jueves, 16 de julio de 2015

Rosa Ríos, 17 años con el recuerdo de la Tía Núñez



Tocaba el piano, su sueño era casarse de blanco, pero la dejaron con un pie en el altar. De allí que la Tía Núñez perdió la cordura y era vista caminando sola en las calles de La Paz, luciendo siempre extravagante. Así es como la actriz Rosa Ríos personificó durante 17 años a la mujer que terminó por convertirse en un ícono paceño.

Doña Rosa nació en La Paz el 17 de abril de 1935. En 1998, a los 63 años, empezó a encarnar a la Tía Núñez por invitación de Nelson Larrea, representante del Comité Cívico de La Paz y organizador, entonces, del desfile de tradiciones y costumbres paceñas, que se realiza cada 20 de octubre, por la fundación de la ciudad.

“Es muy importante recordar a los personajes de antaño, pero sin distorsionarlos. Ella era una mujer que comenzó a llamar la atención por su forma de vestir: medias verdes, vestido rojo y llevaba siempre los ojos pintados con colores claros y joyas llamativas”, dice la intérprete de 80 años, que dejó de representar al personaje porque aparecieron otras imitadoras que la distorsionaron y porque siente un dolor permanente en las rodillas que no le permite caminar con zapatos de tacón.

Visitó museos, recabó información de libros de historia y se entrevistó con personas que sabían de la pianista. “Era mala con las mujeres, en cambio a los hombres los abrazaba y besaba”, cuenta doña Rosa que inició en el teatro, impulsada por Raúl Salmón —periodista escritor y exalcalde paceño—. Debutó en la obra La calle del pecado. Yo miro, oigo y callo”, con el papel de sandwichera.

“Miren mis joyas, mi falda y mi sombrero son similares a los que la Tía Núñez utilizaba”, indica Rosa en la intimidad de su casa, mientras observa cada uno de los ropajes y accesorios que compró o costuró y aún conserva para recordar sus años de artista.

Tras haber participado en series de televisión, spots publicitarios, películas y más de cien obras de teatro como Me avergüenzan tus polleras, de J. Barrera, aguarda retirarse de las tablas y dedicarse de pleno a su tienda Doña Rosita, que estableció en la histórica calle Jaén y donde guarda cada una de sus fotografías como tesoro. No se cansa de pedir que las nuevas generaciones respeten la esencia de cada individuo que hizo historia en la ciudad de Nuestra Señora de La Paz.


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