Sus rosas no saben del paso del tiempo, son sempiternas. Sus esculturas hechas de piezas metálicas desechadas tienen una presencia a veces silenciosa, pero permanente en museos, bares, cafés y pubs de La Paz y otras ciudades. Él convierte la chatarra y el hierro en verdaderas obras de arte.
No es extraño ver a don Augusto Chuquimia por los locales para los que ha hecho guitarras, anuncios, motos, personajes, como Don Quijote y Sancho Panza, candelabros y una gran variedad de esculturas a partir de clavos y tuercas, planchas, hierro forjado, cadenas de bicicleta, entre muchas otras piezas en desuso.
Es un personaje recurrente de la calle Jaén y las calles de Sopocachi, donde se lo ve con sus rosas de plancha forjada mostrándolas a posibles compradores.
Sus cabellos muestran algo del paso del tiempo, llevan un reflejo plateado, como las obras que hace, mientras trabaja en su pequeño taller ubicado en Obrajes, donde suelda y da nueva forma a piezas que nunca fueron pensadas para ser objetos artísticos.
"Escultura Metal Reciclado”
Desde ahí plasma en cada una de sus esculturas, junto a su hijo Ronald, de 35 años, el concepto que ha denominado como "Escultura Metal Reciclado”. Ése es el nombre del proyecto en el que llevan trabajando años.
De personalidad extremadamente sencilla, este paceño de 58 años elabora obras con chatarra hace unos 25 años, casi la mitad de su vida. Empezó a fabricarlas cuando trabajaba en el Club de Tenis La Paz en el mantenimiento de maquinaria.
"Siempre me gustó el arte. Fue para un campeonato que me pidieron que haga la silueta de un tenista, la hice a partir de chatarra y les encantó. Así empecé a elaborar todo lo que me pedían. Aprendí haciendo”, cuenta.
Siempre quiso estudiar arte, pero al salir bachiller ingresó a la Facultad Tecnológica de la UMSA para abocarse al mundo de la mecánica. Años después terminaría en la senda que alguna vez había querido seguir.
El arte de transformar
Fueron los trabajos, como sus rosas, que hicieron que las personas apreciaran su estilo. Fue por el boca a boca que le empezaron a llegar pedidos, desde detalles pequeños hasta un dinosaurio que aún sigue en el colegio Saint Andrew’s.
Padre de cinco hijos, cuatro mujeres y un varón, trabaja hoy junto a su hijo, quien le sigue los pasos ayudándolo y creando sus propias piezas.
"Es el único camino que ahora veo para desarrollar lo que él siempre ha buscado, el mismo que yo he visto desde pequeño. Por ahora es un mercado pequeño, pero que está creciendo”, dice Ronald.
Don Augusto está siempre en busca de chatarra para sus obras. El resto del tiempo lo pasa en su taller y ofreciendo algunas de sus piezas a través del teléfono 60121099 y en locales de La Paz.
"Es la forma de estar en contacto con la gente porque las esculturas en galerías tardan en salir, a veces uno necesita los fondos más rápidamente”, afirma el escultor.
Sus trabajos fueron llevados al interior y exterior de Bolivia. Su hijo recuerda que antes no existía un mercado para este tipo de esculturas. "El trabajo es más apreciado por extranjeros”, asevera.
El señor de las rosas metálicas
Ellas lo acompañan en sus recorridos nocturnos, pero ¿por qué las rosas? "Es que son atemporales. Son el regalo para celebrar la vida, el amor en todas sus facetas y hasta para dejarlas en el cementerio”, dice.
Actualmente elabora varias lámparas de un estilo rústico y antiguo, compuestas por rosas e instrumentos musicales. Las enviará a un pub en Sucre.
Ronald cuenta que su padre es un perfeccionista, un artista dedicado que no le da cabida al ego. Y si se lo observa bien, se parece de alguna manera al Quijote que tantas veces ha hecho y que es una de sus imágenes más icónicas.
Para don Augusto lo más difícil es tratar de crear algo único y se entrega a ello hasta lograrlo a plenitud.
Sin embargo, como en muchos oficios, existe una faceta ingrata. Este artista ha tenido que escuchar en varias oportunidades a personas que le dicen que sus familiares hacen lo mismo.
Casualmente, esos "familiares” son personas que alguna vez le compraron sus esculturas y ahora las replican. "Eso es lo que le preocupa a mi padre”, dice Ronald. Por ello, han decidido registrar las ideas en el Servicio Nacional de Propiedad Intelectual (Senapi).
"A veces vender en las noches es una odisea o un paseo, a veces se hace rápido, otras tardo, pero siempre vendo”, dice el artista, al que le han imitado tantas veces sus obras, pero que se ha ganado a pulso el respeto de quienes lo conocen.
Por más extraño que parezca, este escultor nunca ha tenido una exposición individual, algo que este año pretende realizar.
Sus rosas son a prueba de tiempo. Cuando las sostiene, está atento a la expresión y opinión de las personas que las observa. Ese es un momento vital para su motivación.
Un momento para visualizar al futuro Quijote, la rosa o la obra que creará de la chatarra.
"A veces, vender en las noches es una odisea o un paseo, a veces se hace rápido, otras se tarda, pero siempre vendo”.
Augusto Chuquimia
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