La pintora Cecilia Wilde aprecia la música desde que era niña, pues a la edad de ocho años aprendió a interpretar el acordeón y luego incursionó en el piano.
Ella tocaba sonatas y sonatinas, cuyas partituras "despedazaba” hasta que surgía una pasión en lo más profundo de su ser. Ahora, cada vez que escucha una de esas piezas, brotan en ella emociones que se tornan inefables cuando los interpretes de las composiciones son sus hijos Mateo y Lucas.
Entre los compositores favoritos de la pintora están Carl Maria von Weber, Claude Debussy, Ludwig van Beethoven, Frederic Chopin y Giuseppe Verdi, entre muchos más. Por ejemplo, mientras pinta y escucha a Beethoven le gusta imaginar cómo este compositor caminaba y paseaba por espacios naturales y paisajes para inspirarse.
"La luz, el atardecer, el movimiento lo inspiraban para crear grandes obras”. "Él se imaginaba que podía crear a partir de cosas turbulentas en la naturaleza”, contó a Miradas en la galeria Alternativa, donde la artista presenta una exposición conjunta con el escultor Juan Bustillos hasta el 17 de octubre.
La ópera es el género que más disfruta Wilde y en especial la pieza Va, pensiero, conocida también como Coro de los esclavos hebreos de Nabucco, de Giuseppe Verdi. Esta obra inspira a la artista desde hace mucho tiempo y además pudo verla representada varias veces. En Rusia, por ejemplo, disfrutó de una representación contemporánea en la que los soldados "parecían robots” y otra, en la cual, la historia se desarrollaba en un escenario que evocaba a una estación de metro de los años 60.
Para Wilde la ópera es el género más completo, ya que en una obra están reunidas diferentes especialidades artísticas como el canto, la interpretación instrumental, el baile, la coreografía, el drama; todos ellos representados en base a una trama, en un escenario y además con vestuarios.
La pasión que la artista profesa por la música, desde que era niña, recientemente ha tomado un cariz diferente, pues ahora está relacionada con sus hijos Mateo (14) y Lucas (15), quienes estudian piano y clarinete, respectivamente.
Ambos se forman en el Conservatorio Plurinacional de Música desde hace siete años. "Lucas trabajó como solista con la orquesta de Armando Vera”, contó Wilde a Miradas. Al escuchar a Lucas interpretar el clarinete es común que la artista asocie los tonos agudos con los blancos de la pintura. "Eso enriqueció mi pintura y juntos hemos descubierto la música (asociada al color)”, afirmó, al recordar que las piezas interpretadas por su hijo que más le emocionan son la Sonata Op. 167 de Camille Saint-Saëns.
Ahora sus dos hijos usan un lenguaje musical para referirse a los cuadros de su madre, quien contó que ambos emplean palabras como ritmo, armonía y compás. Incluso es frecuente, por ejemplo, que su hijo Mateo le pregunte: ¿Qué has pintado cuando yo tocaba a Chopin? Entre las piezas del compositor polaco que inspiran más a la artista y son interpretadas por su hijo están los estudios No. 9 y 13.
Así, al escuchar las interpretaciones de sus hijos Mateo y Lucas, Wilde siente que su alma se alimenta. "Su música tiene sentimiento, lectura plástica; es como la interpretación de un cuadro con la música”. "El ritmo, la armonía la musicalidad son las mismas lecturas que yo he descubierto en los cuadros”, añadió la artista al referirse a la musicalidad en las obras pictóricas.
La musicalidad se expresa cuando en la interpretación una tonalidad o un ritmo sube o baja, de tal forma que la imaginación vuela y se siente una tormenta o una llovizna. "Esa es la musicalidad, la forma de interpretar”, resumió Wilde.
En el caso de un cuadro, de la misma forma se buscan tonos, ritmos y armonías; y se los elige ya sea para un fondo o para acompañar o combinar. "Para mí un cuadro es una lectura musical”. Gracias a esta forma de asociar la música y la pintura; y con el pasar de los años, la artista aprendió a ver más allá, pues por ejemplo, cuando sale al altiplano, donde otros ven una aridez total, ella ve tonos, ritmos, colores y armonía.
"La música andina tiene tanto viento… en el cuadro es lo mismo”, afirmó.
