“La posibilidad del movimiento es infinita, la danza contemporánea en especial porque te da libertad”, dice el cochabambino Óscar Zelada sobre la Residencia de Abril en Tarija, concurso que ganó en abril pasado.
Así, Zelada fue seleccionado para dirigirla, seducido por la palabra “desafío”, ya que muy poco, por no decir nada, se sabe sobre el movimiento dancístico de Tarija.
¿Qué le ha dado la experiencia de trabajar en la Residencia de Abril en Tarija?
Al inicio una serie de eventos me han hecho reflexionar sobre las prioridades de los artistas. Creo que vivimos un sistema que convierte en cosas a las personas. Fui a Tarija con muchos cuestionamientos internos. Por ejemplo, esto de abordar temas sociales no por el interés, sino por los financiamientos. Con la residencia he podido manifestar libremente lo que pensaba, sentía y así puse en crisis a los 22 bailarines que participaron y que tenían cuestionamientos desde otros lugares, pero en esencia bastante similares.
Poner en tela de juicio la danza, el arte, de evaluar la situación del artista, bailarín, coreógrafo, director, ha hecho que madure un montón.
Creo que el arte llega a donde es muy difícil llegar: a la parte espiritual, y por lo tanto es transcendente. Cuando se llega a la parte espiritual, puede convertirse en un sentido de vida. Pienso que con el arte se puede cambiar el mundo.
¿Ha sido muy difícil trabajar con bailarines que no están formados en danza contemporánea?
Otra cosa que me ha gustado mucho, en la residencia, es haber respetado lo que quieren y como pueden decir los cuerpos de los bailarines que han venido de distintas disciplinas. Claro, les he dado algunas herramientas, pero básicamente he respetado lo genuino de su expresión. No los he obligado a nada, diciendo que esto está mal o bien.
Me hubiera gustado tener mayores posibilidades corporales, que te las otorga la danza contemporánea escénica, pero me ha gustado mucho combinar y trabajar con ellos. La técnica contemporánea es importante porque lo mental estimula a lo físico, no es fácil improvisar. Por ejemplo, soltarse, es algo que se debe practicar y que se logra con el tiempo.
“Pies descalzos” no ha sido una obra abstracta porque el grupo tenía mucho que decir y se ha complementado con los valores y principios de la danza contemporánea. He trabajado principalmente con lo que me parecen claves: La libertad, creatividad y finalmente “el aquí y ahora” en palabras de Melo Tomsich. Es decir, vivir y contar esta historia.
¿Cuáles los desafíos ahora?
Siento que he podido realizar un cambio en algunas personas. Se ha plantado una semilita para una revolución. Es la primera vez que se ha desarrollado un trabajo en danza contemporánea en Tarija con estas dimensiones. Estoy seguro que si Tarija lo desea, se va a hacer presente en danza contemporánea, puede hacer presencia de manera extraordinaria en Bolivia y afuera.
Tarija es una ciudad que danza, todos bailan, todos tienen en su cuerpo la danza. Eso es increíble. Pero, creo que tienen una influencia muy fuerte de otros lugares. Noto que es un poco superficial la encarnación de la danza y es muy frágil. Pero si se fomentan procesos de formación, se podría hacer mucho con los bailarines de Tarija, tienen un gran potencial.
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