Para techar una casa hay que trenzar la paja. Para hacer una canción, hay que bordar la letra con la música. Para escribir, hay que agarrar los hilos de las palabras. Bailar también es trenzar, dócilmente, como las aguas que caen de la cascada... A cada paso, en la charla con Elvira Espejo, versátil artista de Qaqachaka, comunidad aymara-quechua del departamento de Oruro, y con Álvaro Montenegro, músico urbano de múltiple registros, aparecen las metáforas textiles. Parece que así se han acostumbrado.
Lo cierto es que desde hace años, estos artistas están tejiendo un proyecto musical al que han llamado Sonares comunes: un encuentro de las sonoridades tradicionales rurales de Qaqachaka con las sonoridades urbanas contemporáneas; un tinku entre las qonqoteadas y las kalampeadas con las filigranas del saxofón, los teclados y el bajo de inocultables complicidades jazzísticas. En 2007, de esa urdiembre salió el primer producto, el celebrado disco Thakki / La senda. Este martes 13, con un concierto a las 19.00 en el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef, Ingavi 916) se dará a conocer el segundo paso en ese camino: el disco Utach Kirki / Cantos a las casas.
¿De dónde viene Inkay?, se pregunta una voz aguda como son las voces femeninas del sur de Oruro y del norte de Potosí. De la parte más alta viene Inkay, responde la misma voz. Y el diálogo musical de preguntas y respuestas continúa: ¿Con carga de qué viene Inkay? Carga de paja trae Inkay. ¿Carga de qué trae Inkay? Carga de madera trae Inkay. ¿De dónde viene Inkay? De la parte más baja viene Inkay. ¿A qué está viniendo Inkay? A armar nuevo pueblo está viniendo Inkay.
Así son los “cantos a las casas”que, hasta donde hoy se puede saber, se remontan por lo menos a la época del Incario. Son cantos rituales relacionados con la construcción de las viviendas en las comunidades más tradicionales de la región Qaqachaka y, por extensión, con las parejas que van a comenzar una nueva vida bajo los techos que se levantan. Cantos para construir, entonces; pero también cantos para amar.
Un libro de Denise Arnold y Juan de Dios Yapita, Hacia un orden andino de las cosas, puso a Elvira Espejo en la pista de los “cantos a las casas”. “Ese libro menciona ciertos fragmentos relacionados con la construcción de la casa”, recuerda Espejo. “Era interesante y provocativo para ver si aún existían los cantos. Así comencé a sondear entre los abuelos y al final la búsqueda de los ‘cantos a las casas’ nos llevo bastante tiempo, como tres años”. La búsqueda que emprendió Elvira Espejo en pos de las letras de esos cantos comenzó indagando en la memoria de su propios abuelos, pero rápidamente se extendió no sólo a otras ancianas y ancianos de su comunidad sino de un área más amplia, extensa y de sonora toponimia: Norte Condo, Condo Condo, Aguascalientes, Chivi Tambo... Son las palabras que todavía nombran los territorios de la antigua nación Charcas-Qara Qara.
Gracias a esas fuentes orales, finalmente se pudo reconstruir algunos fragmentos de las letras de los “cantos a las casas”. “Las grandes maestras de las letras son las abuelas”, dice agradecida Espejo, pero también advierte como una lección de su propio trabajo de ‘arqueóloga’ de cantos (“agarró el hilo de las palabras”, quizás diría ella misma) que hay que saber usar esos hallazgos. “Puedes tener los fragmentos”, dice la cantante, “y tratar de hacer un ajedrez, pero de repente se hace demasiado y hay susceptibilidad de que se rompa fácilmente”.
La reconstitución de las melodías fue un trabajo aún mucho más arduo. La memoria, en este caso, es más difusa y dispersa y, además, como advierte, Espejo, poco se sabe de los instrumentos antiguos.
“Lo que se ha hecho”, explica Álvaro Montenegro hablando sobre los diez “cantos a las casas” que en el disco se intercalan con otros ritmos qaqachakas, “es adaptar los textos a un esquema melódico similar. Es la misma forma melódica en todas las canciones que va variando rítmicamente, métricamente, de acuerdo con el texto. Las canciones, en términos de línea melódica, son similares”. CÓNDOR. ¿Cola de qué tiene Cóndor Mamani? Cola de arcilla tiene Cóndor Mamani. ¿Paredes de qué tiene Cóndor Mamani? Paredes de adobes de azúcar Cóndor Mamani. ¿Almohada de qué tiene Cóndor Mamani? Almohada paja tiene Cóndor Mamani. Así se escucha en otro “cantos a las casas”. “Las alas del cóndor”, explica Elvira Espejo, “tiene la forma de un techo de dos aguas”. Falta saber si es el cóndor el que quiere arraigarse en la tierra posado en el techo de la casa o es la casa que cobija a las jóvenes parejas la que, como ellos, quiere subir a los cielos.
