Un museo en el palacio de un príncipe. Desde hace siete años, el Musef dio un paso clave para sentar presencia nacional, con el nacimiento de su subsede en Sucre. El centro se instaló en el edificio que albergó de 1891 a 1912 al banco de Francisco Argandoña, el magnate minero que recibió del papa León XIII el título de Príncipe de la Glorieta, y que erigió su castillo en afueras de la capital.
La arquitectura que sigue el estilo neoclásico, no fue alterada. Eso sí, la fachada fue la que resultó transformada con el tiempo. La propiedad fue entregada al Musef por el Banco Central de Bolivia, en el 2004. Actualmente, contiene dos salas permanentes de exposición: la de máscaras (gemela de la que se halla en la sede de la ciudad de La Paz) y la dedicada a la cultura prehispánica de los uru chipaya.
EL HERMANO QUE CRECE
El Musef Sucre goza autonomía de gestión y desde el 2009 organiza su propia Reunión Anual de Etnología. Su directora es Ana María Lema. Junto a ella hay cuatro funcionarios —el guía, el pedagogo, el coordinador y el portero— que empujan este emprendimiento que recibe un promedio de entre 30 mil y 40 mil visitas al año, y que sobresale también por sus talleres destinados a niños y profesores sucrenses.
El palacio Argandoña guarda en su interior una diferencia clave con otras construcciones de su época: el eclectisismo. Tras pasar por una puerta y una reja custodiadas por los monogramas del banco del millonario potosino que nació en 1850, se llega a un patio de piedra. Otro patio pequeño emerge a su lado, donde resalta un jardín con un par de árboles de guayaba.
Así, este inmueble centenario de colores blanco y crema, que lleva tejas como sombrero, con una preciosa fuente de agua y coquetos pilares y balcones, se ha convertido en un referente cultural de los sucrenses, atraídos también por las recurrentes proyecciones de audiovisuales en la cómoda videoteca. Un legado digno del Príncipe de la Glorieta que falleció en 1910.
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