Cuando se habla de apariencia, la quintaesencia de la moda -usada además como instrumento político-filosófico para exponer posiciones y perspectivas- es sin duda, Japón. Dueños de una magnífica creatividad, los japoneses han logrado imponer su estilo combinando lo tradicional con lo actual y lo sobrio con lo extravagante llevándolo de la pasarela a la calle y siendo cada quien su propio y exclusivo diseñador.
Sin embargo, la sociedad japonesa es increíblemente ordenada y jerarquizada: se insiste en el uso de uniformes absolutamente en todas las instituciones; el caso de los colegios es el ejemplo más notorio, imponiendo el gakuran a los varones y el sailor fuku a las jovencitas. Esos uniformes se convierten hoy en uno más de los símbolos de Japón.
En una sociedad sumamente homogénea, con grandes ciudades donde el trato impersonal es prácticamente inevitable, sus habitantes -en especial los jóvenes- toman la vestimenta como una válvula de escape para expresar su individualidad y su identidad, y ahí es herramienta ideal la estación de Harajuku.
Este sitio es famoso debido a que todos los domingos se corta el tráfico y los peatones salen a caminar. Hace más o menos 20 años, los jóvenes comenzaron a reunirse vestidos con todo tipo de trajes, algo difícil de establecer ya que las variedades son tantas como la gente que allá se encuentra.
Trajes de muñeca, de aristócratas europeos, tradicionales y otros de diversa inspiración, con cabellos de colores imposibles, pestañas de plumas, tartán, encaje, cuero, son diseñados por los mismos muchachos o comprado en tiendas especializadas en la llamada moda harajuku. Estos jóvenes pasean por la estación como si fueran modelos escapados de muchos y muy variados desfiles de alta costura.
Rebeldía y anonimato
Pero no se trata de disfraces -como ocurre con el arte del cosplay, donde la gente hace caracterización de un personaje- y aunque está más cerca de ser una estética, se trata además de una expresión político-artística, una manera de rebelarse ante la homogeneización, contra el anonimato; es expresar a través de la vestimenta, el verdadero yo y la belleza. Esa belleza que junto con el amor y la muerte es la obsesión de los japoneses de todos los tiempos.
En nuestro país, el llamado "boom asiático” se hace sentir cada día. Lo sé porque conduzco un programa de cultura asiática y debo decir que el fanatismo va más allá de los límites. Aunque están más en boga el k-pop y las novelas coreanas, los primeros en llegar a nuestro país y encantar a los jóvenes bolivianos fueron los japoneses con el animé cuyos fanáticos no son pocos. Pero la avalancha de la cultura asiática es tan actual que incluso la estación de Harajuku ha inspirado a nuestra juventud al punto que me he sorprendido con la creación en la ciudad de La Paz de un grupo que ha decidido tener su propio harajuku en el país.
Estos jóvenes han llegado a conocer el mundo de la street fashion japonesa a partir del cosplay, de los varios eventos de animé y de cultura asiática que tienen lugar cada fin de semana en las capitales del país y se han juntado para además de compartir su afición, poder darse a conocer tanto dentro como fuera de los eventos.
Al igual que los marchantes de Harajuku en Japón, estos chicos y chicas cosen sus atuendos, se maquillan y hasta elaboran sus pelucas, y aunque también hacen cosplay, sueñan con mostrar su universo de encanto al resto del mundo.
Es difícil que pasen desapercibidos. Sus cabellos y su ropa hacen que el transeúnte casual se detenga y se pregunte qué pasa, y que muchas veces los identifique de modo equivocado. Son más chicas que chicos, pero todos se entusiasman mucho cuando hablan de sus inquietudes y sus deseos de dar a conocer el estilo de vida harajuku porque así lo consideran, un estilo de vida.
Tres de estos jóvenes, Kazumi, Hanna y Angelo hablan de su pasión. "No se trata de descuidarnos de las responsabilidades o vivir un mundo de fantasía, tengo la mente clara en cuanto mis metas de vida, tanto como la tengo activa para diseñar mis trajes” dice Kazumi con seguridad.
Auténticos
Ante la pregunta de la razón por la que gustan del estilo harajuku, ellos tienen las mismas inquietudes que los jóvenes en Japón: buscar su autenticidad, ser únicos y originales, mostrar quiénes son, o mejor como lo dice Hanna, "es algo que me permite expresarme como yo soy en realidad”.
Como buenos fanáticos, estos chicos investigan y se sumergen en la cultura japonesa, que es muy extensa, y una cosa lleva a la otra: el animé, el manga, la música, el cosplay, son elementos que plantan la semilla; y los muchachos afirman que con éstos fueron adentrándose más y más hasta que se enteraron de esta tendencia con la cual se sintieron identificados, incluso, a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia.
