Decir que una vivienda es la extensión de la personalidad de quien la habita no es novedad. Pero constatar que un teatro puede sacar a relucir los humores de una sociedad, sí. Lo aseguran los propios tarijeños cuando hablan del Teatro de la Cultura, inaugurado el reciente 14 de abril en la capital chapaca. La apertura de ese espacio —que coincidió con la conmemoración del 196 aniversario de la Batalla de la Tablada— tardó una década (sí, diez años de construcción) y encontró a los tarijeños inmersos en una disputa interna que incluso amenazó con opacar el acto de estreno.
Dada la actual coyuntura política tarijeña, el Teatro de la Cultura es más que una simple estructura destinada a las artes escénicas; es todo un símbolo para los habitantes de la capital. Así como el dulzón vino lo es para el Valle de Concepción o los escurridizos cangrejos para Tomatitas. Pero aún más, se puede decir que —salvando distancias e implicaciones históricas— el Teatro de la Cultura es para la fragmentada Tarija la Jerusalén que enfrentó a moros y cristianos en la Edad Media. Y, por ende, su conquista es un imperativo.
En este caso, las banderas de los dos bandos que se disputan la “ocupación cultural” del único teatro de Tarija flamean alto en la plaza principal. Desde la Gobernación se busca que el escenario se abra a todas las expresiones culturales y folklóricas. “Es la casa de todos, incluso de los migrantes que han llegado y han permitido el progreso de este departamento. Debe (el teatro) reflejar esa esencia plurinacional y no copiar lo elitista de otros escenarios de otras ciudades”, explica uno de los funcionarios de la Gobernación, que, al final, prefiere no hacer público su nombre.
En las antípodas (o, literalmente, en la otra acera) están funcionarios de la Alcaldía y personalidades reconocidas en la sociedad tarijeña, que consideran que ese espacio ha sido erigido para realzar la esencia chapaca y la “alta” cultura; y no así como una palestra para el discurso político, la elección de reinas de belleza ni para fomentar festivales folklóricos. “Éste es un lugar para que el artista tarijeño pueda crecer y formarse, al igual que el público”, señala el arquitecto Mario Torrico, quien tomó en los últimos años la batuta del proyecto.
El director de la Casa de la Cultura, Nils Puerta, advierte que será selectivo a la hora de escoger los espectáculos que se presenten de aquí en más sobre las tablas del teatro. “Se verá el currículum, la calidad y la trayectoria de los artistas. En función de eso se analizará la viabilidad, porque tiene que ser de mucha calidad para que se presente una obra en el teatro”.
En medio de este entuerto, hay quienes se muestran conciliadores, como el presidente del Concejo Municipal de Tarija, Rodrigo Paz Pereira, que el día de la inauguración dijo que “el teatro debe tener también la visión de unidad”. Y que “debe reforzar la visión de patria chica de Tarija”.Patrimonio chapaco
El Teatro de la Cultura está encerrado en una caja áurea que ocupa casi un manzano del centro tarijeño. Se trata de la Casa Dorada, un ícono arquitectónico en esta urbe.
Construida a finales del 1800 por los esposos Moisés y Esperanza Navajas, la estructura Art Nouveau pasó en el siglo XX a manos de la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho. Cuenta con un directorio conformado por representantes de la Gobernación, la Alcaldía y la Universidad. Desde 1987, la Casa Dorada aloja a la Casa de la Cultura y fue a través de las gestiones de esta instancia que se logró colocar la piedra fundamental del teatro a finales de los años 80, ante la falta de un espacio para difundir las artes escénicas. Se decidió que el Teatro de la Cultura debía estar cobijado en la panza de la Casa Dorada.
La venta de la estructura del ex Hotel Prefectural inyectó los primeros recursos a ese sueño. Sin embargo, poco a poco el proyecto fue quedando rezagado. La presión de gestores culturales fue tal que logró que la universidad y la entonces Prefectura retomasen el anhelo chapaco. Se firmó una serie de acuerdos, pero fue a partir de la gestión del embajador de Bolivia en China, Óscar Zamora Medinacelli, que en 2002 se consiguió una donación del Gobierno asiático de cerca de 400 mil dólares para impulsar la construcción y el equipamiento. Otro de los pilares del emprendimiento es la exdirectora de la Casa de la Cultura, Adela Lea Plaza, quien dedicó casi una década a tocar las puertas de las instituciones.
El Teatro de la Cultura “virtualmente fue armado ‘pieza por pieza’, tal vez por eso tardó tanto, al punto de que se pensaba que para cada pieza se debía tramitar un desembolso en las burocráticas oficinas de la ex Prefectura y actual Gobernación. Toda una simbología chapaca”, se lee en una nota publicada en el matutino El País el día de la inauguración.
Tiempos modernos
Considerado como uno de los escenarios mejor equipados del país, la moderna infraestructura tiene una capacidad para 400 personas sentadas, prolongación mecánica del escenario y sistemas de luces y de sonido de última generación.
Con todo, una de las principales batallas por el dominio del principal escenario tarijeño se sucedió durante la elaboración del programa de inauguración, que debía realizarse el 10 de abril, pero que, sin mayores explicaciones, se hizo el día 14. Representantes de la Alcaldía y de la Gobernación disputaron hasta horas antes del gran evento por hacer prevalecer en el menú artístico sus visiones antagónicas. Al final, los bailarines de los diferentes elencos de danza de Tarija estrenaron la tarima del teatro con matacos, cuecas y chacareras. Pero también con tobas, tinkus y otras danzas que forman parte de la diversidad folklórica boliviana. La Orquesta Sinfónica Departamental y la guitarra clásica de Luis Alfredo Gavilano aportaron la cuota “culta” al evento.
Al final, todos fueron desplazados por un dragón. Para el caso, el la tradicional danza china que fue puesta en escena por los bailarines de la Casa de la Cultura China (de La Paz). La velada culminó así sin vencedores ni vencidos. Victoriosos, en todo caso, son los artistas tarijeños que ya cuentan con un escenario para expresarse.
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