Es el número 25 en el mapa de la red de centros culturales españoles que hay por América Latina y en Guinea Ecuatorial. El de La Paz abre por fin su espacio al público tras diez años de búsqueda de ubicación y cuatro de refacción del lugar elegido, en el edificio estilo neoclásico conocido como la Casa de España, en la avenida Camacho. Las oficinas y el restaurante de este club siguen funcionando en la parte superior. La parte baja se ha renovado para dedicarla a la difusión cultural que, junto a lo social, fue uno de los fines para los que se creó la sede de los españoles residentes. Sin embargo, el Centro Cultural de España tiene una nueva finalidad, más allá de la difusión del arte de la península ibérica: la promoción y la formación de artistas bolivianos.
“Este centro es para el público, para que lo haga suyo, para que nos plantee sus proyectos”, explica la directora, María Pérez. La Casa de España ha cedido parte de sus instalaciones, que fueron inauguradas en 1937, al centro cultural dependiente de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) porque, como explica la directora, Bolivia es uno de los pocos países donde la cultura es parte de la política orientada al desarrollo. “Por fin lo abrimos, además, a pesar de la crisis”, dice, satisfecha. El 23 de abril se inauguró parte de este nuevo templo de la cultura: la biblioteca y el Medialab ya están en funcionamiento. Las dos exposiciones que estrenarán las galerías están ya listas para recibir a los visitantes, que podrán verlas desde el 11 de mayo.
“La Paz es de las pocas capitales latinoamericanas que no tenía centro cultural por una mezcla de circunstancias”, señala Pérez. Cambios de presidentes, embajadores y la búsqueda del lugar idóneo han causado este atraso, hasta que se localizó la parte baja de la Casa de España, en 2008. Se ha ensanchado algunos arcos de las salas para facilitar el tránsito de personas, las puertas de madera han sido sustituidas por otras de cristal, las vigas de yeso se han cubierto de un falso techo para acoger los sistemas de seguridad, iluminación y detección de humos. Incluso, se ha aumentado la superficie de la planta baja del edificio, que alberga las oficinas de gestión y comunicación, ganándole así espacio al patio, en la parte posterior de la casa.
La seriedad y la antigüedad de la fachada principal son sólo eso, el aspecto externo del centro. Una vez que el visitante se adentra en este nuevo espacio, la amplitud, el colorido y un aire de modernidad impregnan el ambiente. Ya no se nota el olor a humedad que tanto recuerda Gabriel Miró, gestor cultural del centro.
Para evitar que volviera a reproducirse se ha abierto respiraderos entre unas habitaciones y otras, pero todavía se está luchando contra ella en el almacén del patio, un espacio peculiar, alargado y estrecho, que también servirá como sala de exposiciones.
Estilo español hecho en Bolivia
Al pasar bajo el portón del sobrio edificio y dejar a un lado el acceso a la Casa de España, se llega a la recepción del centro. Allí hay un pequeño mural en el que, en diversos colores, se mezclan términos culturales y del ámbito de las nuevas tecnologías en castellano y lenguas originarias bolivianas. Aunque hay “cierto lenguaje común” con los demás centros en cuanto a estilo, dice Pérez, todos los acabados han sido realizados por la Escuela Taller de La Paz, un programa de formación en técnicas de conservación y restauración financiado por la AECID con contraparte del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz. A diferencia del tiempo en que se construyó el edificio, cuando se trajeron tejas de Cochabamba, sanitarios de Ámsterdam y azulejos y soleras de Sevilla, ahora mobiliario y demás materiales son nacionales. Sólo parte del fondo de la biblioteca ha sido traído de España y de Argentina.
El estilo de este espacio se podría definir como informal, y no es casual: hasta la manera de vestir del personal es relajada, porque se busca el acercamiento con los bolivianos, dejar a un lado la seriedad de un ambiente de embajada, explica Pérez.
