lunes, 16 de julio de 2012

Más de 100 esculturas de mármol, metal y madera habitan la capital

Cada pieza escultórica que reside en la ciudad de La Paz guarda una historia que es plasmada por el libro Patrimonio escultórico de la ciudad de La Paz, elaborado por Carlos Gerl y Randy Chávez, del Gobierno Autónomo Municipal. Hay más de 100 esculturas repartidas por su territorio y son emblemas que rinden homenaje a libertadores, presidentes, héroes, heroínas, políticos, personalidades paceñas, nacionales y extranjeras... o son simples alegorías.

Todas (monumentos, estatuas, bustos) forman parte del patrimonio de la urbe y son verdaderas obras de arte que fueron esculpidas por las manos y la imaginación de artistas locales e internacionales.

Las esculturas estatuarias y ornamentales pueden ser de dos formas, según el documento consultado: de bulto redondo (figura que el espectador puede rodear y contemplar por todos los lados; físicamente exenta del marco arquitectónico) o de relieve (que está directamente relacionada con la arquitectura, puesto que está sujeta físicamente al marco arquitectónico; está tallada o superpuesta sobre una superficie de un bloque). Para estas páginas se han escogido algunas piezas que representan la lucha por la independencia en estas tierras, en el continente americano, el heroísmo, o por su importancia al ser parte de sitios históricos que fueron protagonistas de ese célebre 16 de julio de 1809.

El monumento del Libertador Simón Bolívar pesa dos y media toneladas

Tiene una altura de cuatro metros y su peso aproximado es de dos y media toneladas. La pieza de bronce fundido es obra del escultor francés Emanuel Fremiet, arribó a La Paz el 14 de julio de 1925 (cerca del centenario del nacimiento de Bolivia) y se halla en la avenida 16 de Julio, en la plaza Venezuela. La efigie fue adoptada por el Gobierno venezolano, que mandó a elaborar cinco réplicas para las cinco naciones que fueron liberadas por el héroe de la independencia de América (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela).

El homenaje a Eduardo Abaroa es la escultura fundida más ancha de la urbe

El monumento de bronce al héroe de la Guerra del Pacífico mide cuatro metros con 50 centímetros y pesa tres toneladas; yace en la plaza Eduardo Abaroa de Sopocachi. La obra develada el 23 de marzo de 1952 pertenece a Emiliano Luján, quien esculpió el dedo “acusador” en dimensiones desproporcionadas, para recordar a los bolivianos el deber de recuperar el mar. Ante las críticas, lo cortó y, luego, lo sustituyó por otro de menor tamaño. El cuerpo de Abaroa tiene forma de rayo encrespado, y la del pedestal, de puente quebrantado.

El conjunto escultórico del héroe de la revolución de julio fue hecho en Roma

La obra fue inaugurada el 22 de agosto de 1909 y pertenece al artista italiano Ferrucio Cantelle. La escultura principal representa a Pedro Domingo Murillo, mide tres metros y pesa dos toneladas, lleva traje de la época y sostiene una capa y la proclama de la Junta Tuitiva. Las otras cuatro estatuas son alegorías de dos metros con 50 centímetros y pesan una y media toneladas: las dos mujeres simbolizan a la ciudad de La Paz (frente al pedestal) y el pueblo de La Paz (a la izquierda); el ángel está detrás y al lado derecho, el león, que representa el valor y coraje de los patriotas.

La escultura del fundador se erige donde se hallaba la Fuente de La Paz

La pieza del militar español Alonso de Mendoza que se halla en la plaza homónima, fue destapada el 20 de octubre de 1948 y erigida por impulso de Nemesio Iturri Núñez, laborado por Flavio Machicado, dirigido y diseñado por Hugo Almaraz y auspiciado por la Alcaldía, en honor al cuarto centenario de la ciudad. La obra mide dos metros con 20 centímetros y su peso es de 900 kilogramos. En los lados frontales del pedestal hay dos esculturas en piedra granito que recrean la ceremonia de fundación de la urbe en Laja y su posterior traslado al pueblo de Chuquiago.

