Parodia, humor y diversión para grandes y chicos ofrecen los “cómicos ambulantes” peruanos que desde hace cuatro décadas mantienen un espectáculo callejero que les ha permitido combatir la desocupación y ganarse la vida.
Los cómicos son en su mayoría migrantes de regiones andinas que llegaron a la costa limeña en busca de mejores oportunidades y que al verse desocupados encontraron una veta artística que ahora presentan diariamente en teatros populares de la capital al aire libre.
Manuel Quilca, de 52 años, llegado a Lima hace 20 años, logró sostener a su familia de tres hijos -uno estudiante de ingeniería- con la comedia burlesca callejera.
Manuel es el cholo Peter, uno de los personajes que en las tardes limeñas sale a un anfiteatro al aire libre en el popular Parque Universitario, en el centro histórico de la ciudad, donde el público se reúne informalmente en un ambiente bullicioso y festivo.
“Nosotros hacemos reír a la gente, lo que hacemos es cultura popular, queremos que nos vean como artistas que educamos mediante el humor”, cuenta Quilca, rodeado de su tropa, formada por Salserín, el enano Pompín, Centavito, el Sargento Gato, entre otros.
Con el paso de los años los cómicos ambulantes tienen una nueva imagen. “Muchos piensan que somos vulgares, que hacemos reír con groserías, pero ya hemos dado vuelta a esa página. Ahora a todo aquel que se muestra grosero le ponemos una multa de cinco soles (1,9 dólares)”.
El humor de las cosas simples
Los temas que desarrollan giran en torno a “las peripecias de un provinciano y las cosas simples de la vida cotidiana a las que les ponemos chispa, picardía y sabor para arrancarle risas a la gente”, explica.
El Parque Universitario, que hace medio siglo estaba abrumado por la delincuencia, es paso obligado de gente de toda condición: oficinistas de cuello y corbata, trabajadores de overol, estudiantes, desocupados, curiosos y vendedores de baratijas, que se detienen al advertir las carcajadas que arrancan los cómicos ambulantes.
Desde las graderías del anfiteatro el público aprecia gratis el espectáculo, pero al final de cada número los cómicos pasan el sombrero entre el auditorio, al que se le pide “una propinita por el amor de Dios”. Además, venden golosinas, y junto con lo que se obtiene de las propinas, al final del día se reparte todo lo recaudado en partes iguales entre los cómicos.
“Así nos ganamos la vida, así mantenemos a nuestras familias”, explica el cholo Peter, presidente de la Asociación de Cómicos Ambulantes del Perú (Asocap), fundada hace 12 años por 15 miembros que se declaran herederos de los primeros artistas de la calle que surgieron en la década del 70.
Durante años los primeros cómicos trabajaban a salto de mata repartidos en plazas de barrios populosos, hostigados por la Policía que los acusaba de “afear” la ciudad, hasta que hace tres años el Centro Cultural de España acogió un proyecto que les presentó el artista plástico Andrés Cordero.
Teatralidad propia
En esos talleres que duraron siete meses recibieron capacitación sobre el teatro a través de la historia y pudieron conocer obras de dramaturgos, desde los griegos hasta los contemporáneos, que les permitieron afinar su puesta en escena.
Cordero, que junto con sociólogos y dramaturgos participó en talleres para los miembros de Asocap sobre histrionismo e historia del arte, resumió: “Me sorprendió la capacidad creativa e histriónica que poseen; no sólo actúan, también son guionistas y productores de un teatro nuevo surgido de la calle”.
“Han logrado desarrollar una teatralidad propia, con temas de su experiencia de migrantes, pero también hacen parodia sobre la experiencia común del público como el enamoramiento y la seducción, del caos del transporte limeño y de la ciudad como un monstruo”, subraya.
Miguel Ángel Bazán, del centro cultural español, comentó que “fue una grata experiencia porque fue un aprendizaje de ambos lados; los cómicos ambulantes tienen un gran bagaje de puesta en escena”.
En paralelo, la municipalidad de Lima llegó a un acuerdo con ellos para que ocupen parte del Parque Universitario.
El cholo Peter admite que esos talleres fueron de gran ayuda y que aprendieron técnicas teatrales, vocalización y dominio de escena para perfeccionar su trabajo. Su opinión es secundada por Giovani Aurora, de 35 años, otro de los artistas urbanos que llegó a Lima de la norandina ciudad de Ancash, hoy líder de la Asociación de Artistas y Cómicos Urbanos Internacionales (Aacuin).
Giovanni también se formó en talleres del Centro Cultural de España y tiene su centro de operaciones en el Parque Chabuca Granda, cerca al Palacio de Gobierno. “Somos autodidactas, hacemos un teatro sincero para que la gente que pasa por acá pueda reírse un poco con un teatro que no esperaba ver”. (AFP)
“Han logrado desarrollar una teatralidad propia con temas de su experiencia de migrantes y también hacen parodia”.
Andrés Cordero, artista.
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