"Para mí la estancia en Sucre con el grupo Anteo, fue un periodo muy decisivo del concepto que me he formado del compromiso y la disposición que un artista necesita para con su pueblo y su sociedad”, explicó Lorgio Vaca, a su paso por la ciudad, precisamente cuando varias de sus obras murales son reconocidas en todo el país como patrimonio cultural boliviano. Con 85 años el artista volvió a Sucre, donde en 1957 dejó plasmada su obra ”Juana Azurduy y las guerrillas” en el colegio Junín. El maestro comparte con CORREO DEL SUR, su visión del arte.
Vaca, Walter Solón Romero, Jorge Imaná y Gil Imaná fueron los artistas plásticos que conformaron el grupo Anteo, un colectivo central en la historia del arte de las letras de la llamada generación del 52. Una de las principales propuestas del grupo fue impulsar una estética que dominara las representaciones artísticas bolivianas durante décadas. Como escribió Jorge Siles Salinas, este movimiento rompió con el individualismo encumbrado por artistas como Avelino Nogales o Cecilio Guzmán de Rojas.
A pesar del tiempo que separa el presente del movimiento cultural que acompañó la Revolución Nacional del 1952, Vaca continúa fiel a los preceptos desarrollados en ese momento histórico que versan en un alto compromiso político y social del artista. Desde esta óptica analiza el arte del presente:
“El grupo Anteo, para mí y para los que hemos actuado en el grupo Anteo, nos ha dado una visión de la realidad, nos ha dado una experiencia, esa experiencia nos sirve para confrontarla con las experiencias que vivimos ahora”, y acota: “lo que nos enseña nuestro pueblo es que más que definirla, la realidad lo que necesita es vivirse, la realidad es un reto para que nosotros vivamos, la reflexión es una necesidad posterior”, al destacar que el compromiso social no puede desaparecer en el arte, ya que se trata de un compromiso con la realidad.
Para Vaca, la expresión artística no es otra cosa que una trasformación de la realidad, por ello el arte no puede estar desligado de la realidad y todo creador debe tenerlo presente para lograr una obra auténtica.
“Todo lenguaje es una convención, es una cosa que haces de a poco, cada artista va creando su lenguaje en diálogo con la sociedad”, comentó, al añadir: “la acción es la expresión, expresión en su verdadero sentido que es dejar una fuerza que deja algo, que es una trasformación, no es simplemente una narración, no son palabras, son hechos, tanto en el sentido intelectual y espiritual como material que no se deben dividir nunca”.
Por ello Vaca expresó que su método de trabaja es ir “de frente al trabajo, a las acciones, desafiarse a hacerlo”; para él, este es el norte del artista.
De acuerdo con los datos que aportó el Ministerio de Culturas a través del encargado del programa de catalogación del muralismo boliviano del siglo XX, Carlos Rúa, 90 obras de estas características fueron identificadas en Chuquisaca, Oruro, Potosí, Tarija, Cochabamba, Santa Cruz y La Paz. Y el mayor número de éstas corresponden a Vaca, demostrando que en su larga trayectoria hizo honor a sus principios filosóficos.
“Todo camino que se emprende es un camino plural, no hay una sola meta, donde tú mires hay una meta y además es una meta inalcanzable, todas las direcciones son caminos, todos los caminos son lícitos y son desafíos para el ser humano y el ser humano no tiene límites, la historia nos lo muestra”, señaló al concluir la entrevista.
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