lunes, 4 de abril de 2016

La OSN ofrece un concierto con sonidos populares que recorren América desde el altiplano hasta el Caribe



El maestro Willy Pozadas ha dejado las mazas y ha salido de su espacio tras los timbales, al fondo de la escena, para tomar la batuta y ponerse unos días al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) como director invitado. También ha elegido el repertorio que va a sonar en el Centro Sinfónico el miércoles y el jueves y, dejándose llevar por sus debilidades, ha armado un concierto titulado Latinoamérica unida que celebra el 71 aniversario de la OSN además de homenajear al argentino Alberto Ginastera y el boliviano Gilberto Rojas, porque este año se cumplen 100 de que ambos compositores nacieran.

“Me gusta estrenar obras de autores bolivianos”, dice Pozadas, que forma parte de ese grupo. De hecho la orquesta va a tocar Ancestrofonías, un poema sinfónico que él compuso en 2002 a pedido del entonces nuevo director de la OSN, David Händel. La escribió a mano y ahora, al pasarla a la computadora y estudiarla de nuevo, le ha hecho algunas mejoras, hasta el punto que dice: “Me ha parecido otra obra”. Pero en realidad no lo es, sigue siendo un tratamiento libre de la música tradicional boliviana basado en las percusiones, los bombos de khantus y los ritmos altiplánicos, en el que los musicales vientos de los Andes se representan en los solos, con una flauta.

Los aires de las tierras altas se van a compensar con los de las bajas cuando suene Homenaje a Gilberto Rojas. Su compositor, el también boliviano Gastón Arce, define la creación como “una fantasía popular sobre piezas orientales”. Arce la compuso en 2007 y la estrenó ese mismo año con la Sinfónica de Arequipa, Perú. “Luego se ha tocado un par de veces, pero nunca con la OSN”. Esta obra rescata carnavales, taquiraris como los populares Viborita chis chis chis o Viva Santa Cruz, y polcas como Prenda querida. “Son cuatro ideas temáticas que dan vueltas por toda la pieza, con variaciones que crean una atmósfera de unidad en la obra”.

Este aire popular y rural continuará con La danza del trigo, del ballet Estancia, de Ginastera, uno de los más importantes compositores contemporáneos de Latinoamérica. “Aquí se lucen la percusión y los metales, lo que me gusta y espero que también a la gente”, dice Pozadas. El único contrapunto citadino en el concierto lo pondrá la muy conocida Fuga y misterio de otro argentino, Astor Piazzolla, que sonará sin bandoneón pero con una elaborada orquestación que rescata los muchos matices sonoros de la obra.

La música argentina resulta conocida en Bolivia. Pero no la paraguaya, y este concierto se va a convertir en la primera oportunidad en la que se podrá escuchar una composición de esa nacionalidad en el Centro Sinfónico. Se trata de la fantasía orquestada Kbocapú, de Luis Szarán, un compositor actual que además de producir una extensa obra hace un importante trabajo social en su país. Kbocapú, una fanfarria orquestada, tiene varios puntos en común con las otras composiciones del repertorio: que utiliza mucho los ritmos de danza, el 6/8 en diferentes tempos, algunos más lentos y otros más rápidos.

El mayor desafío lo plantea Homenaje a García Lorca, la pieza principal de Silvestre Revueltas, mexicano de la primera mitad del siglo XX. “Tiene muchas notas y efectos fuera de la tradición europea, que es a lo que está acostumbrada una sinfónica”, explica Pozadas. “Se toca con una orquesta casi de cámara, y para darle el ambiente de banda mexicana, de algo muy de la calle, usa dos trompetas, un trombón y la tuba”. Revuelta le dedicó esta obra —“muy movida, porque en México a la muerte se la festeja con alegría”, dice el Pozadas— al poeta español poco después de que fuera asesinado.

El repertorio queda casi completo con Tierra de Temporal, del también mexicano José Pablo Moncayo, y otra rareza: una pieza caribeña. Se trata de Poema con trova y son, del cubano Guido López Gavilán, Premio Nacional de Música 2015 en su país. Lo último que va a sonar en el concierto servirá de resumen de todo, porque se titula Rapsodia latinoamericana. En ella, el orquestador mexicano Manuel Enríquez hace un recorrido por varios países del continente: la samba Brasil, La cumparsita, de Uruguay; Múcura, de Colombia; Canción mixteca, de México; Adiós pampa mía, de Argentina; La flor de la canela, de Perú; Alma llanera, de Venezuela, y El tambor de la alegría de Panamá. Una forma muy apropiada de cerrar una noche dedicada a la música popular y latinoamericana.

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