Su hiperactividad cuando estaba en el prekínder y el amor de su papá por la música, hicieron que a Gabriela la apuntaran al Conservatorio con cinco años de edad. “Empecé a leer música antes de leer letras”. Y fue todo un acierto: el primer encuentro de la pequeña de siete años y el piano se ha transformado en una relación fructífera que dura ya 13 años.
Tiene el cabello oscuro y lacio, sujeto en una cola en el lado izquierdo, hacia donde apunta su cerquillo que luce algunos finos mechones en tono anaranjado. Lleva lentes de pasta negra y roja y su sonrisa es amistosa. Inevitable fijarse en sus manos buscando en ellas el modelo de dedos de pianista. Se podría decir que sus manos son normales, ni grandes ni chicas. Dice que tener los dedos largos ayuda pero no es indispensable.
Su primer concierto fue a los seis o siete años; recuerda muy poco esos momentos. A los nueve tuvo su primer premio: ganó el Concurso Nacional de Piano Mario Estenssoro Vásquez (ya no se celebra). Con 20 años, acumula seis galardones nacionales, dos internacionales y decenas de menciones. Pasó de ensayar media hora en sus inicios a 480 minutos al día, “aunque ahora ya no se puede tanto”.
Hace tres años salió como técnico superior del Conservatorio y, aunque ya no estudia, apenas tiene tiempo: da clases a los que ahora son alumnos donde ella estudió, tiene un trío de música de cámara, da conciertos y, desde hace un año, toca el piano moderno. Además, se reserva sus ratos para leer, una afición que alimenta su profesión:
“Para tocar hay que imaginarse tantas cosas, que de algún lado hay que sacarlas”, argumenta.
“Casi todas las cosas que he querido hacer, ya las estoy logrando: tocar con la orquesta, dar conciertos, poder viajar con la música…”. Quisiera tener un título universitario en música, como otros jóvenes en el mundo. “La única opción que nos queda es buscar una universidad fuera para poder sacar una licenciatura que valga la pena”. Pero le falta el apoyo económico, que tampoco obtiene cuando sale a tocar representando a Bolivia.Gran parte de sus amigos son del Conservatorio; con quiénes si no podría hablar, a los 14 años, de compositores, como de su preferido, Chopin.
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