Un palacio señorial de tres pisos construido con piedra tallada por la maestría de cinceles indígenas. La casona que alberga desde 1960 al Museo Nacional de Arte es una joya arquitectónica del barroco mestizo que se impuso en la zona andina en el siglo XVII. Es considerado el edificio residencial colonial más importante en el Collao y tiene 236 años de historia en el ladrillo, cal y canto que lo sostienen.
El heredero que ordenó su edificación en la segunda mitad del siglo XVIII fue don Francisco Tadeo Diez de Medina y Vidangos, aquel oídor de la Real Audiencia de Charcas que dictó la sentencia ejecutoria contra los líderes del cerco indígena de 1781 que asfixió durante nueve meses a los habitantes de Nuestra Señora de La Paz. La labor acabó en 1775, fecha labrada en el arco mayor del majestuoso patio principal.
185 años en el olvido
De acuerdo con el historiador Rolando Carvajal, se puede tratar del edificio más antiguo que se erige actualmente en la plaza Murillo, en la esquina que une las calles Comercio y Socabaya. A la muerte de su dueño en 1803, se desconoce el destino propietario en los siguientes 50 años, hasta que las crónicas populares la rebautizan de Palacio Diez de Medina a la Casa de los Condes de Arana, en mérito a sus flamantes caseros. Posteriormente, se tiene datos que hasta comienzos de 1900 fue alquilada al hotel Gisbert.
Luego fue sede del Casino Español y pasó a ser nicho para el florecimiento de negocios. La recopilación realizada por Carvajal señala que hasta mediados del siglo anterior, testigos que habitaron la casona decían que por esos años funcionaron en el primer piso el salón de baile-confitería Beirut, la famosa tienda Murillo Bros y oficinas de abogados. Las tiendas de la planta baja y el patio cobijaron a un bazar de antigüedades y hasta una vidriería que miraba a la calle Socabaya, además de una zapatería bajo los arcos. Y el último piso tenía en sus cuartos a una vecindad antigua. El sitio fue expropiado por la Alcaldía en 1952, para la apertura del Museo Villamil de Rada.
A pesar de que fue declarado monumento nacional en 1930, sólo en los años 40 se analizó su recuperación del olvido y el desmantelamiento. Los puntales para ello en las siguientes décadas fueron el ministro y artista Cecilio Guzmán de Rojas, el ministro José Fellman Velarde, el oficial Mayor de Cultura Carlos Serrate y los arquitectos Teresa Gisbert y José de Mesa. Fue así que en 1960, el presidente Víctor Paz Estenssoro promulgó el Decreto Supremo 05549, que creó el Museo Nacional de Arte y determinó que su sede sea el Palacio Diez de Medina, tras recuperarlo del municipio y transferirlo al Ministerio de Educación. Pero quedaba una misión: la restauración arquitectónica.
Sólo en una oportunidad se había refaccionado la construcción, en 1880. Así que la nueva tarea, que duró seis años, fue liderada por Gisbert y Mesa. Hoy, ella rememora que todo llegó a buen puerto gracias al empeño de su esposo. “De inicio, se tardó dos años en sacar a la gente de la casa”. Ambos cotejaron fotos antiguas, limpiaron las piezas, rearmaron y desarmaron otras... hasta crearon la fuente de alabastro del patio y el ingreso desde la calle Comercio, con dos columnas que no supieron de dónde fueron traídas. Mesa y Gisbert sentencian que el estilo del palacio responde “al último barroco, con algunos toques de rococó”; mejor ejemplo son las frutas de papaya en los cuernos de la abundancia que flanquean las columnas laterales del patio principal, que presenta una escalinata de alabastro. Y en el exterior sobresale la galería alta formada por diez arcos, que hace esquina sobre la plaza Murillo.
Un minuet de Mozart
Tras el impulso dado por el mandato del general René Barrientos Ortuño, le tocó la inauguración de la vivienda restaurada al gobernante Alfredo Ovando Candia, el 3 de agosto de 1966. Evento que fue acompañado por la Orquesta Sinfónica y el Ballet Oficial de una novel Chela Urquidi, cuyos integrantes danzaron enfundados en trajes virreinales y al compás de un minuet de Mozart, en el salón principal de la casa.
La primera ampliación comenzó el 2002 y terminó cuatro años después, con la anexión de una de las edificaciones colindantes de la calle Comercio, que perteneció a la Asociación de Periodistas de La Paz. Gisbert, Mesa y su colega Carlos Villagómez armaron allí un “patio de cristal”, un espacio moderno que serviría para el descanso de los turistas, pero que ahora es destinado también a las exposiciones.
Este repositorio que en un principio estuvo bajo tuición del Ministerio de Educación, depende desde el 2002 de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia. Según Carvajal, en su apertura se divulgó que tenía 360 obras coloniales y muchas otras contemporáneas. Hoy, de acuerdo con su director Édgar Arandia, el patrimonio clasificado y registrado asciende a 1.965 piezas, entre óleos, esculturas, tejidos e inclusive piezas arqueológicas.
El dueño de la vivienda condenó a Túpac Katari
Don Francisco Tadeo Diez de Medina y Vidangos fue el antiguo dueño de la casona que hoy alberga al Museo Nacional de Arte, la que heredó de su padre don Andrés Diez de Medina. Fue uno de los criollos más influyentes de la última mitad del siglo XVIII, egresado de la Universidad de San Francisco Xavier. Llegó a ser Alcalde y Abogado del Tribunal de la Real Audiencia de Charcas y Oídor de la Audiencia de Chile, país del que también fue gobernador interino en 1801.
Precisamente cuando fungía como máxima autoridad paceña, en 1781, se dio uno de los eventos que marcó a los habitantes de la ciudad: el cerco indígena que duró nueve meses. Diez de Medina y Vidangos relató en su diario los enfrentamientos entre españoles e indígenas; habló de cercados “que caían delante de él incluso por inanición”, según un artículo de Rolando Carvajal. Además, narró que muchos hacían hervir suelas de zapato para tomar una sopa, y que la casona se convirtió en espacio de tertulia para distraer a los paceños. La historiadora María Eugenia Siles dice que fue él quien condenó a los líderes de la rebelión: a Julián Apaza, más conocido como Túpac Katari, lo destinó a morir descuartizado, y a su hermana y esposa, Gregoria Apaza y Bartolina Sisa, respectivamente, a vivir el suplicio de la horca. Falleció en Chile, en 1803, solterón y sin descendencia.
LAS 16 SALAS DE EXPOSICIÓN
Sala 1. Influencias y Pervivencias (de los artes prehispánico y colonial).
Sala 2. Poderes celestiales (colección de ángeles).
Sala 3. Trinidades y Gran Poder.
Sala 4. Devoción, religiosidad y Pachamama (vírgenes y Madre Tierra).
Sala 5. Triunfos y Exaltaciones.
Sala 6. Grandes maestros de la pintura.
Sala 7. Retablo de la Inmaculada Concepción.
Sala 8. Siglo XIX o Republicana.
Sala 9. Arturo Borda.
Sala 10. Reencuentro con la tierra y el origen. Cecilio Guzmán de Rojas.
Sala 11. Marina Núñez del Prado.
Sala 12. Escultura contemporánea.
Sala 13. Artistas sociales.
Sala 14. Artistas abstractos.
Sala 15. El paisaje y la tierra.
Sala 16. Regionalismo, crítica y visiones posmodernas.
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