No es habitual observar a Mamani Mamani ser interpelado. Sin embargo, últimamente se ha hecho común encontrar al artista en figurillas ante la perspicaz observación que hacen los alumnos a sus coloridas obras. “Profe, ¿acaso hay llamitas rojas?”, le dice Gabriela al pintor. Lo hace blandiendo entre sus dedos un colorinche crayón con el que se apresta a pintar el regordete camélido que habita en el cuaderno de dibujo. Mamani Mamani sonríe, se rasca la cabeza y finalmente invita a la niña de siete años a “liberar su creatividad”. Esta premisa suena sencilla, pero no lo es. “Llegamos al mundo cargados de creatividad, pero con los años nos van reprimiendo. Nos dicen: ‘No te salgas de la línea’, ‘no se combina así’, ‘no pintes con ese tono chillón’... Y con los años comenzamos a tenerle miedo a los colores”, reflexiona el artista. Y, claro, para Roberto Mamani no existe mayor condena que privar al mundo de las tonalidades de los Andes. Es por ello que se ha impuesto la tarea de motivar en los niños el desarrollo de su naturaleza creativa. Y lo hace a través de una serie de talleres artísticos donde deja de ser un reconocido pintor para simplemente ser el “profe”.
“Más que mis cuadros, estoy seguro de que éste será mi legado: dar alas a los niños a través del color”. Ese legado ha comenzado a pintarlo en colegios de El Alto y de la zona Sur de La Paz, donde introduce a los estudiantes al mundo del dibujo, invitándolos a redescubrir la magia de los colores.
El 24 de mayo fue el turno de Sucre. Quinientos niños participaron del curso gratuito que el pintor brindó, como parte de las actividades programadas por la Gobernación de Chuquisaca para celebrar el aniversario de la gesta libertaria del 25 de mayo de 1809. “Me invitaron a ser parte de la celebración, pero no quería participar simplemente con una exposición, quería dejar una huella e interactuar con los niños”.
Centenares de estudiantes de Primaria de distintos establecimientos educativos fiscales y particulares respondieron a la convocatoria lanzada para ser parte del taller. Se seleccionó a los más talentosos a través de dibujos recibidos de forma previa.
Mamani Mamani se ha tomado muy en serio el oficio de “profe”. Elaboró una cartilla especial para acompañar sus enseñanzas, donde destacan símbolos de la cosmología andina. “Los libros para colorear que normalmente se da a los pequeños están llenos de figuras ajenas a nuestra realidad, como Pato Lucas y Mickey Mouse. Yo opté por poner elementos más acordes a nuestra realidad: imillas, llokallas, nevados, soles y lunas”. Poco a poco, los pequeños discípulos pierden el miedo a los colores y, alentados por su maestro, se encargan de provocar una explosión de tonalidades sobre las monocromáticas páginas de la cartilla.
La casona del arte
Ver a Mamani Mamani rodeado de inquietos y alborotados chiquillos que pelean por su atención es toda una experiencia. Por momentos, el artista se ve rebasado ante la desbordante energía de los niños, pero al final termina imponiéndose a través de leyendas y cuentos andinos que ayudan a matizar el trabajo de enseñanza.
“Grave había sido ser profesor, me saco el sombrero por quienes se dedican a esto”, musita, mientras en una de las mesas de trabajo un niño rompe en llanto porque su compañero le quitó el crayón.
En 2011, Roberto Mamani compró una casona colonial en la calle Jaén, en el casco antiguo de La Paz. En diciembre de ese año inauguró allí el Centro de Artes Mamani Mamani, estructura que cuenta con espacios destinados a la formación artística. No sólo se brinda talleres de artes plásticas, también están presentes el ballet, el canto y la danza folklórica. Y como no quiere que sea de otra forma, el pintor forma parte del plantel de docentes.
“Es un centro donde evitamos la enseñanza cerrada y vertical. El arte tiene que brindar la libertad para que los niños caminen a su propio ritmo. Mi mayor crítica al sistema de enseñanza de las artes es que, si bien se genera promociones de artistas que invirtieron cinco años de su vida, luego varios lo abandonan. De 30 que egresan, tres subsisten. ¿Qué está pasando? Yo creo que son los métodos de enseñanza que hay que cambiar. Estamos muy sujetos a la mirada exterior y no nos miramos por dentro”, reflexiona.
Con todo, Mamani Mamani es consciente de que sus talleres son sólo una semilla que no asegura el surgimiento de pintores, aunque sí de mejores seres humanos.
“El arte sirve para sensibilizar y más si deja huellas a corta edad. A pesar de que decidan estudiar otra profesión, esa luz no se apagará. Un abogado-artista, un médico-artista, un bioquímico-artista… todos ellos serán sensibles al arte, su familia y su sociedad”.
No hay tiempo para más charla, los niños solicitan al “profe” en el aula. Horas más tarde, las obras serán expuestas en la plaza principal de Sucre. Decenas de llamitas rojas, lunas anaranjadas y pampas amarillas poblarán la capital de Bolivia.
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