Las pinturas paleocristianas que decoran las catacumbas romanas de los santos Marcelino y Pedro, pueden ser admiradas desde ayer por el público, después de haber sido restauradas durante más de un año.
Los frescos de estas catacumbas, que constituyen una auténtica pinacoteca subterránea, conforman un vasto enclave arqueológico de dos hectáreas que vuelve a lucir en todo su esplendor, gracias a un proyecto de restauración con técnicas láser financiado por la Fundación "Heydar Aliyev" de Azerbaiyán.
Esta iniciativa es resultado de un acuerdo firmado en junio de 2012 entre esa fundación y la Comisión Pontificia de Arqueología Sagrada del Vaticano.
El recorrido por la galería subterránea discurre en forma de laberinto por pasillos estrechos formados por rocas.
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