En La Paz no se brindan muchas oportunidades para apreciar el arte fotográfico. La exposición que se presenta estos días en la galería de arte de la Corporación Andina de Fomento (Av. Arce 2915, San Jorge) no sólo pertenece a esas pocas; en verdad es única. Por lo menos por tres razones: se trata de fotografía iraní, se trata de una mujer fotógrafa, y son fotografías de una mujer iraní de otras mujeres iraníes.
La fotógrafa Shadi Ghadir, dice la información disponible, ha hecho de la situación de la mujer en su país en centro de su trabajo. Ése solo dato ya es relevante, habida cuenta de las condiciones represivas en las que viven las mujeres en Irán.
No es una muestra amplia, pero lo que se puede ver en las dos series expuestas permite un primer acercamiento al trabajo de esta fotógrafa.
La primera serie está integrada por nueve fotografías. Todas son retratos de mujeres en estudio. En el estudio la fotógrafa ha reconstruido un ámbito doméstico: la sala de una casa. Pero se trata de un ámbito doméstico anacrónico: el decorado y el mobiliario remiten deliberadamente a un tiempo pasado. Sobre ese fondo tradicional, que presenta mínimas variaciones de foto a foto, se retratan mujeres. Son jóvenes iraníes, solas o en parejas, de hoy.
Ese contraste ya expresa elocuentemente la mirada de Shadi Ghadirian: un mundo contradictorio. Pero hay más. La idea de un mundo fuera del tiempo y tradicional se acentúa porque esas jóvenes mujeres están vestidas también a la manera tradicional: blusas ricamente adornadas, enormes pañuelos blancos que enmarcan sus rostros, cuando no el chador oscuro que las cubre de pies a cabeza.
Pero en cada una de las fotos hay un elemento extraño, un elemento que no pertenece a ese mundo, aunque sí al ámbito de la vida doméstica. En una de las fotos, una mujer sostiene una aspiradora: en otra, está sentada junto a una radio portátil; en otra, sostiene una chamarra estampada con la bandera norteamericana…
Sandra Boulanger sintetiza esa intención cuando dice: “Sus fotografías hablan de la mujer iraní contemporánea atrapada entre la tradición y la modernidad, entre el pasado y el presente, lo autorizado y lo prohibido, el Occidente y el Oriente, lo público y lo privado...”.
La segunda serie está integrada también por nueve fotografías organizadas como un mosaico. Son retratos femeninos, pero de mujeres invisibles. Lo que el espectador tiene ante sí es un amplio pañuelo o manto que suplanta al cuerpo, y en el lugar de la cara aparece un objeto, que remite insistentemente a la vida doméstica: una tetera, una escoba, una olla, unos guantes de goma para lavado...
Otra vez la oposición entre lo tradicional (el manto) y lo moderno (los utensilios); otra vez la insistencia en el cuerpo negado; otra vez, la ironía pero también la sutileza y la poesía con las que Ghadirian logra cada fotografía.
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