos instrumentos de lectura.
Es aquí donde ciertas prácticas artísticas y filosóficas se tornan vitales. Por un lado, el curador Justo Pastor Mellado sostiene que el arte introduce en la realidad un factor de lentitud: “En el arte se lee con mayor nitidez la fisura que amenaza la cohesión de lo social como dique de contención […] El arte contiene, reteniendo, procesualmente, la analítica”. Por el otro, sumamos a la filosofía, que nos sirve para confeccionar formas de interrogación. Tomás Abraham escribe: “Preguntar es detener. El trabajo filosófico arma las preguntas. La circulación irrefrenable de los acontecimientos no nos pide permiso para pasar o para aplastarnos con su peso. Pero la filosofía es una voz en alto que aleja la fascinación”.
LA CIUDAD Y EL ARTE. Pero he aquí una segunda cuestión: es muy difícil ser artista, filósofo o escritor en nuestro medio, pero no tanto por la pobreza que existe en esas áreas a nivel de la formación universitaria, sino principalmente porque el desafío es muy grande: la misma complejidad de la vida en esta ciudad es la obra, el libro o la intervención. Es muy difícil pretender conmover a la comunidad mediante un objeto-obra-de-arte colgado en algún museo, en una sociedad que vive desbordada por constantes movilizaciones callejeras, y donde las múltiples iniciativas sociales de protesta, con ciertos grados de artisticidad implícitos, logran afectar a la ciudadanía con una eficiencia que el arte contemporáneo sólo sueña. No se trata ni siquiera de hacer arte en la calles, sino de ver que la realidad es siempre más compleja que el arte. Es de esa realidad que tienen que nutrirse los artistas para luego intentar transformarla. A esto se refieren los Diálogos en la complejidad de la propuesta: “¿De qué manera los sujetos pueden hacer la historia al mismo tiempo que son determinados por su hechura?”. Siendo que comienza el 12 de este mes una bienal de arte de transición, se mantienen algunos elementos que todavía responden a una visión modernista del arte. Pero a manera de bisagra, en la otra hoja, lanza postulados que son innovadores para nuestro medio: plantea nuevas relaciones entre el artista, la obra de arte, el público y las instituciones. Por ejemplo, los laboratorios, introducidos por primera vez, son proyectos en los que ya no se requiere de un monumento frente al cual deberíamos situarnos devocionalmente para que éste nos afecte de mejor modo, ni de un evento que interrumpa la trama de nuestro entorno cotidiano y nos arrastre. Un laboratorio ofrece una trama de espacios, imágenes, discursos, donde se pueden encontrar instrumentos para la observación, la conexión con otros o la acción instrumental; la obra de arte reside aquí en el proceso más que en un objeto como resultado.
Terminaremos parafraseando al arquitecto Carlos Villagómez, jurado de la bienal: la ciudad misma es la obra de arte. La Paz está cruzada por diversas prácticas estéticas, y no se puede ignorar que éstas redefinen las condiciones de producción del arte del medio, marcando las restricciones en las que opera. De esto se trata la Bienal SIART.
* Coordinador de medios SIART 2011

12 Este miércoles 12 de octubre iniciarán las actividades de la Bienal SIART en La Paz.

Es muy difícil conmover a la comunidad mediante un objeto-obra-de-arte colgado en algún museo, en una sociedad que vive desbordada por constantes movilizaciones callejeras, y donde las múltiples iniciativas sociales de protesta, con ciertos grados de artisticidad implícitos, logran afectar a la ciudadanía con una eficiencia que el arte contemporáneo sólo sueña.

La Bienal no se trata de hacer arte en la calle, sino de ver que la realidad es más compleja que el arte. De esa realidad tienen que nutrirse los artistas para transformarla. A esto se refieren los Diálogos en la complejidad de la propuesta: ¿De qué manera los sujetos pueden hacer la historia mientras son determinados por ella?

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