Tampoco es arbitrario el tema de las exposiciones de apertura, situadas en el primer nivel del centro. En las paredes de la sala multifunción cuelga parte de las fotografías de la muestra La frontera como el espacio donde los límites confluyen, que se expone en la sala contigua, la número dos, destinada a exhibiciones de pequeño formato (como el tamaño mismo de este espacio). El lugar polivalente está habilitado, además, como sala de visionado (de hecho, se estrenará con el festival de cortometrajes animados Vaivén), para obras de teatro, presentaciones de libros, charlas… y galería de exposiciones.
Inmigración, tema de apertura
La sala multifunción se comunica con el espacio principal de exposiciones, que abre con La bestia, una colección de imágenes de la reconocida y premiada fotógrafa española Isabel Muñoz. Se ha elegido la obra de esta artista para la primera muestra del centro por varios motivos: es una mujer (“el tema de la equidad es una de las prioridades horizontal-transversal que tenemos”, explica la directora), por el género artístico (la fotografía) y por la temática (la inmigración). Son imágenes duras sobre el tren que traslada inmigrantes de México a Estados Unidos. Y la propia autora estará en el centro a mediados de mayo para compartir sus peripecias con los paceños.
En la sala pequeña también hay arte fotográfico, tanto en las paredes como en varios tomos de libros sobre una mesa alargada, con focos para que el visitante pueda sentarse a contemplar las obras de los artistas que participaron en 2009 en el concurso Iberoamericanos (que las embajadas españolas convocan casa dos años), con los límites como tema.
Cada miércoles habrá visitas guiadas por las exposiciones a cargo de voluntarios universitarios formados para ello. Y los colegios de los alrededores ya están invitados a pasarse por las instalaciones, dentro de la estrategia de formación de públicos. “Lo que queremos es romper el estar siempre con la misma gente” en las exposiciones, explica Pérez, que el círculo se abra a personas que no suelen acercarse al arte.
En el pasillo entre ambas salas hay unos estantes sobre los que se lee “Centro de documentación”: allí habrá textos relaciones con las exposiciones. En este caso, ambas son sobre migrantes, pero irán cambiando en relación con las muestras.
Bajando por las gradas del fondo se accede a la biblioteca y sus más de 3.000 libros relacionados con arquitectura, diseño, gestión cultural, cine, fotografía (productos de La Razón, como el libro sobre artistas en Bolivia y las revistas Escape dedicadas al Museo Nacional de Arte y al de Etnografía y Folklore figuran también). Todo está a disposición de los interesados. Los niños tienen asimismo su espacio.
Desde aquí se pasa a la sala de lectura, que desemboca en un cuarto con computadoras: el Medialab, donde está Paco Aguirre, gestor cultural y productor. Éste es uno de los pilares, ya que la producción audiovisual orientada al arte contemporáneo y la formación en herramientas para ello, son objetivos clave del centro.
El Medialab ofrece préstamos de equipos (cámaras digitales de fotografía y video, micrófonos, reproductores de video), así como talleres para personas ligadas al arte que no tienen conocimiento en herramientas de producción artística. A medio plazo se busca también la gestión y producción de proyectos que surjan de los grupos que se formen gracias al Medialab, o de propuestas externas.
Los servicios, tanto de la biblioteca como los del Medialab, son gratuitos, aunque, añade Paco, se busca alguna “reciprocidad” de los participantes, como poner al alcance de otros sus conocimientos; porque también se pretende crear sinergias desde el centro.
Por último está el patio, en el que aún hay albañiles dando los últimos retoques. Aquí, cuenta Pedro Román, presidente de la Casa de España, se encontraron huesos y armas cuando se removió el terreno para levantar el edificio, en los años 30. Ahora será un lugar de celebración de conciertos, ferias y otro tipo de eventos a los que se prevé que acuda gran cantidad de personas. A ellos se accederá por la puerta trasera que da al paseo Marina Núñez del Prado. El espacio está casi listo para ser la casa no sólo de españoles, sino de todos.
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