Pronto se juntaron y decidieron lanzarse aprovechando la feria dominical de El Prado paceño, donde pasean mostrando sus estilos creados por ellos mismos. También tienen un grupo en Facebook y participan en eventos y desfiles, y aunque la gente se sorprende al verlos, no tiene actitudes negativas. Muchos se toman fotos con ellos y les hacen preguntas sobre su vestimenta.
Kazumi dice que "quienes me han dado muestras de apoyo y gusto por cómo me visto o cómo llevo el cabello han sido señoras y señores adultos, porque por el contrario, las críticas de ‘¡¿por qué se viste así?!’ vienen de chicas de mi generación”.
Dos culturas
"Parece que los bolivianos estamos aprendiendo a apreciar la diferencia y a perder los prejuicios, y para quienes así lo crean, estos chicos no son alienados ni alejados de su realidad; y no se engañen, porque aunque les gusta mucho Japón están orgullosos de su patria. Clara muestra de ello es que combinan elementos nacionales como el aguayo y las artesanías nacionales en sus vestimentas”, agrega.
Angelo se siente feliz de ser parte de este mundo. "Los chicos también podemos utilizar los estilos harajuku. Hay varios: a veces uso los estilos rainbow y/o aomoji-kei para ir a la universidad, y los estilos loli y visual-kei para ocasiones especiales”, afirma.
El interés por la vestimenta y la moda solía ser cosa de chicas, pero esto parece estar cambiando, es hora de abrir la mente y ver la moda como una expresión artística. Iniciativas como esta deben ser incentivadas, pues son aficiones sanas que llenan de satisfacción y le dan a uno un propósito en la vida.
Yo llevo el estilo de vida harajuku desde 1998, mi momento más fuerte fue entre 2002 y 2003; es complicado llevar este estilo de vida porque uno debe peinarse, vestirse, prepararse por lo menos durante dos horas para salir con su atuendo y lidiar con accidentes de la vida diaria que nuestros trajes raramente pueden resistir.
Ahora soy un poco más sobria, a los 30 ya no puedes vestirte de muñeca o usar ropa de niña, pero todavía me preguntan si estoy disfrazada cuando es todo lo contrario, nosotros mostramos nuestro interior, nuestra alma y quienes realmente somos a través de nuestra ropa, es bueno saber que no estamos solos.
Estilos creados por ellos mismos. También tienen un grupo en Facebook y participan en eventos y desfiles, y aunque la gente se sorprende al verlos, no tiene actitudes negativas. Muchos se toman fotos con ellos y les hacen preguntas sobre su vestimenta.
Kazumi dice que "quienes me han dado muestras de apoyo y gusto por cómo me visto o cómo llevo el cabello han sido señoras y señores adultos, porque por el contrario, las críticas de ‘¡¿por qué se viste así?!’ vienen de chicas de mi generación”.
Dos culturas
"Parece que los bolivianos estamos aprendiendo a apreciar la diferencia y a perder los prejuicios, y para quienes así lo crean, estos chicos no son alienados ni alejados de su realidad; y no se engañen, porque aunque les gusta mucho Japón están orgullosos de su patria. Clara muestra de ello es que combinan elementos nacionales como el aguayo y las artesanías nacionales en sus vestimentas”, agrega.
Angelo se siente feliz de ser parte de este mundo. "Los chicos también podemos utilizar los estilos harajuku. Hay varios: a veces uso los estilos rainbow y/o aomoji-kei para ir a la universidad, y los estilos loli y visual-kei para ocasiones especiales”, afirma.
El interés por la vestimenta y la moda solía ser cosa de chicas, pero esto parece estar cambiando, es hora de abrir la mente y ver la moda como una expresión artística. Iniciativas como esta deben ser incentivadas, pues son aficiones sanas que llenan de satisfacción y le dan a uno un propósito en la vida.
Yo llevo el estilo de vida harajuku desde 1998, mi momento más fuerte fue entre 2002 y 2003; es complicado llevar este estilo de vida porque uno debe peinarse, vestirse, prepararse por lo menos durante dos horas para salir con su atuendo y lidiar con accidentes de la vida diaria que nuestros trajes raramente pueden resistir.
Ahora soy un poco más sobria, a los 30 ya no puedes vestirte de muñeca o usar ropa de niña, pero todavía me preguntan si estoy disfrazada cuando es todo lo contrario, nosotros mostramos nuestro interior, nuestra alma y quienes realmente somos a través de nuestra ropa, es bueno saber que no estamos solos.
Tengo la mente clara en cuanto mis metas de vida, tanto como la tengo activa para diseñar mis trajes.
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