domingo, 11 de mayo de 2014
Natalia González Requena fue merecedora de un premio especial en el Concurso de Arte Joven ExpresARTe:
Podría decirse que es una acción en torno al dibujo. Podría, igualmente, decirse que es una meditación sobre el dibujo. Podría decirse, quizás, que es una interrogación sobre el dibujo. Pero más allá —o más acá— de lo que podría decirse está lo que puede sentirse frente a la obra Desplazamientos de Natalia González Requena.
La obra, ganadora de un premio especial —categoría no considerada en la convocatoria— en el Concurso de Arte Joven ExpresARTe 2013-2014, se expone, junto a otras seleccionadas del certamen, en el Centro Cultural de España.
Es una obra que tiene tres componentes —o un dibujo en tres formas, como dice su autora—: un video, un audio y un objeto. En el video —dura 11 minutos— en una pantalla dividida se ve a la artista dibujando con tierra sobre un piso de cemento mientras se escucha el sonido ambiente. En el audio se registra —brutalmente— cómo se arrastran unas losetas de cemento sobre el asfalto. Es la huella de un movimiento, de un desplazamiento, una suerte de dibujo sonoro. Finalmente, el objeto es un diagrama —líneas, hilos, sombras— basado en la edición de las dos pistas de audio.
“Es una obra fantástica —opina Joaquín Sánchez, miembro del jurado y curador de la muestra—, tanto formal como conceptualmente. Por ello, el jurado decidió por unanimidad darle un premio especial. Es una obra muy sólida y Natalia González es una artista hecha y derecha”.
¿Bajo qué concepto o idea se integran los tres componentes de Desplazamientos? “El hilo conductor entre los componentes de la obra —contesta González por correo electrónico desde Santa Cruz— es el concepto de la línea —una continuidad de separaciones o uniones— y tres modos distintos de registrarla”.
Esta versión del concurso ExpresARTe estuvo dedicada al dibujo y el tejido. Sin embargo, en ninguna de las 15 obras de la exposición, incluyendo Desplazamientos, el observador encontrará ni la idea ni la práctica convencionales de esta disciplina.
En la obra de González se trata del registro de un dibujo (o varios) en permanente desplazamiento, en construcción y destrucción. Es una huella dice ella “que está en permanente transición, extensión, destrucción, reducción...”.
“Me interesa explorar el dibujo —continúa la artista—más allá de los materiales y de los métodos convencionales y también explorar la noción de una línea continua e incesante. De cierta forma, la obra no está ni en quietud ni en movimiento, ocurre en el espacio entre ambas condiciones.”
El uso de la tecnología de registro —el video, la grabación— no distrae, sin embargo, de un hecho primordial: el dibujo que sucede frente al espectador. “El uso de tierra oscura podría relacionarse desde los dibujos en carboncillo hasta los dibujos en arena Zen”, afirma la artista. Es igualmente primordial la presencia del cuerpo que dibuja (marca, esparce, junta barre...). “El movimiento del cuerpo es parte del dibujo —dice González—. El cuerpo es tanto la herramienta de dibujo como el dibujo en sí.”
Esas son algunas de las dimensiones de la obra de Natalia González, una joven artista boliviana que divide su tiempo entre Santa Cruz y Estados Unidos, donde enseña, trabaja y expone. Una artista cuya formación académica incluye una Maestría en Bellas Artes en el Maryland Institute College of Art, en Baltimore (2011) y una Licenciatura en Bellas Artes en la Universidad Católica de Chile, en Santiago (2002).
Y que a la hora de definir los lenguajes artísticos que le interesan prefiere citar a Jacques Rancière en su libro Aisthesis. El suyo es un arte que “tiende a borrar las especificidades de las artes y desdibujar las fronteras que las separan entre sí y entre la experiencia cotidiana”.
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