miércoles, 16 de mayo de 2012

Roberto Valcárcel / arquitecto, fotógrafo, investigador, diseñador creativo y docente.

Una caja de sorpresas es Roberto Valcárcel. Habla sobre su obra y su visión del arte sin pelos en la lengua. Mañana, desde las 19.30, dará una conferencia en el Centro Cultural España.

¿Qué diálogo establece una verdadera obra de arte?
No se puede caer en un simplismo. Los que tienen la verdad son los que quieren tener la razón, un poder. En el arte es distinto. No hay verdadera obra de arte, para empezar. La pregunta más bien debería ser cómo se determina, en qué medida una obra opera o no, si es asimilada por las instituciones o no, o si un objeto, evento o hecho califica para ser nombrado una obra de arte. El mundo del arte está en total discusión, de manera que no hay verdad en él, como tampoco verdadera obra de arte.
¿Cómo el arte puede llegar a la sociedad?
Usted me pide una receta, cuando en realidad no existe. Si defino el arte es tal cosa o es tal otra, realmente estaría pecando de ingenuo, al pretender que soy dueño de la verdad, como si dijera “realmente yo sé qué es el arte y los otros que aprendan de mí”. Más bien el arte es un concepto en proceso, en discusión, en veremos, un concepto vivo, orgánico, que se desarrolla en función de los hechos. Es muy difícil categorizar el arte. Cuando se le da respuestas tajantes, se comete el error de que al día siguiente la historia y los hechos refutan su propuesta. El arte, por ende, es de las pocas actividades, alternativas, que están en un constante “veremos”, “en proceso”, y ésa es una de sus maravillas.
¿Cómo se realiza la comunicación entre la obra y el público?
No quiero definir, de-terminar, de-limitar, y volver una cosa cerrada el arte. Más bien pienso que es una apertura de posibilidades, de mundos por explorar, inacabable. Es una pregunta constante, a través de la acción estética. El arte es una interrogante, para no decir que el mundo ya está cocinado, ya está hecho. No repetir preguntas antes planteadas, más bien manifestar nuevas.
¿Qué me dice de la labor crítica en nuestro medio?, ¿qué papel cumpliría entre el arte y el público?
Se supone que el artista presenta su producción y que el público es un poco tonto, entonces tiene que haber una autoridad que abra los ojos de los “tontitos” del público para que puedan apreciarla. Estoy siendo caricaturesco, porque mi actitud personal es que el público tiene total derecho de confrontar una obra, pararse frente a ella, sin necesidad de un intermediario que le explique por qué es buena o mala. Sobre la permanente queja de los artistas de que en Bolivia no hay crítica, pienso al contrario y les digo que “es en verdad una bendición, queridos amigos, porque, de haberla, muchos de ustedes quedarían aplazados y se harían enemigos de esos otros señores que se creen dueños de la verdad y que quieren decir qué es admisible y qué no”.
Entonces, ¿la ausencia de crítica es beneficiosa?
Más bien, cuando hay ausencia de crítica, aparentemente el contacto del público con la obra es más directo y más tierno, y no está viciado por una mirada autoritaria que guía tu apreciación. La crítica, en ciertos circuitos artísticos, por otro lado, cumple la función de validadora. El problema de una sociedad sin crítica es que el arte no pueda ser validado. La crítica en Bolivia está moderada y no cumple un rol excluyente, ni tampoco validante. Esto es más interesante, porque no se entromete en la conexión entre obra y público.
¿Qué pasa cuando el público es pasivo?
Los públicos jóvenes están insensibilizados por otros estímulos visuales y estéticos, como el internet. Entonces es difícil que alguien tenga el tiempo, la paciencia y la sensibilidad para quedarse parado unos minutos frente a una obra, a respirar profundo y ver qué sucede en su alma mientras observa esa pieza. Por otro lado, los artistas seguimos metidos en nuestra torre de Marfil, con técnicas, temas que ya poco interesan a nadie. Creo que el tema es más humano, y corresponde al subconsciente de las personas, lo que piensan, pero no se atreven a decir, es visceral.
¿Cómo evalúa su carrera con relación a esta labor cuestionadora del arte?
La pregunta es qué es lo que uno persigue. Si uno persigue fama, glorias y éxito, seguramente se va a llevar desilusiones en Bolivia, porque el sistema no es un sistema cultural que fabrica sus superhéroes. Yo me considero un ser desconocido, que no ha logrado conseguir nada, salvo en algunos círculos. Más me interesa la satisfacción personal de que un día me levanto para parir una obra. He disfrutado enormemente de mi libertad artística, he hecho lo que me da la gana.
Una vez usted dijo que su arte no es complaciente.
El arte tiene que ver con travesura, con antítesis, con oposición creativa, por eso jamás es complaciente. Yo preguntaría más bien ¿por qué diablos el arte tiene que ser complaciente?
Hábleme de su actividad pedagógica.
Cuarenta años llevo esta actividad. Es una labor importante en mi vida. Es lindo tener una situación de control ante 40 personas y que te escuchen embelesados, pero es más estimulante cuando logras interrogar y despertar en tus alumnos inquietudes y nuevas sensaciones.

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