lunes, 9 de enero de 2017
Las guitarras de Matilde Casazola
PREMIACIÓN
Este viernes 13 de enero, se realizará en La Paz el acto de distinción a Matilde Casazola como Premio Nacional de Cultura 2016, definido hace algunas semanas.
Estrella, con unos 40 años, y Luna con apenas 12, son las dos guitarras que acompañan a Matilde Casazola desde el inicio de su carrera de artista popular como con cariño ella misma la califica. La artista chuquisaqueña comparte la trayectoria de sus guitarras, esas que lleva a sus viajes y alegran su hogar.
Pedro Fernández –sí, homónimo del famoso cantante mexicano– fue el luthier paceño encargado de hacerle a Matilde Casazola su primera guitarra hace unos 40 años. Estrella fue el nombre con el que fue bautizado el instrumento y acompañó a Matilde cerca de unos 30 años, entre viajes, conciertos y anécdotas inolvidables.
En más de 40 años de trayectoria, la compositora de “De regreso”, “Tanto te amé”. “Como un fueguito”, “Cuento del mundo” y casi un centenar de canciones –algunas todavía sin grabar– logró que cada vez que sus canciones ven la luz se ganen un notorio espacio en el mundo de la música y las letras.
De todas sus canciones, son unas 20 las más conocidas y que han llegado a ser interpretadas y reeditadas por distintos artistas y todas ellas tienen algo en común, fueron acompañadas por una melodía particular, un sonido distinto y que Casazola sintió que le identificaba.
“En la vida he tenido dos guitarras solamente porque hago arte popular que de alguna manera es también lírico y con las guitarras populares en general uno se aquerencia”, comenta la artista chuquisaqueña que fue electa Premio Nacional de Cultura 2016, cuyo premio recibirá el próximo 13 de enero, en un acto en La Paz, según lo anunciado inicialmente por personas del Gobierno que organiza la premiación.
“Mi primera guitarra, Estrella, me ha acompañado 30 años desde que empecé y estaba estudiando la guitarra y mi maestro don Pedro García me dijo un día ‘Matilde, usted requiere una buena guitarra, si no, no se nota su avance’”, recuerda la escritora sobre su primera compañera de vida que no era la más cara de las que hacía el luthier paceño, pero en ese tiempo ella no podía pagar una mejor, relata.
Pero Estrella era una muy buena guitarra, hecha de nogal, resistió las travesías de Casazola y le sucedieron “mil percances”, como dice la autora de “Cuando me vaya”
De hecho se gastó tanto la madera de la tapa de Estrella que casi se agujerea, por lo que requirió de una suerte de remache en manos de un amigo luthier de Casazola, Severo Peña, que le puso un adorno de nácar en forma de estrella de mar para reforzar ese espacio, lo que además la hace muy bella, afirma Casazola.
Pero el nogal no es una madera ideal para los cambios bruscos de clima, como a los que se solía someter la poetisa en sus distintos viajes; así que tuvo que hacer arreglar la guitarra en distintas oportunidades incluso porque a veces llegaba a abrirse, hasta que la llevó a una casa de guitarras en Buenos Aires (Argentina) donde la restauraron y nunca más volvió a abrirse, relata.
Entre los artistas que tocaron su guitarra a quienes más recuerda Casazola, está Julio César Paredes conocido compositor y ex integrante de Savia Andina, que durante un concierto de varios artistas le pidió prestada su guitarra tras tener un percance con la suya.
La chuquisaqueña recuerda que durante la dictadura de Luis García Meza tuvo que separarse como un mes de Estrella ya que tuvo que dejarla en La Paz en casa de unas amistades y aunque justo para esos días había logrado recoger el estuche rojo en el que todavía la guarda, el impedimento de viajar la había alejado de su guitarra hasta que un 8 de septiembre, día de la Virgen de Guadalupe, unos amigos extranjeros la trajeron de vuelta a su casa.
“Ha vivido bastante mis propias aventuras y avatares de todos esos años”, cuenta, pero su intención de cuidar de Estrella fue la que la llevó a buscar otra compañera.
LA LLEGADA DE LUNA
Hace algo más de 14 años, Casazola compró a Luna, la segunda guitarra de su vida. Luna es una Yamaha comprada en una tienda de instrumentos de esa fábrica, en La Paz.
“La escogí porque tenía un sonido parecido al de Estrella”, recuerda.
Con esta guitarra Casazola no tuvo muchas anécdotas, ya que no ha tenido problemas con ella.
“Tenemos un acuerdo tácito, me llevo muy bien con ella y el asunto es no abandonar mucho la guitarra, hay que estar en contacto permanente con ella para que responda y sus voces estén claras”, precisa.
¿Tiene algún ritual en particular al prepararse o terminar sus conciertos?, se le pregunta a Casazola. “No tengo ningún ritual en particular, sólo la calidez y ese acuerdo mutuo”, responde.
Ambas guitarras están ahora en Sucre, en un rincón de su sala. Estrella con un estuche rojo y Luna con uno negro de fondo celeste, ideal para los viajes por su firmeza.
“Están ahí las dos charlando, seguramente en la noche, todas las cosas que han vivido y que seguramente sienten (…) el artista, el intérprete que toca un instrumento va poniendo en ese instrumento parte de su alma y su energía y eso va quedando en el instrumento que adquiere una voces misteriosas y recónditas que solamente podría captar su dueño.
Es una cosa muy linda que le da su propia alma y quizás en esa alma haya una gran parte del alma de quien la tocó”, afirma.
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