Recostado y listo para su sesión diaria de fisioterapia, el maestro Ricardo Pérez Alcalá no dudó en abrirle las puertas de su habitación a Página Siete para hablar sobre la exposición que inaugurará hoy en la Galería Arte 21 (Calacoto), y que reúne 30 piezas que el acuarelista potosino considera entre “las más especiales” de sus 40 años de trayectoria.
“Las obras que forman parte de esta muestra son importantes para mí porque muchas de ellas las pinté durante mi niñez y otras a lo largo de los últimos cinco años”, comenta el pintor, quien en 2011 fue reconocido con la distinción “Lienzo de oro”, otorgada por la Federación Nacional de Cultura Francesa de París.
Pérez Alcalá es uno de los más importantes artistas bolivianos vivos. Se destaca por su impecable técnica en la que explora las posibilidades de la acuarela y sus colores. En esta exposición reunirá obras sobre paisajes y lugares. “Una de mis favoritas es una acuarela panorámica del Distrito Federal (México), que pinté durante cinco años”.
Su dormitorio alberga parte de su trabajo. “Este cuadro lo pinté a los 15 años”, revela, mientras señala una pieza de 1953, en la que plasmó una casa colonial y de la que ahora intenta hacer una réplica. “Me está resultando difícil”, asegura.
A unos pasos de su catre está su mesa de pintar y sobre ella descansan sus pinceles, sus acuarelas y algunos lienzos. Su habitación hace también de taller. Es su “pequeño rincón en el mundo”, como él asegura, y allí se pasa las horas pintando en el más profundo silencio.
El acuarelista se confiesa un amante de los colores porque cree que sin la percepción de éstos, no se podría pintar la atmósfera del mundo.
Al hablar de sus inicios, recuerda en particular el momento en que se decidió por el oficio. “A mis 14 años pude ver pintar por una hora a mi maestro, el potosino Óscar Daza Oviedo. Esos 60 minutos fueron trascendentales porque al día siguiente estaba seguro de que quería dedicarme a la pintura”, confiesa.
Así como Daza Oviedo influyó en él, Pérez Alcalá también ha sido referente de muchos de sus alumnos, a quienes ha inculcado la perseverancia y la voluntad. “Son la clave para triunfar en este mundo. A veces los jóvenes buscan un éxito rápido y hacen cualquier tipo de extravagancias, creo que ése no es el camino”. Por ello el artista recomienda a sus discípulos dedicarse a la pintura, por lo menos, ocho horas al día.
Boliviano hasta la muerte
Pérez Alcalá, quien vivió durante 15 años en México, cuenta que alguna vez le ofrecieron nacionalizarse como mexicano. Sin embargo, fiel a sus raíces rechazó la oferta. “Para qué. Yo quiero dejar mis huesos en Bolivia”.
De ahí, explica, que muchas veces algunos de los cuadros que el artista exhibe en museos del exterior llevan el rótulo de “artista mexicano de origen boliviano”.
El acuarelista, que conquistó en 1969 el primer premio del Salón Murillo, confiesa que no le interesan los galardones. “Los premios jamás los he buscado, mi objetivo era pintar y mejorar mi técnica cada día”, sostiene.
Recuerda que sus primeras exposiciones fueron autofinanciadas. “Con el tiempo mi trabajo fue reconocido y ahora muchas de mis obras están en importantes galerías de México, América Latina y Europa”, señala.
Con su trabajo, Pérez Alcalá prueba que un creador puede vivir de su arte. “El artista ha tenido que mantener al arquitecto”, celebra, al referirse a su otra profesión. Aunque redujo su jornada de trabajo, reafirma que pintar es su vida. “Siempre pinto lo que siento y eso se refleja en mis cuadros”, concluye.
Punto de vista
José Bedoya Curador de arteEn principio creo que debemos dimensionar el aporte de Ricardo Pérez Alcalá. Este artista se ha caracterizado de algún modo por recuperar todo el mundo cotidiano, en especial la vida de los migrantes urbanos.
Marcó una generación en la historia de las artes plásticas, pues en torno a su obra se gestó un importante movimiento. Debemos reconocer y destacar que Pérez Alcalá llevó la técnica de la acuarela a un nivel extraordinario, logró desarrollarla casi a la perfección.
Considero que ha tenido una gran influencia de su vivencia en México, lo cual también repercutió en el arte boliviano y en las nuevas generaciones de acuarelistas.
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