MAESTRO | ES UNO DE LOS PINTORES ICÓNICOS DE BOLIVIA. SU OBRA GIRA ALREDEDOR DEL AMOR Y LA TERNURA.
En la última entrevista que le hicimos a Gil Imaná (Sucre, 1933), él estaba junto a su esposa la también artista Inés Córdova. Hoy el pintor chuquisaqueño está solo. Su compañera murió en mayo de 2010 y es absoluta su ausencia. “La debe extrañar mucho”, le digo, “se fue la luz de mis ojos”, me contesta con una sonrisa triste.
Con el pelo y la barba más blancos que nunca, Gil Imaná recibe a OH! en la sala de su casa, la que habitaba con su esposa hace varios años en La Paz. Es notoria la falta de Inés Córdova aunque esté un poco presente en cada una de sus obras que cuelgan de las paredes y en el altar que su esposo le ha hecho. También se nota que el maestro necesita cada vez más luz: debe soportar el avance de una enfermedad que lo está encegueciendo.
“Por favor enciendan las luces”, nos pide a las tres de la tarde. Pero Gil Imaná tiene luz propia, y con ella no ha detenido su obra. De eso, de su vida, su amor y sus proyectos, nos habla en esta entrevista.
OH!: Hace poco se le hizo un homenaje a su trayectoria en el Museo Nacional de Arte, ¿Cómo se siente?
Fueron algunos directivos del museo a mi taller y elegimos temas que son fundamentales para mí: el amor, la mujer y la ternura. Así que la exposición gira en torno al amor y la ternura en la obra de Gil Imaná.
Ellos escogieron las obras y se ocuparon del montaje. Pero contrariamente al amor y a la ternura distribuida desde mi corazón hacia el mundo, ha sido una exposición como prohibida, secuestrada, con guardias alrededor de la Plaza Murillo, con la prohibición de que se pase a pie a la plaza. El día de la inauguración yo mismo llegué tarde, casi no me dejan entrar. En medio de cohetes y dinamitazos, llegué a mi homenaje. He querido ir solo, pero ningún radiotaxi quiso llevarme. Recién pude ir el pasado sábado.
Estaba contento porque pensé que ahora se iba a abrir el Museo y que el amor y la ternura iban a ser recibidos junto a la tolerancia, pero ahora son los mineros que nuevamente cierran los accesos. Es una exposición abierta para el mundo pero que muy pocos pueden ver.
OH!: Suena paradójico que la muestra se haya llamado “Amor y Ternura en la obra de Gil Imaná”...
Creo que es lo contrario. Frente a la incomprensión, al capricho, al enfrentamiento y a la intolerancia, no vamos a seguir por ese camino. Yo pienso siempre en el camino del diálogo. Será que toda mi obra ha sido una entrega total, con amor. La ternura va acompañada del amor, ambos van casi siempre juntos. Yo he tenido amor a mi trabajo, sobre todo a los materiales con los que trabajo.
De niño me hacía mis propios materiales porque no teníamos el dinero para comprarlos, pero fabricábamos acuarelas, pinceles, óleos… íbamos al campo a recoger ramas de sauce para hacer nuestros carboncillos; remojábamos el papel sábana para convertirlo en más grueso; hacíamos nuestros borradores con miga de pan…
OH!: Usted tuvo el privilegio de trabajar con el pintor Juan Rimsa, ¿Cómo fue su experiencia?
Yo entré a los ocho años a la academia. Aunque por la edad siempre estaba en preparatorio. Cuando tenía 10 años llegó el maestro Juan Rimsa, y formó su propia escuela. Yo me fui con él junto a los alumnos del último curso. Una de mis compañeras, Josefina Reynolds, dio su casa para que hiciéramos la escuela y ahí también dormía el maestro. Hicimos un mural donde todos pintaron menos yo, porque era demasiado pequeño. Era una composición magnífica del mismo Juan Rimsa. Hace un mes he indicado a las autoridades del Ministerio de Cultura que habría que rescatar ese mural. Me avisaron que estaban trabajando en ello y ya han advertido que es el mural más antiguo de Sucre, del año 43, en el que participaron todos mis compañeros.
A mí me dieron la tarea de preparar los colores y lavar pinceles. Y desde entonces he comenzado a tener cariño por todo el trabajo de un artista, ya sea sólo lavar los pinceles… Hay quienes prefieren comprar todo listo. Yo hasta ahora en lo que puedo sigo valiéndome de mis propios instrumentos.
Años después viajé a Europa, casado con Inés Córdova, una artista y una compañera con mucha sensibilidad y creatividad, y nos quedamos admirados viendo que maestros como Vincent Van Gogh, también usaban instrumentos como los que yo me fabricaba (espátulas de cañahueca por ejemplo). Y eso me enseñó que no depende de la marca o de la calidad sino de la creatividad, de la personalidad del artista.
