Historias de la dictadura es la última creación de Truddy Murillo, directora y coreógrafa de la Escuela de Danza Mandala, quien presentó el pasado fin de semana en el Teatro Calvert esta obra junto a bailarines invitados, logrando una acertado ensamble entre canción latinoamericana y danza jazz contemporánea.
El tratamiento del tema: la dictadura, como tal, quizá fue el punto más débil, por no decir ligth, de la puesta en escena, pues esta etapa en la historia de nuestro continente fue muy dura, hablamos de muerte, tortura, desapariciones, injusticia y dolor profundo. Y eso no fue lo que nos transmitió la obra, quizá no era esa su intención, más bien lo que despertó en el público fue una suerte de nostalgia por aquellos tiempos donde la canción latinoamericana, de la década del 80, comprometida y revolucionaria, nos brindaba esa poesía necesaria para poder soportar el dolor y la impotencia.
Pero más allá de eso, pudimos apreciar, sin duda, una propuesta diferente que agradó al público que se deleitó con la música y la propuesta de Murillo, que mostró un buen nivel en general. Se pudo ver a jóvenes bailarinas en formación, mostrando su talento y gracia, interactuando sin problemas con otras de mayor experiencia, inclusive con bailarines profesionales invitados para esta ocasión, que aportaron mucho a la calidad del espectáculo.
La participación de artistas como Carolina Mercado, bailarina clásica, fue un acierto. Ver en escena a bailarinas de buen nivel técnico además de artístico, es siempre algo que el público sabe reconocer y agradece. Mercado junto a Murillo nos deleitaron en un dúo bien puesto. Quizá, algunos, esperábamos ver más de aquello, es decir, un mayor protagonismo de estas dos artistas, al menos de la invitada especial. Pero se trataba de un espectáculo de una escuela, y en eso Truddy Murillo tuvo otro acierto: abrir espacios y permitir a sus estudiantes tener un otro aprendizaje, que es el subir a escena y, más aún, compartirlo con gente experimentada.
Contribuyeron también Ramiro Badani, uno de los bailarines más destacados y conocidos del medio en el género de hip hop; Daniel Molina y Álvaro Murillo, que mostraron también lo suyo. Y del grupo Mandala, en el género de la danza jazz, ya se pudieron apreciar algunos frutos.
Quizá en términos de coreografía por momentos hizo falta algo más, es decir un mayor trabajo en algunas piezas, mayor experimentación, quizá una búsqueda de nuevos elementos, de modo que no parezca (como pasó en algunas piezas) como que diera lo mismo si ponemos otra música a esos movimientos, algunas coreografías no estuvieron a la altura de la música (sobre todo en los grupos de las más jóvenes), esto porque los contenidos de las canciones así lo exigían.
Pero haciendo un balance general, podemos decir que Truddy Murillo, con esta obra, sigue fiel a su creatividad y buen criterio para elegir sus temáticas, la música y sus ensambles, además por contar con la participación de bailarines profesionales como invitados. Nos olvidemos que se trata de una escuela y de gente en formación. Lo interesante es eso justamente, que Mandala fue capaz de ofrecer un espectáculo de buen nivel y que tuvo la virtud, además, de conmover al público.
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