En la pregunta del Censo 2012, sobre su profesión Luigi Antezana acaba de responder “abogado”. ¿Por qué no actor, que lo ha sido, y lo es, en el teatro, el cine y la televisión hace más de 20 años? “Porque le tengo demasiado respeto a lo que implica la actuación y porque me duele cuando veo que una persona, por el solo hecho de haber aparecido en una película, se defina fácilmente como ‘actriz’ o ‘actor’; este oficio, esta profesión, exige esfuerzo, trabajo. No se es tal de la noche a la mañana y yo tengo aún camino por recorrer”.
Pues en este Luigi Antezana ha confiado el director Marcos Loayza el papel protagónico de Las bellas durmientes. El largometraje de ficción, rodado en Santa Cruz, va a estrenarse en el país el 20 de diciembre. Y entonces será el público quien decida si la profesión de quien da vida al cabo Quijpe (sí, con jota) es o no la de actor. Lo que no está en juicio es la ya larga trayectoria en la escena de este paceño vecino de Huayllani, al sur de La Paz.
Luigi descubrió la actuación en el último año de colegio —estudió en el San Ignacio—, de manera que, en la Universidad Católica Boliviana, donde ingresó para formarse en Derecho, se unió al primer taller de teatro que se habilitó en la institución. Un taller conducido por David Mondacca, que, desde entonces, para muchos sirvió para encontrar la verdadera vocación: no administrador de empresas, economista o comunicador: teatrista.
Pero Luigi hizo ambas cosas. Obtuvo el título de abogado a la par que actuó en distintas obras con el propio Mondacca, con Carlos Cordero y, en el audiovisual, con Marcos Loayza (El corazón de Jesús, Radio Pasión), Néstor Agramont (Arbor), Rodrigo Ayala (Día de boda, Historias de vino...) y Rodrigo Bellot (¿Quién mató a la llamita blanca?) , entre otros.
Pero nunca había hecho un protagónico. En 2010, Marcos Loayza lo llamó y le invitó a leer un guión; “me indicó que el papel para el que me quería era el de un cabo de la policía”. Luigi lo revisó pensando en que, tratándose de un cabo, de seguro era un rol de apoyo nomás. “Así que, sorprendido, le pregunté a Marcos si estaba seguro, pues Quijpe era nada menos que el protagonista de la película”. La respuesta fue si aceptaba hacerlo. “Dije que sí de inmediato; fue la decisión más difícil, pero al mismo tiempo la más veloz que he tomado”.
En ese momento, el abogado tenía trabajo fijo, como experto en regulación, en instancias descentralizadas del Estado. Ya antes, ante cualquier temporada teatral, había pedido permiso o aprovechado una vacación. Esta vez, supo que no iba a obtener licencia durante los tres meses que iba a durar la filmación, así que “entregué mi carta de renuncia”.
Luigi es dueño, además, de un restaurante en la zona Sur de La Paz. Esto le ayudó a sostenerse económicamente en tanto comenzaba realmente el rodaje, que en verdad se tomó su tiempo. “Aproveché ese periodo de desempleado (ocho meses desde que Marcos me ofreció el papel) para buscar el personaje”.
El cabo Quijpe, tal cual reza el carnet de identidad del policía de origen colla aquerenciado en Santa Cruz (sobra decir que sus padres apellidan Quispe), es el resultado de una construcción interna, no de una imitación de policía alguno, de lo que hace, qué come... “Es una persona común y corriente, honesta y noble, que lo mismo podría ser un portero o un enfermero, no sé. Un hombre que, de pronto, se ve enfrentado a una situación que le saca de la rutina, de lo que conoce”.
El policía subalterno, que en general se ha movido por los sectores populares, se ve empujado, junto a dos de sus colegas (la cruceña Paola Salinas y el cochabambino Daniel Larrazábal) a las esferas donde el dinero y el lujo son lo natural.
“Esto es lo que tuve que buscar y encontrar: la ley de la sorpresa; qué siente una persona sencilla a la que la cambian de hábitat. Cómo reacciona en esos departamentos inmensos, con piscina, habitados por hermosas mujeres”.
De Loayza, el director, “no recibes una marcación estricta; no te dice qué hacer, lo máximo que pide es que seas “sutil, sutil” y tú tienes que entender lo que quiere; me ayudó en la manera de caminar, de mirar para reflejar esa sorpresa; pero por lo demás aceptó lo que propuse... he debido satisfacer lo que él esperaba”.
El cabo Quijpe es además un hombre curioso. Esto le llevará a adentrarse en la investigación, pese a que el sargento —su jefe, a quien obedece ciegamente— ordene cerrar el caso a toda costa.