La grabación de Utach Kirki fue otro tinku o encuentro. Elvira Espejo convocó a los estudios a los Wayra Sirineros, jóvenes músicos de su comunidad. Y Álvaro Montenegro, por su parte, a los integrantes en pleno de El Parafonista.Que los jóvenes quieran llamarse Wayras (viento) resulta casi natural. ¿Pero por qué Sirineros, Elvira?
“En mi tierra, el sereno es la cascada de agua donde se deja los instrumentos, donde se los hace serenar. En el sereno también puedes cantar para mejorar tu voz, puedes competir con el ruido de la cascada. Hasta el baile se practica cerca de la cascada para tener el ritmo del agua, para ser dócil, para poder trenzar de un lado y de otro lado, como el árbol que sólo juega con sus hojas”.
Álvaro Montenegro ya no tiene que explicar por qué su grupo de llama El Parafonista. Lo dijo en 2002, cuando se formó la agrupación: en la edad Media, el parafonista era el músico acompañante, el músico de segunda fila. En sus largos años de parafonista, Montenegro gestó el proyecto que ahora mejor lo identifica.
Frente a los “cantos a las casas”, confiesa Montenegro, El Parafonista reaccionó con cierta perplejidad. “Pero a medida que íbamos bordando la música, tanto los ‘canto a las casas’ como las otras canciones del repertorio que forman parte del disco, nos dimos cuenta de la profunda complejidad intrínseca que tienen esas canciones. Complejidad métrica, rítmica, de afinaciones. Comenzamos a tomar la cosa más seriamente. Trenzar es más complejo de lo que uno se imagina”.
Montenegro rehúye amablemente hablar de fusión cuando se trata de nombra lo que Los Wayra Sirineros y El Parafonista han hecho en este disco. “Preferiría”, dice, “hablar de las nuevas sonoridades de la música boliviana. Estamos tomando, por un lado, música tradicional qaqachaka y por otro, nuestra línea: la música popular urbana contemporánea. Hay una tendencia muy grande a folklorizar el canto tradicional nativo, eso equivale en gran medida simplificar y comercializar esa música. Esa simplificación y comercialización ha dado giros y giros y ahora está en proceso de decadencia. Entonces, se trata de revitalizar las sonoridades, lo que puede significar abrir algunas ventanas, tragaluces o puertas en la casa nueva para que entren luces también nuevas a nuestra música”.
Y cuando se habla de este tinku musical, Elvira Espejo dice que para los jóvenes músicos de su comunidad esa apertura es más fácil. “No hay dificultad porque ellos tienen en la mira a la modernidad; por eso se integran más fácilmente con otros instrumentos como un piano, una batería o un bajo”.
Lo que queda ahora es escuchar Utach Kirki / Cantos a las casas. El concierto de presentación es el martes 13 a las 19.00 en el Musef.
PerfilNombre: Álvaro MontenegroNació:La PazOcupación:Músico y productorParafonista de primera línea
Flautista y saxofonista, Álvaro Montenegro ha combinado la formación académica con la experimentación directa de la música popular. En 2002 formó la agrupación El Parafonista con el percusionista Hugo Guzmán y el tecladista Freddy Mendizábal, entre otros músicos. Reacio a encasillar su música, Montenegro ha explorado reiteradamente la producción de lo que llama “nuevas sonoridades de la música boliviana”. Entre sus últimas producciones está, por ejemplo, un trabajo sobre las sonatas barrocas chiquitanas. Es el productor de Jiyawa Música, sello en el que se ha editado Utach Kirki / Cantos a las casas. Perfil
Nombre:Elvira EspejoNació:Ayllu Qaqachaka, OruroActividad:Cantante, poeta, tejedora y artista plásticaTejedora de palabras y sonidosAsí como pasa sin dificultad del quechua al castellano y al aymara, Elvira Espejo también transita con soltura entre la música, la poesía y las artes plásticas. Su libro Ahora les voy a narrar fue finalista del Premio Casa de las Américas de Cuba en 1994 en la categoría de literaturas indígenas.
Una instalación suya fue incluida en la megaexposición Principio Potosí que se expuso en Alemania, España y Bolivia. Con Álvaro Montenegro ha grabado anteriormente el disco Thakki / La senda, primer volumen del proyecto Sonares Comunes, al que también pertenece su nueva producción: Utach Kirki / Cantos a las casas.
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