Además del altiplano, la pintora disfruta inspirarse en lugares como Achocalla o poblaciones como Palca. En los grises que predominan en esos lugares, ella encuentra rosados y azules, que considera fabulosos; en realidad, Wilde ve sobre todo al azul como un color religioso que observa no sólo en el agua o en el cielo, sino también en el vuelo de una mariposa.
A esa inspiración que obtiene en los paisajes se suma la música, y así puede crear pinturas con las que quiere trasmitir espiritualidad. "La pintura es una forma de reflejar el alma”. En las calles hay suficiente "drama y tragedia” como para encima representarlos en las obras de arte, piensa Wilde, quien considera que "el arte debe ensalzar el espíritu”.
Paseos virtuales
Como todo artista, con el pasar de los años, la técnica de Wilde ha mejorado y evolucionado. Y una forma que encontró para mejorar sus técnicas no sólo de ella, sino también de sus hijos, está en internet. La red le permite "volver” a lugares donde ha estado o ha conocido, pues mediante Google busca exposiciones, por ejemplo, en Argentina y se entera de las actividades de las galerías de todo el mundo.
"Me encanta pasear por Nueva York, veo en qué galerías están trabajando (los artistas)”. "Me ha gustado volver a Taiwan, pues yo estuve ahí”. "He vuelto a Rusia, vuelvo siempre a Moscú”, afirma al recordar sus paseos virtuales.
Estos paseos virtuales también los hace junto a su hijos para ver, por ejemplo, en Youtube a diferentes intérpretes de todo el mundo, como Han-Kin, que es un muchacho japonés que interpreta muy bien las piezas en clarinete de Carmen de Georges Bizet.
Al concluir la entrevista con Miradas, Wilde habló de una nueva pasión que consiste en acompañar e impulsar la formación y evolución musical de sus hijos Mateo y Lucas, lo cual puede realizar sin dificultad, pues para ella el interpretar un instrumento es similar a crear una pintura.
En el caso de un cuadro se buscan tonos, ritmos y armonías; y se los elige ya sea para un fondo o para acompañar o combinar.
un cuadro debe ser como una sinfonía
¿Qué siente al pintar y escuchar música?
Varios artistas, así como yo, se inspiran con la música, pero entrar en el interior de una obra musical y transmutarla al lienzo o percibir una música de colores para el ojo es casi un sueño, para muchos una utopía estética en la historia del arte. Yo pienso que este fenómeno maravilloso de dejar que la paleta se influya con el ritmo, logrando una cierta música visual, es algo simplemente mágico.
¿Cómo se mezclan pintura y música?
Esta combinación casi abstracta de artes no requiere concentración ni un profundo conocimiento de la música, académicamente hablando. Ello ocurre así nada más; quizá se trata de un inexplicable click capaz de fusionar estos lenguajes del arte que, eso sí, tienen la virtud de tocar el alma humana y sensibilizarla.
¿En qué momentos ocurre ese click?
Esto ocurre en un inexplicable momento de inspiración y entrega. Por eso cuando a veces me preguntan si puedo definir la combinación perfecta entre la música, sobre todo la de los grandes maestros compositores y mi pintura, recuerdo algo que oportunamente decía Kandinsky, el pintor ruso: "El color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla. El alma es el piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que por esta o aquella tecla hace vibrar el alma humana”.
¿En qué se basaba la concepción del maestro ruso?
La concepción de Kandinsky de una pintura que fuera capaz de reproducir la comunicación, "artista-cuadro-creador” se basaba en la música y su armonía: el color y el tono debían convertirse en armonías musicales. En los cuadros debían crearse acordes cromáticos que causaran en el espectador sentimientos de armonía o disonancias. Tal vez por ello, cuando se habla de música se recurre a expresiones muy similares como colorido, notas luminosas o sombrías, paleta sonora y muchas más.
¿Cómo se compone un cuadro con esos elementos?
Según Kandinsky, un cuadro debe estar compuesto como una sinfonía, y debe percibirse así, como una sinfonía de los sentidos y de los colores. Cuando escucho a Debussy, uno de mis compositores favoritos y que mis hijos suelen interpretar en sus instrumentos, me transporto a esas sensaciones percibidas por el maestro, cuando decía que su obra transpone en música sensaciones visuales o auditivas vividas en la presencia de la naturaleza. La insistencia con la que él se dedicaba a ello me hace reflexionar en la importancia que los pintores impresionistas daban al paisaje.
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