EL TRABAJO DE EDUARDO CALLA HA CRUZADO LAS FRONTERAS BOLIVIANAS Y SIGUE SORPRENDIENDO POR SU FUERZA Y CALIDAD | DURANTE ESTE AÑO PRESENTARÁ VARIAS DE SUS OBRAS EN LA SALA ”EL DESNIVEL.”
Se declara como un eterno teatrero y cinéfilo. Actualmente es director de la compañía “Escena 163” y gerente de programación del Multicine en La Paz.
Eduardo Calla comenzó desde muy niño a cultivar sus dotes artísticas, con funciones privadas en su cuarto, usando su cama como escenario, con su familia de público, e incluso con su propia selección de “cuentos escogidos”. La escritura, la dirección y el cine siempre han sido los caminos por los que ha paseado y actualmente, lo hace con mucho éxito. Es uno de los directores de teatro boliviano más provocadores e interesantes. Su trabajo ha representado al país en festivales importantes como “Teatro Santiago a mil”, en Chile.
Su más reciente obra, “Mátame por favor”, estrenada en el Festival Internacional de La Paz y que se encuentra hasta hoy en temporada en la sala Desnivel, da cuenta de un notable crecimiento artístico y el riesgo que sólo un vanguardista se anima a correr.
OH!¿Comenzó en cine o en teatro?
Intenté actuar para cine y video, pero no me gustó y lo dejé, tampoco había mucho cine dónde pudiera actuar. Al mismo tiempo hice video, me gustaba pero lo dejé. Y decanté en algunos talleres de actuación para teatro, especialmente el dirigido por Marta Monzón (1997). Y fue ahí que algo de “eso” comenzó a gustarme. Ese “no sé qué” del teatro comenzó a gustarme demasiado.
Recuerdo que decidí definitivamente dedicarme al teatro cuando algo me pasó en todo el cuerpo viendo una obra. Mi mirada había cambiado en la hora que duraba el espectáculo. Era “Graffiti” del Teatro de los Andes. Ese día, en el Teatro Municipal (en La Paz), decidí que quería dedicarme a “eso”. Pertenecí al Zigzag Teatro, dirigido por Marta, durante mis primeros años de trabajo en teatro.
OH!¿Cuándo decidió que quería escribir y dirigir?
Primero me acerqué a la escritura, y todo gracias a un proyecto muy grande de teatro, que Francia tenía para Latinoamérica, “Tintas Frescas” (2001), una incitativa que tenía la finalidad de difusión del teatro francés en los países de la región.
En Bolivia el proyecto se centró en formación en dramaturgia. Fue así que, gracias a la gestión de Utopos y de la Alianza Francesa, tuve la suerte de aproximarme a la escritura teatral. El director y dramaturgo Hubert Colas fue invitado a dictar dos talleres en La Paz, de esos espacios fui seleccionado como becario para realizar una residencia en el Espacio Montèvideo, dirigido por Colas, en Marsella, Francia.
Mi primera obra, resultado de esa residencia, fue Extaciones (2002), dirigida por Colas y estrenada en Cochabamba ese mismo año, la misma que considero actualmente una especie de “salto al vacío”, arriesgada pero poco procesada.
Posterior al estreno de esta obra, decidí tomar mi propio camino, fundando en el año 2004 mi propia compañía, denominada Escena 163, junto a Mariana Vargas y Claudia Zegarra. Si yo no dirigía mis propias obras, hubiera tenido que dejar de escribir para teatro, o guardar mis textos, y no era mi intención.
OH! Su propuesta se considera muy “contemporánea”, ¿qué piensa AL RESPECTO?
A mí me gusta explorar el lenguaje teatral en todas sus dimensiones. Eso es parte del trabajo, y del discurso de mi trabajo. Creo que eso hace que exista un proceso de investigación para la escena, y que desde ella se proponga un camino de búsqueda en el propio lenguaje. Si eso hace que mi propuesta sea “contemporánea”, puede ser.
Ahora bien, sí creo que el trabajo que hacemos en Escena 163 dialoga con el entorno, lo interpela, y en sí mismo tiene un carácter muy urbano. Creo que hay un diálogo con los pequeños rincones de nuestra contemporaneidad, no sólo a nivel temático, sino a nivel conceptual y formal. Es quizás, desde ese sentido, que se puede considerar una propuesta efectivamente “contemporánea”.
OH!¿Cómo considera que es SU trabajo?
Considero que mi trabajo es arriesgado. Creo que tengo la suerte de no depender de nadie para crear, de nadie más que de los artistas con los que trabajo. Y creo que tengo la suerte de trabajar con un equipo de gente que es absolutamente talentosa, considero que es una selección de algunos de los mejores profesionales del país, y que por lo mismo – y a la par – no tienen miedo de volar. Creo que sigo dando saltos al vacío, la diferencia es que el tiempo no pasa en vano, y ahora tengo mecanismos para “volar”, y para buscar nuevas formas de volar y “aterrizar”. En mi trabajo no busco seguridades, busco que la escena sea riesgosa, que esté viva y que vuelva a vivir cada función con el público.
No podría rotular mi trabajo con precisión; de hecho, nunca pusimos la palabra “teatro” en el colectivo, para que no nos digan que lo que hacemos “no es teatro”.
OH!¿Cree que hay cierto cinismo en sus obras?
Sí. Hay sarcasmo, hay ironía, hay burla. Porque algo aprendí de alguien, que no me acuerdo bien quién era, pero que decía que (en la escena) para poder decir la verdad hay que mentir muy bien, y que para que te escuchen la verdad, es mejor engañar con la risa.
