domingo, 22 de febrero de 2015
Ttoo Arte es la primera academia de modificación corporal del país y del continente dirigida a los discípulos del tatuaje como profesión.
De su primer tatuaje, un demonio de Tazmania, no queda rastro. Más de 25 figuras, entre tribales, dragones, estrellas y demás, cubren su cuerpo. Javier Lavadenz (Patto) tuvo que usar su propia piel como lienzo y, contorsionándose de manera sobrehumana, tatuarse muchos de los dibujos que hoy lo acompañan.
Todo con el afán de aprender. Y es que en 1996, cuando tenía 14 años, no existía otra manera de prepararse para lo que hoy se considera un arte: la modificación corporal. Tras vivir los suplicios que conllevaba transformarse en un profesional en el oficio, Patto se convirtió en el director académico de Ttoo Arte, la primera academia de arte y modificación corporal del país y de Sudamérica.
El primer curso denominado Taller de Tatuajes I se inició el 9 de febrero con más de 35 inscritos y tendrá una duración de cinco meses. Se dictarán distintas materias, en las que se contempla la teoría y práctica del tatuaje. De principio se proyectan materias como Técnicas de Dibujo I y continuará con clases de Bioseguridad, Dermatología, Microbiología, Esterilización, Ética y Salud Pública.
La iniciativa surgió a mediados de 2012, cuando Marcelo Guzmán Montesinos, hoy director general de la academia, tras vivir en Suecia, se interesó por escuelas que ofertaban cursos de modificación corporal a nivel licenciatura. En 2014 comentó la idea un par de tatuadores paceños, que rechazaron la propuesta. Pero Marcelo perseveró y hace un par de meses llegó al estudio de Patto para hacerse un tatuaje. Después de una larga conversación notó que el artista no solo grababa la idea en la piel, sino que además explicaba paso a paso todo lo que realizaba: Patto le estaba enseñando. Fue así que Marcelo le hizo la propuesta que otros rehusaron y una vez que el artista accedió, empezó a tomar forma el proyecto. Rápidamente hicieron los contactos pertinentes y, asesorados por un psicólogo y pedagogo, definieron las materias a impartirse. Juntos buscaron un lugar apropiado para dictar las clases, que de ahí en más tiene como dirección el edificio San Pablo, en la avenida 16 de Julio piso 9 of. 901.
Teoría y práctica
El costo de 300 bolivianos mensuales incluye el material y una máquina semiprofesional de tatuajes, para que los graduados puedan desempeñarse profesionalmente una vez que hayan adquirido los conocimientos y logrado las competencias requeridas. A diferencia de Patto, quien aprendió con la práctica, los estudiantes revisarán primero una serie de conceptos teóricos. “Muchos aspirantes a tatuadores quieren empezar tatuando directamente”, señala el instructor.
Sin embargo, los asistentes deberán “soportar” al menos dos meses de teoría antes de poner en práctica sus conocimientos. En el estudio de tatuajes de Patto se respira arte. Cada una de las paredes está cubierta con diseños variados, propios y ajenos. Flores en colores fluorescentes, un Ave Fénix, la Virgen del Socavón y una máscara de diablo, entre otros, adornan el lugar.
El mural que rinde tributo a la danza orureña fue realizado por otro de los docentes de la academia: Nicolás Urzagasti, un reconocido del dibujo y la aerografía, quien también instruye diversas técnicas. Nicolás es un amante de las figuras femeninas, de la naturaleza y de los colores psicodélicos. Las cuadrículas de su cuaderno están llenas de rostros de mujeres con flores en el cabello y hojas envolviéndolas. El toque colorido lo logra con marcadores y bolígrafos que parecen resaltar aún más la belleza de sus trazos. Esta singular muestra habla de su creatividad. Nunca ha dado clases, por eso la docencia tiene un doble valor. Por un lado, transmitir sus conocimientos, después de más de dos décadas de práctica. Y también la posibilidad de brindar lo que él no tuvo: una educación formal.
Según dice Nicolás, aprendió solo y dibuja “desde que tiene memoria”.
