Son las 14:30 y en la calle 3 oeste de la Villa Primero de Mayo, a dos cuadras de la avenida Cumavi, se observa a niños y jóvenes ingresando apresuradamente al Centro Cultural de la Villa Primero de Mayo. Llegando a la puerta y como si se tratara de una bienvenida, comienzan a sonar en los violines las inconfundibles notas de Rosita Pochi; es un grupo de niños y adolescentes que balancean hábilmente sus arcos sobre las cuerdas, mientras leen sus cancioneros, estaban en clases.
Diez minutos después se tomaron un descanso. "Es uno de los instrumentos que más gusta a los niños a pesar de que no es sencillo aprender a tocarlo", explicó Pascual Urucuy, profesor de música.
A 15 metros de los violinistas, otro grupo de personas, esta vez entre los 10 y 35 años, están dando sus primeros pasos con la guitarra. "Do, Re, Mi, Fa, Sol", repite Carlos Guzmán, mientras sus alumnos entonan esas notas pero con las cuerdas de su guitarra. "Están en sus primeras clases. En unas semanas comenzarán a interpretar las primeras canciones", explicó.
Ritmo contagiante. Si existen los apasionados por la música, también están aquellas personas que llevan el baile en la sangre.
Una música cadenciosa dominada por los tambores es el que hace mover hombros y caderas a un grupo de jóvenes. "El ritmo afroboliviano es contagiante. Les encanta a los jóvenes y ahora lo están aprendiendo a bailar", explicó Iván de la Barra, instructor de baile.
El grupo es muy diverso. Hombres y mujeres, de piel morena o trigueñas, delgados y robustos con el ritmo afroboliviano como común denominador. "Llevo el baile en la sangre", asegura Dayana Romero, mientras mueve sus hombros y da algunos pasos.
Cultura entretenida. Todo lo anterior demuestra que la cultura está a flor de piel en el Centro Cultural de la Villa Primero de Mayo. Clases para aprender a interpretar instrumentos musicales y ritmos nacionales, para aprender a bailar son solo algunas de las actividades que se promueve desde este lugar. "Nos da mucha satisfacción ver llegar a los niños y jóvenes con ganas de aprender nuestra cultura", explicó Arturo Molina, director de esta unidad.
Ese intenso trabajo que despliega este centro desde hace siete años merece ser celebrado por doble partida. Primero porque crea en los niños y jóvenes una innegable pasión hacia al arte y la cultura cruceña, pero además porque se convierte en una alternativa de diversión para sus momentos libres alejándolos de otros peligros. De hecho, según Róger Alpire Sánchez, instructor de guitarra, la cultura ha reencausado a jóvenes. "Algunos nos confesaron que pertenecieron a pandillas pero ahora están más felices aprendiendo a tocar instrumentos", manifestó.
Amigos de los libros. En una época donde la Internet parece ganarle a los libros, este centro es una referencia para los niños que acuden todas las tardes para leer algunos libros. "Comienzan a llegar a partir de las 14:00. Consultan libros, terminan sus tareas y se van a eso de las 17:00", explicó Carlos Guaman, responsable de la Biblioteca.
“Me encanta bailar, estoy en clases de baile. Ahora estamos aprendiendo el ritmo afro, es contagiante”.
Dayana Canelas
Aprende baile
“Primero aprendí a tocar guitarra, ahora me toca el violín. Me encanta aprender a tocar instrumentos’.
Laura Vaca
Estudiante de violín
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