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Tatiana Sanabria / La Paz
Con el tiempo, la fotografía se ha convertido para David Lanza en parte de su vida, una forma de ampliar sus horizontes y una "válvula de escape” que despeja su mente de las difíciles situaciones que suele enfrentar a diario como abogado.
Su vida, desde hace tres décadas, se desarrolla entre ambas pasiones, que no sólo le dieron grandes satisfacciones, sino que llegaron a complementarse a tal punto de ser imposible separarlas en su cotidiano andar.
"Generalmente cuando salgo de trabajar, aquí o en otro país, observo muy detenidamente el mundo circundante. Siempre me sorprendo con algo novedoso. Aunque haya pasado cien veces por el mismo lugar, nunca es igual”, afirma Lanza.
Sus primeros pasos en la fotografía los dio en la década de los 70 con una cámara Kodak instamatic, impulsado por la curiosidad.
Años después, en 1986, compró su primera cámara profesional en Baden Baden, Alemania, cuando tenía 23 años, aprovechando la oferta y la ocasión.
"Fue algo increíble, porque traía una tecnología que nunca antes había tenido en las manos. Un amigo me enseñó a ponerle el rollo y algunos pasos básicos en el uso de una cámara reflex”, recuerda entusiasmado.
Un año antes había egresado como abogado de la Universidad Mayor de San Andrés. No obstante, confiesa que al salir bachiller había decidido estudiar literatura en México o España, pero debía esperar un año, así que ingresó a derecho para no estar de brazos cruzados, y quedó cautivado por la carrera.
"Ejercer la abogacía es una de las mejores cosas que me ha podido pasar en la vida. Realmente he tenido grandes satisfacciones y atesoro logros, para mí, muy importantes”, asegura. Lanza atendió temas corporativos, arbitrajes y derecho aeronáutico.
Muchos de los casos que resolvió -y que se priva de revelar por razones de confidencialidad- fueron expuestos en destacadas universidades dentro y fuera del país para explicar cómo se desarrollaron, "en miras de modificar nuestra legislación en ciertos temas”.
Su esfuerzo por cuidar los detalles le fue útil para ambas ocupaciones: en la abogacía, para solucionar los casos más complejos, y en la fotografía, para retratar todo tipo de realidades.
"He fotografiado muy lindos paisajes, rostros muy expresivos, niños, ancianos, aves, festividades, danzas, moda, en fin, de todo un poco. Me representa la mejor toma que obtenga en determinado momento, no importa cuál sea la temática”, asegura.
Con o sin cámara en mano y sin importar dónde se encuentre, este artista empírico y aficionado, como decía el fotógrafo norteamericano Minor White, siempre está fotografiando mentalmente para practicar.
Actualmente, si no lleva su equipo profesional, se apoya en la nueva tecnología de los celulares que tienen cámaras de alta resolución, y que le permiten inmortalizar un momento determinado.
Si de preferencias se trata, Lanza considera que los lugares con agua, lagos y océanos, donde hay mucho movimiento, son sus preferidos. "Las cataratas de Iguazú son un claro ejemplo, o las playas de Costa Rica. En Iquique he logrado imágenes impensables y nuestro lago (Titicaca) no termina de imprimir su magia en mis fotos”, comenta.
Éstas y otras imágenes las suele compartir en un grupo de amigos y fotógrafos de larga trayectoria, como Jaime Cisneros, Tony Suárez y Patricio Crooker, que con sus críticas, halagos y sugerencias lo consolidan más en este oficio.
En el ámbito de la fotografía, una de sus más grandes satisfacciones fue la exposición Caféloquio, que realizó en 2007 sobre el café. "Hasta ahora me encuentro con gente que cuando me presentan se acuerdan de esa exhibición”, afirma.
Además, recientemente presentó el libro Bitácora, que lo escribió con Francisco López y Herbert Müller, quienes al igual que Lanza también viajaron por diferentes países retratando realidades.
Esta obra -que está acompañada por una exposición en el café La Boutique, en San Miguel- cuenta con 54 fotos tomadas en La Paz, Sucre, Costa Rica, Chile, Turquía, Vietnam y Camboya, entre otros lugares.
Este compendio de imágenes es un reflejo de la trayectoria de este abogado y artista, para quien la fotografía, en una abstracción simple y personal, "es la memoria de la vida”. Memoria que a lo largo de los años se debatió tanto en las calles como en los tribunales.
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