domingo, 25 de noviembre de 2012

Nataly Quispe. Tuvo que poner orden en una vida caótica y convertirse en la “mamá” y líder que alienta o riñe a sus mil hijas del Club HaTo,



Bolsas de basura, alcohol, perros callejeros, ruido y mucho desorden era el ambiente que la rodeaba mientras crecía en El Alto; al cumplir los 17 años, Nataly Quispe había decidido ignorarlo. Desarrolló su propia identidad siendo rebelde y gótica: ropa negra, botas de cuero, cabello largo y actitud ruda.

Cierto día, al estar navegando por internet, se topó con unos chicos de ojos rasgados cantando y bailando. “Mi primera impresión fue que era algo tonto; pero lo vi cuatro veces más y para la última ya estaba sacando los pasos de baile del tema Rokkugo de Super Junior”.

Pronto supo mucho sobre los 13 chicos que conforman SuJu, la boy band coreana, y se sorprendió al conocer que, pese al ambiente en el que crecieron, similar al de una persona boliviana de escasos recursos, esos chicos contagiaran tanta alegría. Si esto pudo ser, ella pensó que también podía cambiar su vida.

Dejó de vestirse de negro y empezó a conocer a “verdaderas amigas y a ser más femenina”. En esa senda, la rebelde recibió la invitación de asumir el liderazgo de un grupo de fanáticas. Desde Colombia, donde está el club madre latinoamericano, le ofrecieron encaminar el HaTo (Happy Together) de seguidores de SuJu en Bolivia.

Una parte de ella se negaba a ser vinculada tan públicamente con “mis chinos” y también estaban las críticas de sus compañeros de universidad —estudia Auditoría—. “Yo pensaba: este cambio podría ser lo mejor que me esté pasando en la vida, despertaba mi confianza para enfrentarme a lo que sea y a quien sea”. Y así lo hizo.

Algunos padres de las chicas de HaTo piensan que ellas hacen lo mismo que para una entrada folklórica, a otros les encanta que, en sus reuniones, las mayores ayuden a las demás en Física o Matemáticas. “Tratamos de crecer siguiendo lo que vemos en SuJu: el mayor debe proteger o ayudar al menor, nuestro lema es: Más que un club, una familia”.

Seis años después, Nataly mantiene sus botas góticas, aunque no es más una solitaria. Es el mes aniversario del club, hay mucho que organizar, pues se va a apoyar al IDAI (Instituto de Adaptación Infantil). También está su trabajo de contadora en una empresa de muebles, la familia y el objetivo primordial en su vida: “Sujunizar Bolivia”.


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