Pero hay algo que une a protagonista y personaje, aunque esto hay que deducirlo de lo que Luigi va contando: la paternidad. Quijpe es padre soltero de una niña y, muchas veces, los actos que comete, como llevarse una muñequita de alguna de las casas lujosas lo hace movido por su amor a la pequeña.
Luigi Antezana, que tiene un hijo de tres años, Renato, se da cuenta ahora de algo que se podría comparar con ese “robar” una “muñeca” o recurrir a algo que hasta ahora no había valorado. Para el caso, su historia en la actuación. “Siempre mantuve el perfil bajo; no tengo ni una foto de las obras de teatro, ni una copia de la serie de televisión ni de las películas”. Renato, que ha visto el tráiler de Las bellas durmientes, ha quedado impresionado al ver a su papá patear una puerta y quebrarla. “Papá no patea, papá toca”, le ha recriminado. “Entonces, le estoy explicando qué es actuar, cómo se hace una película, le pido que finja que está enojado... me encantaría que él fuese un actor”.
Luigi es, como se ha dicho, muy celoso de la profesión. Lo que tiene que ver con su entorno: está rodeado de gente de teatro, de actuación, en quien reconoce lo mucho que trabajan. Ahí están Percy Jiménez (que con un grupo en el que estaban Erika Andia, Tamara Scott, Pedro Grossman, “fueron a vivir y trabajar años en Copacabana”), Marcelo Alcón, Gory Patiño... Los nombra con respeto por la forma en que enfrentan el quehacer creativo y dice de inmediato que más allá del oficio, lo que le une a ellos es la amistad.
A Gory “lo conozco desde el colegio, más de 20 años; no es que estudiásemos juntos, él estaba en el Alemán, pero éramos amigos; luego fuimos parte del taller de la Católica, estuvimos juntos en escena y, el tiempo que él vivió en Estados Unidos, no perdimos el contacto”.
Gory retornó al país y este año se vio todas las obras del Festival Internacional de Teatro de La Paz (Fitaz), tras lo cual deseó volver a actuar. ¿A quién buscó? A Luigi y entre los dos se dieron a la tarea de elegir la obra que querrían llevar a escena. Optaron por Arte, de Yasmina Reza, un “tratado sobre la amistad”, como se promociona la obra que tiene tres personajes. Pensaron en Cristian Mercado para completar el elenco, se lo propusieron y hubo acuerdo. Y algo así como en la obra de Luigi Pirandello, los tres actores se pusieron a buscar a un director y el afán los llevó hasta Fernando Arze, artista boliviano formado en Brasil que aceptó la misión.
“No nos equivocamos; el hombre es increíble. A veces, para explicarnos algo, él actúa y yo pienso en lo que debe hacer en escena. Es un actorazo”.
Para mayor motivación, el artista visual Álex Zapata ha aceptado el encargo de pintar el cuadro en blanco, que es como el otro personaje en la obra de Yasmina Reza. En la ficción, los tres amigos ponen a prueba su relación a raíz de un cuadro de arte contemporáneo que compra uno de ellos y en el que los otros no ven nada sino una impostura. Discuten sobre si es o no arte, pero en verdad la cuestión es si son o no amigos después de tantos años de conocerse. En la realidad, ya hubo discusión sobre el tema, revela Luigi. Unos querían usar una tela blanca, otros insistían en que alguien pintase el cuadro para que sea creíble. Buen ejercicio, en todo caso.
Arte estará en escena el próximo fin de semana (8 y 9 de diciembre, Teatro Municipal de La Paz) y, menos de 15 días después, Luigi asumirá en la pantalla grande la vida de Quijpe. Mucha dosis para quien se resiste a reconocerse como actor.
Entre árboles y vacas
Para la premier de Las bellas durmientes en Santa Cruz, le han comentado a Luigi que se está preparando una alfombra roja. Y él ni ha pensado en lo que va a vestir. “Mi esposa me lo ha preguntado, pero no sé. Lo que me tranquiliza es que a Marcos tampoco le importa”. “¿Fama? No me dejo llevar por eso. Estoy consciente de que es efímera; hoy está y mañana no. Me limito a hacer lo que asumo con la mayor honestidad y seriedad posibles. El público es el que debe juzgar”.
Modestia, tener los pies sobre la tierra. Algo de ambos hay en Luigi Antezana: “Soy el cabo Quijpe porque Marcos, que me conoce y es mi amigo, me llamó. No hice casting. No me engaño; no es que directores como Paolo Agazzi o Juan Carlos Valdivia se peleen por mí”.
Lo que no significa que, acabado un proyecto, “no desee que llegue otro, un nuevo protagónico, por ejemplo”. Pero “entre tanto, tengo la familia, mi restaurante, la abogacía me gusta y está siempre allí si deseo buscar trabajo”. Y “disfruto enormemente de mi casa en Huayllani, donde estoy rodeado de árboles de limón, naranja, mandarina... hay ovejas y vacas”.
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