lunes, 22 de mayo de 2017
El artista boliviano Sol Mateo presenta en la Bienal de Venecia la obra ‘Mutación Genética del Colonialismo’
Mucho ha cambiado el colonialismo después de los 500 años que siempre se citan en los discursos sobre la conquista de América. Su evolución, sus nuevas formas de actuar, los nuevos colonizadores, sus víctimas, sus resultados... todo esto forma parte de la obra que el artista visual Sol Mateo propone en su participación en la Bienal Internacional de Arte de Venecia 2017, que por primera vez en su historia cuenta con un Pabellón exclusivo de Bolivia.
Sol Mateo es un viejo lobo de mar en lo que a eventos importantes de arte contemporáneo se refiere. Participó en la Bienal de Sao Paulo, Brasil (1994); de Cuenca, Ecuador (1996), del Mercosur, Brasil (1997 y 2005); de La Habana, Cuba (1997), Siart, Bolivia (2001, 2003, 2009, 2013 y 2016); en las ferias internacionales Arco, Madrid (1998); Estampa, Madrid (2000 y 2003) y BA Art (2006), entre muchos otros eventos. Tampoco es su primera vez en Venecia: ya se presentó en 1997.
“Estuve antes en representación de Bolivia, pero fue algo muy diferente: conseguí con mis medios el pasaje aéreo, ofrecí a un medio un reportaje exclusivo para costear algunos gastos y me fui solo. Cuando salieron las notas de la prensa especializada, ese año se destacó mi trabajo en un apartado dedicado a las voces de la periferia; con un exquisito comentario que demostró que, a pesar de haber ido solito, la presencia fue buena”, contó el artista.
En esta oportunidad se ha logrado que haya un soporte curatorial y estructural mucho más grande, pero que aún ha dependido de la gestión de los artistas. “A Jannis Markopoulos —el artista griego que también expone en el Pabellón Bolivia— lo conocí en Berlín y empezamos a trabajar en una coproducción, por ejemplo, en el Siart, donde produje su obra”. Para esto se hizo el contacto con los artesanos que trabajan en el lago Titicaca con las balsas de totora.
A raíz de este contacto, entró en juego la mirada curatorial del director del Museo Nacional de Arte (MNA), José Bedoya. Los tres empezaron a estudiar la estructura que proponía la nueva curadora de la bienal, Christine Macel. “Sabíamos que si bien no se trata de un guion cerrado, había una idea clara de lo que ella quería en su propuesta Viva Arte Viva. Entendimos cuál era la filosofía de la curadora y encajamos perfectamente”.
Poco a poco se fue armando el proyecto y surgió así la propuesta de Bedoya denominada Esencia. “La sociedad de hoy ha ganado impulso a través del uso expandido y democratizado de medios tecnológicos, que no solo han hecho posible una conexión continua, sino que también han destruido definitivamente muros, fronteras y cualquier forma de atrapamiento. La nueva faceta social abre espacios de conocimiento e intercambio en los que el poder establecido es constantemente cuestionado, las propuestas se construyen a partir de las bases y las cuestiones humanas se comparten e ironizan. Es en esta área donde se pone permanentemente en juego lo esencial, lo que nos hace únicos y, al mismo tiempo, partícipes de una esencia común”, expresa Bedoya en su texto curatorial.Al concepto se fueron uniendo nuevos aliados, incluyendo al entonces ministro de Culturas Marko Machicao, que posibilitó el apoyo oficial —entre otros colaboradores, como la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FCBCB)— a la participación del país, por primera vez en un pabellón propio.
La propuesta de Sol Mateo se denomina Mutación genética del colonialismo. “Debemos entender que el colonialismo es un fenómeno dinámico, que es constante; no se ha mantenido, ni se puede mantener estancado desde hace 500 años. Ahora yo veo que el proceso es diferente; como que se están colonizando las mentes, estamos siendo colonizados como si sufriéramos una lobotomía. La televisión está fagocitando a los seres humanos, mientras la vida virtual sustituye a la realidad; lo que estamos viviendo actualmente es un simulacro”.
Por eso la obra de Sol Mateo es una suerte de diagnóstico de nuestros tiempos, que muestra un capitalismo devorador que actúa como el dios romano Saturno —el Cronos griego— que devora a sus hijos.
Para proponer esta reflexión de forma plástica, el artista ha propuesto una instalación escultórica con elementos muy coloridos “que pueden encajar en un neo pop: se utilizó neón, elementos visuales que familiarizan con el “like” de Facebook, para hablar de la perversidad de las redes sociales y el internet”, agrega Sol Mateo. La obra se ha producido en Berlín por cuestiones logísticas y se ha montado en Venecia en cuatro días.
Para Bedoya, “Sol Mateo actualiza el concepto de colonización a través del cuestionamiento de la tecnología y el capital como representación gráfica de la colonización actual. Uno de los desafíos de la sociedad contemporánea es la comprensión de la identidad, que ya no es un concepto estático, sino un espacio en movimiento continuo; un instrumento utilizado para abordar eficazmente las actuales ‘asimetrías insuperables’ del mundo contemporáneo. La intrusión y el asombro parecen ser parte de nuestra vida cotidiana. Rechazamos la intrusión de la tecnología en nuestras vidas, y al mismo tiempo sentimos que estamos más conectados que nunca. En ausencia de grandes historias, la identidad contemporánea es volátil, desgarrada, cambiada, adaptada”.
La obra de Sol Mateo junto a las de José Ballivián (Bolivia) y Jannis Markopoulos se podrá ver en Venecia hasta el 26 de noviembre.
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