La Cancillería del Estado boliviano reconoció ayer por la tarde al pintor, dibujante, grabador, escultor y muralista boliviano Gil Imaná con la condecoración “Cóndor de Los Andes” en el Grado de “Caballero”, a cargo del canciller David Choquehuanca, por su trayectoria y aporte a las artes bolivianas desde una perspectiva innovadora que ha significado una escuela para muchos talentos plásticos.
Gil Imaná, nacido en Sucre en 1933, con voz temblorosa y con un discurso de recibimiento lleno de emotividad, aseguró que ese honor es uno de los momentos cúspides de su carrera y que es un orgullo recibir dicho merecimiento.
“El cóndor desde nuestras culturas ancestrales ha sido motivo de admiración. Fue una de las deidades del imperio de Tiahuanacu. Bajo la presencia del Sol estaba el cóndor en segundo lugar. El cóndor ha sido siempre un símbolo cuyas dos virtudes fueron elogiadas antes, ahora y siempre. Vuela alto y mira lejos (…) La responsabilidad que tengo de llevar en mi pecho esta distinción es muy grande, pero grande también es mi entrega total de toda una vida al arte”, declaró el pintor.
SUS ANÉCDOTAS
Por otra parte, con palabras llenas de emotividad, contó los momentos más importantes de su vida.
Comentó que a los ocho años entró a la Escuela de Bellas Artes y a los 10 años tuvo que dejar la escuela para dedicarse totalmente al estudio profesional de la pintura de la mano de Juan Rimsa.
“Mi primer encuentro brutal fue ir a estudiar, a mis diez años (sus compañeros eran mucho mayores que él), anatomía a la morgue del Hospital Santa Bérbara. Frente a los cadáveres, nos explicaban los nombres de cada músculo. Yo estaba temblando ante lo desconocido que para mí significaba. Posteriormente descubrí la belleza de la mujer, que no tiene comparación en el mundo entero”, contó.
SU SUEÑO
“Espero que un día, aunque sea desde el más allá, ver uno de mis sueños realizados: un museo que albergue mis obras. Para tal motivo dejo mis cuadros sin ningún precio para este propósito”, concluyó.
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