domingo, 14 de agosto de 2011

‘No me filmes…te puedes llevar mi alma’





En la XII versión de la Reunión Anual de Etnología (RAE), organizada por el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef) en 1998 se realizó el Taller de producción de video etnológico en Bolivia, en el que participaron, entre otros, Iván Sanjinés, Eduardo López, Liliana de la Quintana, Alfredo Ovando y María Eugenia Muñoz. En el taller se habló y reflexionó en forma abierta y horizontal con especialistas y estudiantes. De pronto, alguien hizo referencia a una experiencia en una de las comunidades yaminahua asentadas en el norte de La Paz y Pando y nos dijo que un indígena se resistió a que le filmen con la siguiente frase: “No me filmes… te puedes llevar mi alma”. La tendencia en la discusión cambió. Reflexionamos en torno a que los cánones de la producción audiovisual etnológica en Bolivia no son iguales a los cánones de la producción en el mundo occidental.

Para una nueva mirada al video indígena boliviano es necesario tomar algunos referentes: todo trabajo pasa por quién lo hace, por qué lo hace, para quién lo hace y cómo lo hace. La matriz de nuestras identidades culturales tiene entre sus soportes el reconocimiento de su carácter multiétnico, pluricultural y plurinacional. La lengua, las costumbres, las formas de organización social y familiar, los valores, las tradiciones, las cosmovisiones ancestrales que perviven con las modificaciones que suponen más de cinco siglos de dominación colonial y neocolonial constituyen las especificidades de nuestras identidades culturales.

Pretender explicar esa maraña sociocultural a partir de la producción audiovisual etnológica es pretencioso. Sin embargo, podemos aproximarnos a una rama de esa maraña. Esa aproximación consistiría en tener una cámara-ojo para compartir mediante el documentaje etnográfico la razón de ser de nuestro trabajo. Es decir “que soy etnógrafo cuando observo y describo una sociedad y etnólogo cuando, más allá de esa descripción, me esfuerzo en calar más hondo en la comprensión de las estructuras de la sociedad considerada, bien porque la compare a otras, bien porque trate de exponer las influencias, los préstamos, las difusiones, los fenómenos de evolución que afectan a una o varias sociedades...”. (Luis Pancorbo: La tribu televisiva, análisis del documentaje etnográfico, 1986: 86).

En efecto, el documentaje, al adherirse a un lenguaje de la imagen de lo real, tiene que pasar por sensores o termómetros: no es igual un primer plano en televisión para cosmovisiones que chocan y que se contraponen: “Mientras se verifica el nivel etnográfico en la propia realización del documentaje, se produce el nivel etnológico a la hora de la escritura del comentario, e incluso, de la escritura de las imágenes, que se extiende en el montaje” (Pancorbo: 86).

Muchos factores y contradicciones influyen en la aproximación a esta realidad. Uno de ellos es el compromiso social de los productores y realizadores. Los antiguos documentalistas seguramente pensaban en el apostolado, en el compromiso en la creencia en el hombre boliviano, en la valoración de las culturas. En el presente existen otros factores en la documentación de uno u otro acontecer; por ejemplo, la resistencia a la globalización confiscada por el ultraliberalismo, es decir, la resistencia a la cultura única.

Muchas veces, el factor económico es el determinante. En este tiempo de globalización, las premuras y necesidades no permiten quijotes del video. Al contrario, se espera que una producción sea comercializada. Otro factor es el profesionalismo. Desde la escuela aprendemos una historia, una cultura y una realidad; sin embargo, la formación de los trabajadores del video etnográfico no debe estar circunscrita a determinada currícula; va más allá, debe ser una formación integral que no se acaba. En el camino se puede construir un lenguaje apropiado para el documentaje etnográfico.

En el video etnográfico tradicional, los videastas-etnógrafos reclamaban la objetividad y un lenguaje neutral. Pero no es una forma adecuada de representación. Esta inadecuación puede ser entendida como su adhesión a una ideología de la "verdad" limitada por los requerimientos metodológicos de las ciencias sociales.

Cambios
La práctica y la teoría del video etnográfico se han transformado de manera drástica como resultado de los cambios en el contexto social, económico, político y cultural. El video etnográfico es considerado un desgajamiento del cine documental, por su propósito de describir grupos étnicos generalmente con fines "científicos". El video etnográfico puede, y en algunos casos así ha ocurrido, ser apropiado por los sujetos de estudio de las ciencias sociales para ser transformado en un video que refleje los intereses de las nacionalidades, sus necesidades y su punto de vista o cosmovisión.

En la producción de video etnográfico tradicional participaban, por lo general, dos grupos. Uno activo, occidental, el 'etnógrafo', el conocedor; el otro, el pasivo, no occidental, 'el nativo', el ‘desconocido’. Revertir este orden sin una reflexión sobre las estructuras del aparato ideológico del video sería continuar con ese aparato con un único cambio: ahora los operarios son nativos. Para poner este aparato al servicio de las nacionalidades no basta con cambiar de operarios, de lenguaje y tomar un tema de interés de la comunidad. Por el contrario, es necesario transformar estas estructuras en base a una investigación seria de las características del aparato ideológico.

El video etnográfico alternativo reflexiona y descarta las tácticas del video etnográfico tradicional; descarta sus suposiciones, sus ilusiones de objetividad y transparencia; su negación a las relaciones de poder o a los conflictos de interés; y descarta también sus supuestos propósitos científicos.

Pensamos en un video etnográfico que rompa con las narrativas tradicionales, que rompa con una versión unificada, coherente, y dominante de lo que se considera 'la verdad', que rompa con la supremacía de la imagen y su condición ontológica, que rompa con nociones de objetividad, con nociones de uso de lenguaje neutral y que esté consciente de las relaciones de poder y de los conflictos de interés.


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