Es posible imaginarlo con su sombrero de marinero griego disfrutando los rayos del Sol en su jardín, escuchando música clásica y pintando un cuadro o jugando una partida de ajedrez en su sala rodeado de sus obras. La casa del acuarelista potosino Ricardo Pérez Alcalá (1939-2013) es el hogar de las más variadas expresiones artísticas. Sus hijos Claudia, Pablo y Ricardo la convertirán en un museo.
"Se puede vivir sin el arte, pero no se puede ser sin el arte” es una de las frases de Pérez Alcalá, uno de los acuarelistas más importantes de Latinoamérica.
Cada pilar, cada mueble, cada detalle de la casa de sus sueños -que le tomó 15 años hacer realidad- son testigos fieles de ese "ser” que respiraba y se alimentaba del arte, de la naturaleza, de la exquisitez de los objetos únicos que en muchos casos diseñó. Todo en ella estimula a los sentidos.
Está ubicada en la zona de Irpavi, tiene un moderno sistema de seguridad y fue pensada por Pérez Alcalá como arquitecto y artista. Cada ambiente tiene ventanas que brindan una vista de los techos, las columnas salomónicas, la fuente del patio, las flores; ellas establecen el disfrute de los ambientes.
En la sala-comedor que es el centro de toda la casa, a la que se llega siguiendo un sendero descendente y empedrado rodeado por cientos de flores, sus hijos Claudia y Pablo cuentan rodeados por las obras de su padre y otros artistas por qué es la habitación más importante.
Ahí está uno de los autoretratos que nunca quiso vender: Recostado sobre mi tumba; el retrato de un mendigo que frecuentaba el correo de Potosí -que pintó a los 13 años, vendió y recuperó en años de la adultez- y otro del poeta Jaime Saenz.
El piso es de madera tallada a mano; en otra pared está un reloj que siempre marca las 2:00, hora en que se presume falleció el artista. La iluminación en este espacio como en toda la casa fue pensada estratégicamente.
"15 años de dedicación le costaron construir esta casa, afortunadamente un año y un mes antes de su muerte vivió acá. Todos los días la disfrutaba, él intuía que iba a vivir poco tiempo aquí. Yo le pregunté por qué se había dedicado tanto a ella. Él me respondió que la casa era el reflejo de todo su arte, de su arquitectura y escultura”, detalla Pablo Pérez.
Un reflejo de su obra
Del talento de Pérez Alcalá se ha escrito mucho y por décadas. A los 10 años ganó el Premio Nacional de Pintura Infantil, a los 15 hizo su primera exposición pictórica en Potosí, estudió en la Escuela de Bellas Artes y también arquitectura. Ganó los premios más importantes de pintura en Bolivia y en México, sus obras han sido apreciadas y premiadas en todos los lugares a los que han llegado como el museo de Louvre, en París-Francia, y que es considerado el genio boliviano de la acuarela por excelencia.
Su casa construida en su querida la Paz es un reflejo de su vida, la obra que le tomó 15 años terminar, y que quería que cuando él ya no esté sea disfrutada por la gente. "Mi papi dijo ‘si va a ser algo esta casa que sea algo práctico’. Por ello, tal vez uno de sus talleres funcione para otro artistas”, comenta su hija Claudia. Actualmente, en la casa hay 20 obras del pintor.
Al ingreso de la sala sus sacos y sus sombreros continúan colgados en el perchero, a unos metros de ahí se encuentra la cocina. Pérez Alcalá disfrutaba muchísimo cocinar, y no platos sencillos, sino, verdaderos retos gastronómicos que siempre le salían exquisitos, era un gran chef.
Las gradas, de la casa hecha de ladrillo y recubierta con adobe y piedra, llevan al patio en donde está una fuente diseñada por él, al igual que vitrales, lámparas y mucho de su hogar.
Una puerta, cerca del patio, conduce a uno de los tres talleres que hay en la casa. Ahí sus pinceles, las pinturas, su caballete, las mesas de arquitectura que usaba para pintar, todo parece estar suspendido en el tiempo. Cuentan sus hijos que en cada taller trabajaba en una obra diferente.
En su habitación la cama y parte del mobiliario pertenecieron antes a un ex presidente boliviano. En un escritorio contiguo pasaba el tiempo a solas rodeado de cientos de libros que trataban desde Leonardo da Vinci hasta gastronomía mediterránea y con discos que incluyen una nutrida colección de música clásica, Astor Piazzolla y Violeta Parra.
Junto a su cuarto hay un pequeño comedor y una cocina de diario, el lugar más íntimo del pintor donde desayunaba todos los días en sus tazas favoritas de la marca finlandesa Arábica.
Un calendario, una misión
El calendario 2015 denominado Pérez Alcalá incluye 12 obras del artista y es una de las acciones que han tomado sus hijos para obtener fondos que sirvan para abrir las puertas de la casa convertida en un museo.
"Es un homenaje a mi padre a un año (de su fallecimiento) con 12 de sus obras importantes. Que incluye su biografía, varios artículos, su foto y ha causado sensación”, explica Pablo Pérez.
El calendario fue una idea del pintor, ya que quería que su arte sea difundido de forma masiva y no sólo entre personas que tengan la capacidad económica de comprar sus obras. El mismo está a la venta en las librerías más importantes de Bolivia y tiene un costo de 120 bolivianos. Se prevé que en uno o dos años el museo Pérez Alcalá abra sus puertas.
Las anécdotas vividas en su casa son muchas. Un día Pérez Alcalá les dijo a sus hijos que si no hubiese sido pintor, se habría convertido en poeta porque amaba la poesía, tal vez nunca pensó que ya era un poeta de la acuarela.
Algunos detalles de su vida y su obra
Ricardo Pérez Alcalá (Potosí 1939 - La Paz 2013) ganó a los 10 años el Concurso Nacional de Pintura Infantil. Concluyó sus estudios escolares en el Colegio Pichincha y simultáneamente en la Escuela de Bellas Artes de Potosí. Estudió arquitectura.
Ganó varios premios en Cochabamba y diseñó varias obras arquitectónicas como la Piscina Olímpica.
Viajó a Perú, Ecuador, Venezuela hasta llegar a México donde fue reconocido ganando en cuatro oportunidades el Primer Premio Nacional de Acuarela.
Regresó a Bolivia para hacer el monumento de confraternidad en Ilo, Perú. Recibió innumerables distinciones y premios nacionales e internacionales. Entre los últimos y más importantes está el Lienzo de Oro de la Academia de la Cultura Francesa y expuso en el museo Louvre en París, Francia, en 2012.
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