Las ocho estatuillas de mármol que viven en la plaza Murillo son berlinesas

Son las habitantes de mármol de la antigua plaza de Armas, hoy denominada plaza Murillo. El conjunto está conformado por ocho estatuillas alegóricas de bulto redondo, de cuerpo entero, en posiciones erguidas, de autor anónimo, que tienen una altura de un metro con 20 centímetros y un peso aproximado de 14 kilogramos. De acuerdo con las investigaciones de la escritora Ana Rivera, representan las artes (arquitectura, escultura, música y pintura) y las estaciones del año (primavera, invierno, otoño y verano) y fueron compradas en la ciudad alemana de Berlín. Desde su llegada a la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, radicaron en el centro del poder político del país.

Primeramente, fueron colocadas como centinelas de los cuatro lados de ingreso que poseía la referida plaza; no obstante, cuando éstos fueron ensanchados y se recreó paisajísticamente el lugar con la plantación de árboles, las obras fueron reubicadas alrededor del monumento que homenajea al máximo héroe de la rebelión del 16 de julio de 1809, Pedro Domingo Murillo. Algunos escritores han malinterpretado la representación de estas piezas artísticas, refiriéndose a ellas como si fueran parte de la mitología griega. Sin embargo, las musas de las leyendas que evocan a dioses y héroes como Zeus o Aquiles, eran nueve y simbolizaban a las artes y las ciencias, y las estatuillas de la plaza paceña sólo tienen entre ellas a la musa de la Música.

Dos de las esculturas sufrieron deterioros considerables el 3 de agosto de 1990, cuando se organizó un encuentro de juventudes en el llamado kilómetro cero de la urbe; la restauración conllevó tres años de arduo trabajo. Asimismo, una de las piezas, la Alegoría de la Escultura, guarda un recuerdo ingrato de los enfrentamientos que se suscitaron en el sitio entre policías y militares, en febrero de 2003, hecho que precedió la crisis del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, quien renunció ocho meses después. En ellos, un proyectil impactó en el brazo derecho de la obra y lo destrozó por completo.

Una obra que recuerda al cronista de la guerra de guerrillas independentista

José Santos El Tambor Vargas nació en Oruro en 1796 y se enroló en las guerrillas patriotas que operaron en las provincias de Sicasica y Ayopaya, para apoyar la causa revolucionaria y, a la par, escribir su experiencia. Hoy, el diario del Comandante del Partido de Mohosa es un documento único en su género y relata con lujo de detalles las luchas independentistas de 11 años, entre 1814 y 1825. El busto de este personaje se halla en la avenida Busch y es parte de un conjunto de 12 piezas similares que tienen una altura de entre 60 y 70 centímetros y pesan 130 kilogramos.

Doña Vicenta Juaristi Eguino lidera una obra que simboliza el heroísmo femenino

La figura de bronce de la heroína de la independencia mide dos metros y pesa una tonelada. Fue hecha por el escultor Víctor Hugo Barrenechea y develada el 11 de diciembre de 1975. Está en la plaza Juaristi Eguino, el sitio donde doña Vicenta recibió a Simón Bolívar, el 18 de agosto de 1825. La mano derecha del monumento sostiene una llave, que simboliza la llave de oro que esta mujer entregó a Bolívar, y la izquierda porta una corona de laureles, que representa la corona de plata laminada con incrustaciones de piedras preciosas que ella mandó fabricar para obsequiarla al Libertador. Tres piezas escultóricas de alto relieve acompañan a la estatua de doña Vicenta: la primera recuerda a la heroína Simona Manzaneda, cuando paseó desnuda sobre un asno alrededor de la plaza Mayor (hoy plaza Murillo), para luego ser fusilada por la espalda; otra está dedicada a Bartolina Sisa y a las mujeres aguerridas del levantamiento indígena de 1781, y la última, es un tributo a las mujeres que lucharon y sufrieron por la causa libertaria.

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