La musicoterapia propone un espacio activo de producción a través de sonidos, voz, gestos y movimientos, que promueven la expresión y la relación interpersonal, en personas con diferentes tipos de problemas a nivel físico, mental, social, cognitivo y emocional.
Se trata de una práctica que tiene más de un siglo en el mundo y que actualmente forma parte de una red interdisciplinaria junto a otras especialidades del campo de la salud, realizando sus aportes específicos a las personas que presentan diferentes tipos de problemas.
“Es una práctica reflexiva que reconoce en vínculo la potencia de los sujetos para construir y sostener sus propios procesos saludables”, define Ximena Perea, directora de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), de Buenos Aires, Argentina, quien llegó al país para compartir su experiencia en el V Congreso Latinoamericano de Musicoterapia realizado en Sucre, convocado por la Asociación Boliviana de Musicoterapia (MUSAB).
A través de la musicoterapia, cada persona hace uso libre del lenguaje sonoro para expresar aspectos de sus emociones, la percepción de su entorno, sus costumbres y su cultura, entre otros factores que forman parte de su identidad.
Las sesiones, por lo general, contienen improvisaciones sonoras con la voz, instrumentos musicales, el cuerpo, grabaciones propias y música editada, que ellos mismos generan y que tienen algún significado en sus vidas, explica Alina Gullco, docente y coordinadora de prácticas preprofesionales en la carrera de Musicoterapia en la UAI.
En ese proceso, el musicoterapeuta promueve y registra cambios expresivos, creativos y relacionales en la persona, que se reflejan entre otras cosas con el rol que asume en el grupo durante el hacer sonoro-musical.
“Lo que hacemos es escuchar silenciosamente, pero también debemos tener la suficiente sensibilidad para saber en qué momento intervenir y guiar la sesión, sin que nuestra participación sea direccional”, aclara Gullco.
La terapia puede ser individual o grupal; sin embargo, los especialistas deben tener injerencia en la admisión para crear un equipo afín, que no se limite simplemente por la edad, sino por los intereses de los participantes.
Otro aspecto fundamental durante el tratamiento es la interacción con los padres o el entorno más cercano de la persona, para conocer más a fondo su comportamiento, sus intereses y las dificultades por las que atraviesa.
Este tratamiento puede demorar meses o incluso años. No obstante, en cualquiera de los casos, es importante que paralelamente se desarrolle un trabajo conjunto con especialistas de otras ramas, como psiquiatras, psicólogos, pedagogos y gerontólogos, entre otros.
Si bien cada caso es muy particular, Perea asegura que, en términos generales, con la musicoterapia las personas pueden cambiar aspectos de su forma de interactuar con los demás y crear nuevas formas de vincularse y de expresarse de forma novedosa.
“A pesar de sus beneficios, muchas personas no entienden todavía qué es la musicoterapia, pero deben saber que es una disciplina científica que se aplica en el campo clínico, educativo y social”, explica la coordinadora nacional de la MUSAB, Micaela Mendoza.
Ser musicoterapeuta
Además de la afinidad con la música y la sensibilidad con su entorno, los especialistas de este campo deben recibir formación profesional universitaria para poder reconocer aspectos relevantes en la producción musical que se realiza en cada sesión y saber cómo intervenir en cada situación.
En muchos países existen universidades que ofrecen la carrera de musicoterapia a nivel licenciatura y prometen un campo laboral extenso en instituciones públicas, centros de salud, consultorios privados y contextos comunitarios.
España, por ejemplo, fue un país que lideró el impulso y desarrollo de esta terapia, mediante estudios, pruebas experimentales y desempeño aislado de algunas personas.
Mientras que en Latinoamérica, hace más de 40 años, Argentina fue pionera en la creación de esta carrera y en la conformación de la Asociación Argentina de Musicoterapia para impulsar esta profesión. A la fecha son cuatro universidades que forman profesionales en esta área.
En Bolivia, esta disciplina se consolidó hace menos de una década como una terapia alternativa que se ofrece en consultorios y centros privados, con contados especialistas.
No obstante, según Mendoza, MUSAB tiene el objetivo de difundir esta práctica milenaria que cada vez gana más adeptos por los innumerables beneficios que genera en la salud física, mental y emocional de las personas.
Creación de una carrera en Bolivia
El V Congreso Latinoamericano de Musicoterapia se llevó a cabo la semana pasada en Sucre para socializar esta disciplina científica en el país, hasta que se llegue a consolidar como una carrera de educación superior.
La Asociación de Musicoterapia de Bolivia (MUSAB) organiza y promueve este tipo de encuentros con el fin de generar nuevas ideas y actores que pongan en marcha este proyecto educativo.
Aunque todavía la MUSAB desconoce cuándo será la apertura de esta carrera, inicialmente se conformó una red de musicoterapia, encargada de avalar el trabajo, investigación y experiencias de distintos profesionales en torno a la música.
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