Hace 23 años el Ballet Libertad de Tarija en el mes de enero comenzaba su gran aventura cultural recuperando el aprecio por el baile folclórico regional cuando el baile de la cueca y la chacarera estaba adormecido y lejos de despertar el interés de los jóvenes de la ciudad.
Fue entonces que retornaba a Tarija Javier Michel Iñiguez, buscando satisfacer una inquietud por revalorizar el arte de la danza, después de haber estado ausente en Cochabamba haciendo estudios en forestal y a la vez aprendiendo de cine, teatro, televisión y danza.
El Ballet Libertad de Tarija desde el año 1991 viene ejerciendo la infatigable labor de la enseñanza, en una primera etapa referida sólo al folclore regional que incluyó prontamente los bailes folclóricos nacionales. Actualmente ofrece además la opción del baile contemporáneo, pero sin duda uno de sus grandes logros fue el de incorporar al varón en el ballet clásico.
Hoy con una larga trayectoria lograda a través de esos 23 años de recuerdos y reconocimientos en cientos de presentaciones de baile en escenarios locales, departamentales e internacionales, el esfuerzo del trabajo se hace significativo sobre todo por las amistades creadas y las jóvenes vidas inspiradas.
De esta manera, el Ballet conmemora su mes aniversario con trabajo y dedicación para preparar a los bailarines para sus próximas presentaciones internacionales que en este 2014 irán a Paraguay e Italia.
Primeros escenarios
El tiempo no borró el recuerdo de aquel primer taller con cinco parejas jóvenes de entre 13 a 15 años que formaron el primer grupo de baile dirigido por el maestro Javier Michel Iñiguez. Estos estudiantes de la escuela de música que querían aprender bailes típicos regionales fueron instruidos con la única condición de aprender además danza clásica para mejorar con ello la presencia en el escenario.
Usando maseteros como barras, dando clases en el patio de una vivienda particular, con más empeño que recursos, se logró preparar a este grupo de pioneros que tuvieron su gran oportunidad de presentarse por vez primera en la elección de la Reina del Carnaval Chapaco de 1991. Lograron sorprender con coreografías diferentes, cuadros chaqueños y nacionales, con fantasías de puñales en malambo, que en ese mismo año deleitaron también al público del festival del Lapacho.
A partir de ello cada año sirvió para realizar presentaciones de danza. En Tarija siempre estuvieron presentes en provincias, cantones y ferias, llegando además a todos los departamentos de Bolivia. Recorrieron casi toda Sudamérica y para el año 1999 fueron invitados a presentaciones en España, siendo representantes del folclore boliviano también en Portugal, Bélgica, París y Cuba.
Con toda esta experiencia cultural a cuestas el Ballet Libertad no se encasilló sólo en el folclore; pues desde las giras por Europa se comprobó lo esencial que es para un bailarín el conocimiento de la danza clásica por lo que con frecuencia se invita a maestros clásicos a Tarija para ofrecer talleres de ballet.
Darío Calabi se encuentra realizando estudios universitarios de danza en la Universidad de Río Negro en la Argentina, Alejandro Cordero se incorporó a talleres de folclore, clásico y contemporáneo para reproducir experiencias a nivel local.
La importancia de la danza
“Hay que tener disciplina primordialmente”, indica el maestro de baile, Javier Michel Iñiguez y añade que la danza requiere de una concentración y trabajo no sólo físico sino intelectual, “el principal músculo del bailarín es el cerebro porque sin memoria es difícil poder hacer danza eso les ayuda en el desarrollo personal, intelectual, en la parte afectiva y moral porque los bailarines deben incorporar y transmitir los sentimientos mientras bailan”, afirma.
Explica que expresar sentimientos a través del cuerpo no es tarea fácil “lograrlo es complicado”, asegura el instructor. Añade que la rebeldía propia de la juventud y la hiperactividad en los niños pueden ser bien canalizadas fomentando valores en una actividad cultural a través del arte de la danza ya que además la propuesta del ballet posibilita el contacto con otras culturas lo que en definitiva amplia la mente con un deseo de superación que hace evidente que la vida no gira en torno a una ciudad “sino que el mundo es grande y ofrece oportunidades”, aclara Michel Iñiguez.
Satisfacciones
“Mi vida es una satisfacción plena a través de la danza pero la parte de satisfacciones anula todas las amarguras en un oficio a veces muy ingrato porque te ligas sentimentalmente con los alumnos que muchas veces sólo están de paso, gente a la que das todo por prepararlos en este medio que es tan complicado y difícil y simplemente un día desaparecen”, afirma Iñiguez.
El ballet no es un negocio ni el dinero es lo más importante sino más bien una energía intercambiable-agrega, “mi satisfacción es preparar gente, mostrar al mundo lo que hacemos y como misión va más allá de generar ganancias, lo que no siempre es comprendido por la gente que comúnmente se desempeña bajo el objetivo de forjar un patrimonio material”, cuenta.
Con esta filosofía de vida Javier Michel Iñiguez hizo de su vivienda particular, ubicada en la calle Alejandro del Carpio, entre Colón y Suipacha, su centro de enseñanza, usando la sala para recibir a los padres de familia, el comedor lo convirtió en un vestuario y las habitaciones en un gran salón de baile donde los bailarines, niños desde los 3 años, elenco juvenil y adultos que aprenden de baile combaten su estrés practicando danza.
“Son 23 años de triunfos, derrotas, lágrimas, alegrías, lucha constante por revalorizar el oficio de la danza, de batallar por preservar y difundir el folclore de la región y del país llevando al mundo lo nuestro. Tengo que agradecer a los cientos de niños, jóvenes y adultos que fueron parte de la gran familia del ballet pero sobre todo a los que aún forman parte”, son las palabras del fundador y precursor de este proyecto que desadormeció el amor por el arte del baile clásico y folclórico en Tarija.
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