Las máquinas de tatuajes de estos artistas pesan alrededor de 800 gramos y funcionan con energía eléctrica, vibran, tiemblan. La muñeca del tatuador debe ser lo suficientemente hábil como para dominar el peso, la vibración, lograr los mismos trazos y las mismas líneas que consiguen al dibujar con lápiz en papel. Patto comparte sus años de experiencia para que los aspirantes puedan vencer estos obstáculos. Su dinámica de enseñanza es bastante particular, pues inicialmente coloca un lápiz adherido a la máquina, y una vez que los dibujos queden “limpios” y las líneas “correctas”, los alumnos estarán listos para el trabajo. Pero no todo es arte y tatuajes, ya que adicionalmente un ingeniero explica cómo funciona el equipo, cómo fabricar repuestos y controlar la cantidad de energía que reciben los aparatos. En la currícula figuran médicos que enseñarán Dermatología y Microbiología básica y, por otro lado, un abogado para las materias de Salud Pública y Ética desde la perspectiva legal. “La práctica representa el 80% del curso y solo será efectuada por los alumnos que cumplan con las competencias teóricas”, aclara Marcelo. Pieles de cerdo, muy similares a la humana, serán entregadas a los asistentes como los primeros lienzos de los futuros artistas, que se acomodarán de diversas maneras para simular nuestra anatomía. “El parecido es extraordinario, pero por suerte las pieles no gritan ni sangran”, dice Patto. La práctica no se detiene ahí. La intención final es que los alumnos tatúen en humanos. “En este caso que lo hagan en ellos mismos”, afirma. Después de todo, él sabe que es la mejor manera de aprender. Antiguamente había una sola manera de instruirse en el oficio, que consistía en conseguir, luego de muchos ruegos, ser aprendiz en un estudio. Patto lo sabe y es por ello que siempre recibió aprendices —actualmente tiene cuatro—. Probablemente su carrera como docente se inició mucho antes, pues asegura que le encanta enseñar. También explica que la modificación corporal no se limita al tatuaje y en su búsqueda por formar profesionales, Ttoo Arte cuenta con cursos de piercings, escarificación (cicatrices artísticas) y grabados con fines estéticos. Si bien existen referentes latinoamericanos en tatuajes, Ttoo Arte es la primera academia de Bolivia y Sudamérica, y la única que emitirá certificados firmados por profesionales. “Aún no se cuenta con el aval para extenderlos con valor académico, pero ya se iniciaron los trámites para que a la larga se puedan extender títulos a nivel técnico medio o técnico superior”, refiere Marcelo. Las aulas no suman más de 15 alumnos y para esto se habilitaron tres turnos: uno de 08.00 a 10.00, un segundo de 14.00 a 16.00 y otro de 20.00 a 22.00. Las repercusiones no se hicieron esperar y después de promocionarse en Facebook, se solicitó la presencia de los profesionales en otras ciudades del país. Cochabamba, Potosí y Santa Cruz de la Sierra son algunos de los departamentos donde Patto y Marcelo esperan abrir sedes. Como una muestra del interés, dos estudiantes se anotaron desde la tierra oriental para tomar el curso inaugural.
Toda una profesión
En julio comenzará el siguiente periodo, en el que los interesados podrán especializarse en algún estilo particular de tatuaje: tradicional, japonés, nueva escuela, retratos, negro y gris y otros tipos de arte.
Patto ya está contactando a los mejores artistas en cada especialidad. El tatuador afirma que si bien realiza una miscelánea de estilos prefiere los diseños biomecánicos y el free hand, pues éstos requieren muchos detalles. Con más de diez años tatuando de manera profesional asegura haber adquirido la habilidad para añadir texturas, sombras y demás elementos que hacen a un buen trabajo.
En los próximos años se ofertarán más cursos y el sueño de Marcelo es que se reconozca la modificación corporal como una profesión, ya que asegura que en Europa se ofertan los cursos con siete años de duración. Para Patto, el tatuaje debería ser contemplado dentro de las materias de las escuelas de Bellas Artes.
“Mi primer tatuaje tenía que ser del pato Lucas, por mi apodo. Pero solo me alcanzó para el del demonio de Tazmania”, recuerda.
La momia tatuada de 5.000 años
Ötzi, Hombre de Similaun y Hombre de Hauslabjoch son los nombres modernos de la momia de un hombre que vivió hacia el 3300 a.C. La momia fue descubierta en septiembre de 1991 por dos alpinistas alemanes en los Alpes de Ötztal, cerca de Hauslabjoch, en la frontera de Austria con Italia.
El cuerpo presenta un conjunto de tatuajes en la muñeca izquierda, dos en la zona lumbar de la espalda, cinco en la pierna derecha y dos en la izquierda. Se trata de pequeños grupos de tres o cuatro rayas paralelas que no forman un dibujo reconocible. Los científicos, usando rayos X, han determinado que Ötzi pudo haber sufrido artritis en esas zonas, y se ha especulado que los tatuajes podrían haber sido realizados con una función curativa (una suerte de acupuntura).
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