domingo, 6 de noviembre de 2011

Bordar, coser, moldear... lo lúdico es ley

8 .567 piezas forman parte de la colección miscelánea de bienes culturales, que está a cargo de la Curadora Varinia Oros Rodríguez. Trajes folklóricos, muñequería tradicional y en yeso, representaciones de bailes e imaginería se acomodan en las estanterías y asoman seductores, cuando no lúdicos, ante la mirada del visitante privilegiado, pues en las bodegas no entra sino personal autorizado.

Los trajes del folklore boliviano se remontan a los años 30 del siglo XX y llegan a los días actuales, de manera que dan pauta de los cambios que han experimentado en las manos de los bordadores: los más antiguos son de una exquisitez, tanto por el detalle como por los materiales empleados, que despiertan cierta añoranza comparados con los que se confeccionan ahora, con pedrería importada de China o Brasil.

Los cambios también se hacen evidentes en las máscaras que datan, las más antiguas, de los años 40, con su estructura de yeso que con el tiempo ha ido dando paso a la hojalata y a la fibra de vidrio; en cualquier caso, una prueba de la imaginación y del meticuloso detalle de que son capaces las manos artesanas.

DIABLOS Y OTRAS MARAVILLAS
Es aquí, en el Musef, donde se halla la prueba —los investigadores podrán afirmarlo más propiamente— de que la danza de la diablada, por ejemplo, es una creación boliviana que, por los procesos naturales de extensión cultural, hoy seduce a chilenos y peruanos. Pero, ¿tendrán esos países, acaso, una colección como la que hay en las bodegas del museo boliviano? ¿Podrán exhibir quizá un Arcángel en miniatura, como aquel de los años 40 que recuerda a las pinturas coloniales de Carabuco? ¿Y el Condenado que era parte de diablada y morenada y que hoy ha sido olvidado? La muñequería permite éstos y otros datos reveladores a la espera de ser mejor conocidos y difundidos.

Y qué decir de la Alasita, la feria de la miniatura que de La Paz se irradia al resto del país y a otros del mundo. Su antigüedad, y “propiedad intelectual” está documentada en piezas como el Ekeko más pequeñito —con la apariencia con que se le conoce hoy—, de fines de la Colonia y principios de la República, que ocupa una caja algo mayor que una de fósforos.

Que la feria mencionada está viva y que respira los tiempos que le toca vivir —antes, ahora— lo muestran muchos de los objetos que guarda el Musef. Por ejemplo, ahí están los Quevedos (personajes conocidos en actitud de defecar), herencia española popularizada en la Alasita hoy casi desaparecidos, que hallan su correlato en una obra del 2008 bautizada como el “Cholito malcriado”: una representación de un indígena que, por un ingenioso sistema de poleas, se convierte en un muñeco fálico.

Oros, como hacen los curadores de las otras colecciones en bodegas, se encarga de recomendar lo que el Musef debe adquirir no sólo para recuperar reliquias antiguas, sino para reunir testimonios de cómo se mantienen y transforman las costumbres, la artesanía, la vida misma de los bolivianos. En tal sentido, junto a las alcancías de yeso con forma de “negritas” se observan representaciones de Bob Esponja, la Chilindrina y otros personajes que la televisión ha instalado en el imaginario de las personas.

La muñequería es otro universo que habla del talento de tejedores, costureros, sombrereros… El vestuario de distintos pueblos, de su cotidianidad, de sus fiestas, se hace evidente en las piezas que conserva el Musef. No falta, por ejemplo, la propuesta del colectivo Mujeres Creando que, en su batalla contra la sociedad patriarcal, ha concebido una Antibarbie, muñeca morena, rolliza, que se vendió en la fiesta de la Alasita, donde, por otra parte, se puede vestir a la famosa Barbie esbelta y rubia.

En la sección de imaginería se acerca uno al ámbito de la religiosidad. Representaciones de la Virgen María —algunas datadas a principios de la República—, santos como el omnipresente Santiago —en cuyo cuerpo asoma el dios andino Illapa—, el arcángel Miguel, pequeños retablos trabajados rústicamente en el área rural, etc., dan materia, sobre todo en medio de todo cuanto guarda esta bodega, a eso que se llama sincretismo.

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