A Edlin Aguilar le bastaba un pedazo de plastilina para mostrar su arte. Sus manos inquietas, desde niño, mostraron una habilidad innata que se fue perfeccionando con el tiempo, hasta hacer de la escultura en piedra una forma de expresión y, prácticamente, un estilo de vida.
"Me involucré en el arte lentamente y sin remedio”, expresa sentado a los pies de una de las obras que más lo destacaron como artista: la réplica del Monolito Bennett, en Miraflores.
Como artista es multifacético. Le gusta hacer obras en cerámica, también la pintura y el dibujo, pero sin duda, la escultura es un arte que marcó su carrera profesional y le dio grandes satisfacciones en más de 20 años de plena dedicación al tallado de piedras.
El secreto del éxito en esta carrera, sostiene Aguilar, es la práctica, aunque también considera importante la formación académica y la exploración de materiales y técnicas.
Aprender de grandes maestros del arte, como Víctor Zapana y Hugo Rojas, mientras cursaba la carrera de Bellas Artes, le dio los conocimientos necesarios para encarar proyectos personales y lo impulsaron a perseverar en este camino en el que muchas veces pasó desapercibido.
A ellos se suma la inspiración de María Nuñez del Prado, a quien admira y considera "una madre de los escultores de las últimas décadas”.
Además de hacer la réplica de 146 piezas del templete de Tiwanaku, en 2008, también fue autor del Cristo de la Concordia que reside en el cementerio Jardín y mide más de siete metros; y el Cristo del Gran Poder que se destaca con su blanca figura y sus brazos abiertos en Mallasilla.
En todos los casos, el procedimiento es muy similar. "Cuando la idea de la figura está clara, se procede a hacer el boceto en papel, luego una maqueta en arcilla y finalmente se definen las medidas que tendrá”, explica Aguilar.
Con todos estos pasos cumplidos, se define el tipo de piedra que es apta para la obra y el lugar adecuado para extraerla. Si se trata de mármol, lo mejor es buscar en la cantera de Catavi; si se quiere basalto negro, se debe visitar Chicani; y si el material es granito, Comanche es el lugar indicado.
Ahora es cuando comienza una labor titánica: la extracción de la piedra. Este proceso involucra un equipo de especialistas en el área, que además de tener el equipo adecuado, deben procurar no partir el enorme pedazo de piedra.
El escultor recuerda que cuando encontraron una pieza adecuada para el tallado del Monolito, un mal movimiento provocó que la piedra se parta a la mitad y tuvieron que volver a iniciar la búsqueda de otra que tenga el tamaño y volumen indicado.
Finalmente, cuando la piedra llega al taller, con cinceles y bujardas en mano, de a poco la pieza comienza a tomar forma, hasta convertirse en una obra de arte.
"Por lo general trabajo solo y a cualquier hora. A veces entro en la tarde y salgo en la noche y otras veces empiezo en la noche y termino en la madrugada”, comenta.
Luego, haciendo un recuento de sus obras, Edlin Aguilar recuerda que durante un encuentro internacional de escultores en Tarija, se le ocurrió esculpir un miembro viril que medía más de un metro de altura.
Cuando una periodista, llena de curiosidad, se acercó para preguntarle en qué se había inspirado para hacer su obra, el artista, lleno de picardía le dijo que era un trabajo dedicado a todas las comadres de la tierra chapaca.
No pasó mucho tiempo hasta que una agrupación de mujeres representantes de esta fiesta tradicional, a través de medios escritos, dieron a conocer su indignación por la obra que les había dedicado Edlin Aguilar.
"Sólo fue una travesura -dice entre risas- pero no me afectó su reacción, porque una obra está vigente cuando es polémica”.
Actualmente se dedica plenamente a la elaboración de una escultura en granito llamada El Alto de pie, nunca de rodillas, que lucirá en plena Ceja, según lo previsto, a finales de agosto.
Además, atesora un monumento que denominó Madre de octubre, en conmemoración a las mujeres que participaron de la Guerra del Gas, en 2003, y estuvo inspirado en una escena de la que él mismo fue testigo.
Y aunque son decenas de obras las que realizó con sus manos, Edlin Aguilar todavía no ve concluida su misión.
"Tengo una gran ambición, me sentiría realizado si llego a hacer la Pirámide de Akapana. Es un sueño que quiero alcanzar”, asegura mientras abandona el templete que alguna vez fue escenario de largas jornadas de trabajo, en las que sus hábiles manos no se detuvieron sino hasta alcanzar la perfección de su arte.
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