“Carmina Burana”, del compositor alemán Carl Orff (Múnich, 1895-1982), es su trabajo más famoso, y un momento estelar de la composición sinfónica del Siglo XX.
Carmina Burana se basa en la homó-nima Carmina Burana, una colección de cantos goliardos de los siglos XII y XIII reunidos en el manuscrito encontrado en Benediktbeuern en el siglo XIX. Escri-tos por monjes y juglares, la colección atrajo a Orff por lo diverso de sus ver-sos que eran tanto humorísticos, tristes o sugestivos. Entonces, eligió unos veinte al azar y los arregló en crudas canciones para solistas y coro, acompa-ñados por instrumentos y mágicas imá-genes.
Este trabajo ejemplifica la búsqueda de Orff por un idioma que pueda revelar el elemental poder de la música, permitiendo al oyente experi-mentar esta expresión artística como una fuerza primitiva y abrumadora. La poesía de los Goliardos, que no solamente cantaba al amor y al vino, sino que también se burlaba de la clerecía, encajaba perfectamen-te en el deseo de Orff de crear una obra musical que apelara a la “musicalidad fundamental” que, como él creía, todo ser hu-mano poseía.
Absteniéndose de una desa-rrollada melodía y una comple-ja armonía y articulando sus ideas musicales a través de so-nidos básicos y patrones rítmi-cos fácilmente discernibles, Orff creó un idioma que muchos hallaron irresistible. A pesar del notable sentimiento “primiti-vo” de Carmina Burana, Orff creía que la profunda llamada de la música no era meramente física.
Carmina Burana forma la primera par-te de la trilogía de las cantatas represen-tadas llamadas Trionfi (Triunfos), todas basadas en textos latinos. La otras dos partes son Catulli Carmina y Trionfo di Afrodite. La primera representación, en 1937, fue un gran adelanto estilístico que trajo rápidamente fama a Orff. Además, Orff mismo toma a Carmina Burana como el inicio real de su carrera y, por lo mismo, ordenó a su editor destruir todos sus trabajos previos, una orden que, afortunadamente, fue desoída.
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