Desde un punto de vista estrictamente pedagógico todo lo que es educación artística, a veces se perjudica con estos cursos rápidos, ya que son cursos de solo 15 días o de un mes, donde nadie puede aprender nada en realidad.
A veces el niño, o el adolescente y hasta el mismo padre de familia en vez de despertar la vocación del artista y en lugar de darle una visión del arte como lección de vida le da una visión del arte como pasatiempo, como algo que hay que hacer de vez en cuando y a medias: aprende unas cuantas pisadas de guitarra, aprende unos cuantos acordes de piano, y ya el chico cree que por eso es músico o que ya ha estudiado música, o aprendió algunos pasitos de danza y ya el niño cree que es un bailarín.
Esto los perjudica muchísimo, porque a lo mejor el niño tiene una vocación profunda para ser bailarín, actor de teatro o un gran concertista, pero la visión que le da el padre de familia, o el instituto o la academia donde va a aprender en una vacación es que la música, la pintura, la literatura o el teatro, sirven para pasar el tiempo y nada más.
Entonces, el chico cree que ser un guitarrista, ser un pianista o ser un danzarín o un actor de teatro es un hobby, un pasatiempo y no una vocación, no un trabajo serio que exige seriedad, constancia y años de estudio, de disciplina, de método y de aprendizaje.
Ahí viene lo grave, ahí es donde se perjudican estos chicos que van y aprenden unas cuantas pisadas y ya empiezan con la guitarreada y luego se pierde un gran músico, porque el criterio con que se eligió en una vacación era, o para que no moleste, o para que el niño no se engorde.
Pedagógicamente, los que enseñamos arte, sabemos que eso perjudica.
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