Y, la verdad, soy un poco cínico. Las actrices y los actores con los que trabajo, también son un poco cínicos. Y la gente de producción, de arte, y de otras áreas también. Se asocia esta posibilidad de reírse de uno mismo, y del otro, con libertad, sabiendo que es un camino para hablar con sinceridad. Para mí, el proceso de creación es esa constante lucha entre la mentira y la profunda verdad, pero aquella que duele, entonces para que no duela tanto, lo mejor será burlarse no más de ella, a ver si así la escuchamos mejor.
OH!¿Cuáles son sus influencias más marcadas?
Mis principales influencias, actualmente, están en el cine. He hecho del cine un camino para llegar al teatro. Es ese el lugar en el que se encuentra esta dualidad en mi vida diaria. En cine trabajo como programador, eso me permite estar en contacto con la industria, con los contenidos, con la tensión entre lo comercial y lo independiente, etc. En teatro, soy creador, eso me permite ver la cosa desde adentro. Entonces, yo no voy del teatro para hacer teatro, yo vengo del cine, voy al teatro, y vuelvo al cine, y así veo de todo: Desde grandes musicales, hasta películas pequeñas sostenidas en las relaciones. En teatro, mis influencias son como mis secretos, no suelo contarlas, aunque a veces sean evidentes.
OH! ¿La calidad del teatro está re lacionada directamente con recursos?
A los recursos económicos no. A los recursos que se producen con el rigor en el trabajo, sí.
La calidad está asociada al trabajo, y al rigor en el trabajo.
Para hacer teatro hay que trabajar mucho, demasiado, más que mucha otra gente. El día no termina cuando dan las 6 o las 7, continúa, y muchas veces hasta muy tarde.
La calidad del trabajo está en dejar la piel en la escena, en el minuto a minuto de cada ensayo. En abrir la mente, el corazón y el cuerpo para entender al equipo y canalizar toda su fuerza creativa.
OH! ¿Qué implica hacer arte en Bolivia?
Quizás, los recursos económicos o las infraestructuras no sean tan adecuadas como en otros países, pero no es diferente.
Y, quizás, los tiempos son diferentes, socialmente en Bolivia estamos desde hace muchos años en ese punto, al punto de “ebullición”. Delicioso punto para la creación, ese lugar en el que estamos al borde de estallar.
Fuera de esta particularidad, creo que implica lo mismo que hacer arte en otro país, reivindicar la calidad de ser humano, resituar el lugar de la memoria desde la expresión, implica hacer discurso y abrir preguntas incómodas. Claro, cuando el arte no se reduce al objeto.
OH! ¿Por qué escoge elencos con artistas que al parecer son tan distintos?
Justamente por el riesgo. Porque creo que para eso tengo buena intuición para escoger mi equipo de trabajo, porque creo que la creación en teatro no sólo depende del texto o de mi trabajo como director, sino fundamentalmente de las “humanidades” que construirán para la escena. Es por eso que corro riesgos, hay veces que puede ir mal; hay actores que han dejado los trabajo en pleno proceso creativo, o al terminar la segunda función, pero la mayoría de las veces son laboratorios impresionantes. Las obras son resultados de esos encuentros, por eso los elencos son tan importantes.
Me encanta trabajar con actores con mucha experiencia, y contraponerlos a actores nóveles, o bien invitar a artistas que no son precisamente actores para que jueguen por un tiempo a serlo.
OH!¿Hay riesgo en el arte boliviano?
En este punto prefiero limitarme al teatro. Prefiero no hablar de las artes en general porque no podría decir nada claro al respecto. Puedo hablar de cine y de teatro. De cine boliviano de los dos últimos años, no quiero hablar.
Ahora, de teatro, sí. Hay de todo. Hay muy buenos productos y eso es bueno.
Hay los arriesgados, hay los que trabajan desde un lugar más seguro y hay quienes no saben bien desde qué lugar trabajan, pero trabajan, y con mucho rigor.
Lo importante, creo, en los tiempos que vivimos, es que hay, y hay mucho, y de cada vez de mayor calidad. Creo que atravesamos tiempos muy provechosos para la creación teatral en Bolivia, y que son producto de la inversión de quienes no dejamos de trabajar desde mediados de los 90.
Perfil
Eduardo Calla
Eduardo Calla, nació en La Paz en 1980. Es Dramaturgo, Director y Comunicador. Realizó residencias en Francia y Alemania, estudios en Bolivia y España. Como autor tiene cinco obras de teatro estrenadas a nivel nacional y publicadas a nivel nacional e internacional (“Extaciones” (2002), “Buenas Influencias, Bonitos Cadáveres” (2004), “Di Cosas Cosas Bien - Oh My Country is très jolie!” (2006), “Smell! - Yo no soy ese tipo de gente…” (2008), y la reciente “Mátame, Por favor” (2012), además de artículos (de teatro y estudios culturales) que han sido publicados en revistas especializadas y memorias.
Su trabajo fue ganador en dos ocasiones del Festival Nacional de Teatro Bertolt Brecht, y se presentó en Festivales Internacionales de la talla de Teatro Santiago a Mil en Chile, Santa Cruz de la Sierra y de La Habana en Cuba.
Como director, además, estrenó las obras “La Escala Humana” (de Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian / Argentina), y “Las Relaciones de Clara” (de Dea Loher / Alemania).