OH!: ¿Qué marcó su personalidad como artista?
A los diez años fui a enfrentarme con los muertos. Hombres y mujeres. El maestro Rimsa era simple en lo que quería, así que con la colaboración del Dr. Martín Vargas, íbamos una vez a la semana a la morgue a las diez de la mañana. De frente.
Yo soy zurdo, y me acuerdo que me temblaba la mano mientras dibujaba una mano, un brazo o una pierna. Una vez hice una cabeza… Nunca más me olvidé de la forma de los músculos y eso me ha servido para toda la vida. Hoy enseñan anatomía con láminas o esqueletos… No, la realidad es mucho más rica.
OH!: Pero su obra está marcada por la ternura, y no por una realidad tan cruda, ¿Cómo encuentra esa inspiración?
Con los desnudos. ¡Qué diferencia! Qué sorpresa más agradable descubrir las formas de la mujer y comenzar a dibujarlas como acariciando el papel. Qué diferencia con el ser humano muerto, hombre o mujer, que conserva una forma pero irradia frialdad.
El cuerpo de una mujer desnuda no puede dejar frío o indiferente a nadie. Su forma, la suavidad de las líneas curvas embrujan y hacen que uno se apegue más y tenga más amor a lo que hace.
En los retratos tratábamos de ver la expresión. El maestro Rimsa nos decía: es fácil dibujar igual al modelo, pero tienen que tratar de captar el carácter. Yo no les puedo decir cómo. Fui aprendiendo con los años.
OH!: ¿Lo ayudó mucho el amor? ¿Cómo conoció a Inés Córdova?
Cuando volvió de España. La había conocido antes en una exposición que llevó a Sucre, pero en esa época Inés salía a pintar con mi hermano Jorge y un amigo más, y yo era menor.
La conocí realmente cuando era profesor de la Academia de Arte y ella volvía de España y fue nombrada jefa del taller de cerámica. Coincidimos en muchas cosas, nos conocimos más, y poco a poco fue naciendo el amor. Dos años después nos casamos, el 4 del 4 de 1964.
OH!: ¿La extraña mucho?
Sí. Hay dos cosas que extraño mucho. La luz que me daba su compañía y la luz que me daban mis ojos. Ahora por problemas de diabetes he perdido bastante la visión, tengo un 10%, lo que quiere decir que no distingo los colores, por eso pinto en negro sobre blanco porque me da un contraste que hace que pueda ver algo de lo que hago. Aunque generalmente al dibujar estoy viendo para adentro.
He aprendido que las dos cosas van de la mano. No veo la luz de sus ojos pero veo la luz del espíritu de Inés en las cosas que ella hacía. Ella era muy creativa y controversial. Siempre me ponía en situaciones adversas, y era únicamente por incitar nuestra capacidad creadora para resolver algo de diferente manera.
Y la luz del día, la luz eléctrica, la suplo cuando hablo con alguien. Sé que su voz es reflejo de su alma, entonces esa luz del alma me ilumina y hace que me sienta satisfecho muchas veces.
Además tengo dos luces más, dos niñas en la casa, Luz y Belén, nombres en los que he contribuido, que son hijas de la señora que trabaja conmigo desde hace muchos años. Me dicen “Papayo”, soy su padrino.
OH!: Cosecha lo que sembró...
Una vez caminaba con una de mis ahijadas al Ketal y me dijo que la ayude a buscar un par de ojos brillantes para mí, para que pudiese ver. Ella era muy pequeñita.
Recuerdo otra vez que estaba con la doctora. Me decía que el problema de la mácula era incurable, entonces mi hermano, que es mi mejor amigo, llamó por teléfono para hablar con ella y decirle que ofrecía uno de sus ojos para hacer el transplante. Ella le agradeció pero le dijo que hasta el momento no se hacía esa operación. Creo que un hermano llegue a eso, a ofrecer lo imposible, es la prueba del amor que existe.
OH!: ¿Qué le ha dado el arte?
La solidaridad ha sido importante en mi vida. Ha sido una gran alegría poder colaborar. Han sido amigos, la Cinemateca, el Conservatorio, la Academia… en total he donado cuarenta obras en forma solidaria, pero ha llegado el momento de que sigan los más jóvenes, porque ahora yo necesito.
OH!: ¿Se siente satisfecho? ¿Le falta algo por hacer?
La insatisfacción en mi vida ha sido el impulso más grande que he tenido para progresar.Y para hacer la siguiente obra mejor que la anterior. Ahora tengo un desafío grande que me dejó Inés: Ya he creado la Fundación Cultural Inés Córdova-Gil Imaná, el objetivo es hacer un museo con la obra de ambos, de mi hermano Jorge, de Marina Nuñez del Prado, y con las colecciones de arte y artesanía, textiles, que hemos logrado a lo largo de nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario