miércoles, 5 de febrero de 2014

Municipio y arqueólogos buscan políticas de preservación cultural

Tras declaraciones vertidas la semana pasada por el alcalde Luis Revilla en relación a la preservación patrimonial de áreas arqueológicas en esta ciudad, la Sociedad Arqueológica de La Paz expresó su total respaldo ante la propuesta, pero espera no sea un discurso demagógico que quede en la nada.

“Es momento de plantear una política muy clara para preservar y establecer los sitios arqueológicos que deben estar claramente delimitados, para cumplir con tareas de conservación y de difusión de nuestras culturas ancestrales”, señaló Revilla.

La autoridad municipal dijo conocer la existencia de muchos rastros arqueológicos de la cultura Tiwanaku, también de anteriores y posteriores civilizaciones a ella, que necesariamente deben ser preservados y conservados para difundir su existencia.

Por su parte, el presidente de la Sociedad Boliviana de Arqueología de La Paz, Carlos Lémuz, en conversación exclusiva con EL DIARIO, declaró que este es un avance muy importante respecto a anteriores gestiones ante un tema que lamentablemente quedó olvidado durante muchos años.

“Toda la hoyada era un asentamiento tiwanakota, ya sean agrícolas o de control. En la Estación Central, Miraflores, el Montículo, Llojeta, Tembladerani, el mismo sector de la plaza Murillo se han encontrado restos arqueológicos, que son actualmente destruidos por la construcción de casas y edificios que han impactado en las ruinas, ruinas que se encuentran bajo tierra”, dijo Lémuz, a la vez de sentenciar de que las construcciones en la ciudad de La Paz no respetan la ley municipal.

ASENTAMIENTOS TIWANAKOTAS

Según investigaciones científicas, hace tres mil años, antes de nuestra era, existieron grupos de recolectores-cazadores, que caminaban por el valle del Illimani. Hacia el año 800 antes de nuestra era, los primeros grupos poblacionales tiwanakotas se asentaron en la actual ciudad de La Paz; en el año 1100, la civilización de Tiwanaku desapareció y los señoríos aymaras procedieron, paralelamente, a establecerse en la hoyada paceña, posteriormente también lo hicieron los incas.

El arqueólogo Carlos Lémuz de la Sociedad Arqueológica de La Paz dijo que respalda la propuesta del Alcalde, pero solicitó que se pueda plantear a partir del municipio paceño una política de Estado para la preservación del patrimonio arqueológico.

“La preservación debe cumplirse junto a las normas ambientales del patrimonio, por lo que es necesario que se realicen fichas ambientales para el respectivo rescate de los restos arqueológicos, cada vez que se edifiquen construcciones en la ciudad de La Paz”; aseveró Lémuz.

EXTENSIÓN CULTURAL

Por su parte, el investigador y cronista del siglo XXI Edwin Conde Villarreal enfatizó que Chuquiago Marka, la actual ciudad de La Paz, fue una extensión cultural del centro ceremonial de Tiwanaku y no sólo una región de producción agrícola o minera, como se creía.

Así lo demuestran –dijo el cronista– los hallazgos arqueológicos que se hicieron en varios sectores de esta metrópoli, ellos comprueban que, junto a la actividad productiva en el valle del Illimani, existió un dinamismo ritual y ceremonial proveniente del Estado Magnánimo Tiwanakota.

“Por ejemplo, el vaso sahumador de cerámica zoomorfo y ceremonial, con la representación de un felino, considerado la cerámica más representativa de la cultura tiwanakota durante su período expansivo, no fue descubierto en Tiwanaku, sino en la actual zona Chuquiaguillo, en el macrodistrito Periférica”, añadió el investigador.

También se encontró una roca esculpida en Llojeta, hallada por el explorador Wendell Bennett —el mismo que descubrió el monolito Pachamama— cuando realizaba excavaciones en el lugar en 1934.

La escultura tiene forma antropomorfa y una asombrosa semejanza a la figura central de la milenaria Puerta del Sol. “Esto demuestra que la ritualidad de Tiwanaku también se expandió hasta nuestra actual urbe", dijo el cronista del siglo XXI.

Los arqueólogos aún no pudieron descubrir en Chuquiago Marka, la ciudad de La Paz, estructuras ceremoniales monumentales, semejantes al conocido centro ceremonial de Tiwanaku distante a 70 kilómetros de la actual Sede del Gobierno. Pero la ritualidad al ancestro —como un elemento unificador del Estado tiwanacota— se cumplió en el valle del Illimani en determinados lugares que "necesariamente" fueron considerados ceremoniales y rituales.

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