El escritor mexicano Carlos Monsiváis describe su obra como “la distorsión de los valores en fuga”. Para la académica Montserrat Gali es “el carnaval de la vida”, con sus “animales sorprendentes, payasos, saltimbanquis y genios” salidos de la rica imaginación del autor.
El polifacético pintor boliviano José Miguel Bayro Corrochano, quien expone 44 pinturas y esculturas en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), apela a frases sencillas para definir su arte: “una mezcla de técnica, tema y propuesta”, una búsqueda de “caminos diferentes”, un abrir de puertas, un “regreso al pasado para encontrar el futuro”, dice.
La muestra incluye pinturas y esculturas en distintas técnicas y materiales, desde óleos en lino hasta piezas de ónix y alabastro y esculturas en bronce, cerámica y talavera de Puebla, algunas de gran formato, alegorías que reflejan todos los colores, las texturas y las formas del imaginario y el universo del artista boliviano.
“A Bayro, poseedor de una cultura plástica muy firme, las modas no le han interesado, no es hiperrrealista ni neofigurativo ni abstracto con jerarquía de los colores”, escribe Monsiváis en el prólogo de un libro -Distorsión de los valores en fuga- que compendia la obra del artista y que se presenta de manera sinmultánea en el Centro Bursátil de México.
Nacido en Cochabamba, hace 50 años en el seno de una familia de origen peruano, y radicado en México hace 30, José Bayro Corrochano se siente boliviano y mexicano -“un gran privilegio”-, aunque admite ser un desarraigado, “medio esquizofrénico de raíces”, en un mundo globalizado.
Es, pues, como diría Luis Téllez Kuenzler, presidente de la Bolsa de Valores, “un artista sin fronteras”, no sólo por su “condición multinacional” y la presencia de su obra en tres continentes, sino porque “su trabajo revela sensibilidades de distintas épocas y geografías”.
Bayro lo ve natural: “Todos tenemos esa mixtura de influencias y desarraigo. Me encanta la idea, pero duele la no pertenencia”, confiesa, aunque también se siente liberado por este desarraigo.
Arquitecto de profesión y formación, Bayro encontró pronto su vocación artística. Después de licenciarse en arquitectura en la Universidad de México, hizo la maestría de Artes en la Académica de San Carlos, México, y estudió escultura, litografía, grabado, serigrafía y cerámica con los maestros Adelaida Noriega, Raúl Soruco, Carolina Muciño, Jean Hendrix y Nunik Sauret.
El poeta, periodista y embajador de Bolivia en México, Jorge Mansilla Torres, recuerda su primera exposición en la Universidad de México, hace casi tres décadas, cuando el entonces joven artista presentó sus primeros óleos junto a unas “primorosas réplicas en miniatura” de casas y poblaciones bolivianas en barro, “a escala de la ternura”.
Entre esas primeras obras y las actuales, entre las miniaturas de barro de entonces y las esculturas en que expone hoy ha corrido mucha agua bajo el puente.
“Yo creo que uno debe ir evolucionando”, dice. “Mucha gente me pide esas casas y recuerda esa etapa. Me gustaría hacerlas o desarrollar más ese tema. Pero por suerte el camino del arte es tan grande que los temas sobran. Yo creo cuando se me acabe el material regresaré a los inicios; también suspender una idea hace que la obra sea más original y única”.
Sobre Bayro
# Carlos Monsiváis (escritor mexicano) “José Miguel Bayro es un pintor de nuestro tiempo y la resonancia de la frase tiene que ver con la perdurabilidad de sus imágenes”. “A Bayro, poseedor de una cultura plástica muy firme, las modas no le han interesado, no es hiperrrealista, ni neofigurativo ni abstracto con jerarquía de los colores”.
# Coco Manto (poeta boliviano) “Y es que Bayro nos induce a la fiesta de vivir, a la alegría de creer contra toda desesperanza”.
# Héctor Azar (crítico de arte mexicano) “Las imágenes de José Miguel Bayro excitan la imaginación del observador, hasta el punto de oír, gustar, tocar los colores que maneja el artista”.
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