Con base en el hiperrealismo, Rosemary Mamani irrumpe con su pintura en lo cotidiano. Orgullosa de ser alteña, la ganadora del Premio Nacional de Dibujo Pedro Domingo Murillo 2009, defiende el dominio de la técnica como paso previo a la experimentación artística.
“La pintura es todo en mi vida”, sostiene Mamani, egresada de la Escuela Municipal de Artes de El Alto. y a quien le costaba trabajo conseguir dinero para comprar los materiales que el rubro requiere.
Para la artista, “ser alteña es un orgullo. El Alto es una ciudad que ha sufrido mucho y su gente es muy trabajadora y talentosa. Amo a su gente, me gusta su fuerza, me encanta ese mundo y trato de reflejarlo en mis pinturas”.
Además del Pedro Domingo Murillo, Mamani ganó el 2009 el Premio Nacional de Arte Joven 14 de Septiembre de Cochabamba y el Concurso Octubre Negro. El 2008, obtuvo el Premio Valor del Dibujo Fernando Montes Peñaranda.
“Muy pocas veces, artista y pintor vienen simultáneamente. Éste realiza las técnicas, hace retratos, paisajes y bodegones; en cambio, aquél crea. Yo soy una defensora de la técnica, primero hay que dominarla para después experimentar, el arte es un camino de mucho trabajo”, asegura la joven pintora.
Su obra ha recorrido salones de exposición en el eje troncal del país y también se mostró en París, en el salón de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
“El hiperrealismo no es el destino final al que voy, sino que me baso en él para llegar a niveles altos de dominio técnico para así comenzar a crear mis propias obras. Por ejemplo, me gusta pintar un objeto tal cual es, con sus texturas, luces y sombras.
La gente dice que cómo voy a estar en eso, que es aburrido, es cosa del pasado; pero mi pasión es más fuerte”, confiesa.
No vuelca su virtuosismo sólo en la técnica, sino también en el tratamiento de los temas. Obsesiva en cuanto al trabajo previo a la creación del producto final, pretende asombrar con temas que invaden lo cotidiano. De esa forma, al pintar un hombre en traje y sin cabeza, la “mutilación” no es lo que toca al espectador, sino el pescado que lleva por corbata. Asimismo, el rostro de una anciana de pollera —trazado con un fotorrealismo extremo— es desmentido por una rasgadura a la altura del ojo, dejando ver pliegues de su material básico: el papel.
Los representantes del arte contemporáneo desdeñan el hiperrealismo, mientras que sus defensores dicen proponer una reflexión implícita respecto a la “representación”, la cual plantea una tensión elástica entre lo real y lo imitado. Mamani propone ir más allá y que su pintura exceda el simple retrato.
El cuadro central de esta página es de técnica mixta. “Quiero separar el cuadro, que es el fondo, de la abuela que está por delante para que sea ella la representación de algo real, como si el cuadro fuera algo irreal y el nylon tratara de unir lo real con lo irreal”, explica.
La composición de la autorreferencia del “cuadro dentro del cuadro” intenta mostrar que la pintura del fondo (un cielo) tiene un cierto vacío que debe ser llenado, por eso se intenta meter a la anciana a la fuerza mediante un nylon clavado que cubre su rostro. Ésa es, dice, la tensión entre lo real y lo representado. La obra continúa y refresca el antiguo motivo de la pintura representándose a sí misma (Velázquez, Morel, Courbet, Grozs, entre otros).
A veces, cuenta, la gente que ve su obra sin conocerla a ella, piensa que la hizo un hombre. “Para mí es normal, estamos en una sociedad machista; en El Alto he vivido en carne propia la discriminación”.
Expondrá hasta abril
Las pinturas de Mamani se exhibirán hasta el 15 de abril en el Museo Costumbrista (Sucre, esquina Jaén).
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