La fusión. La unión de varias orquestas para la interpretación evidenció la importancia de este festival para la formación musical en el país (en especial en las misiones chiquitanas). La Orquesta sinfónica Hombres Nuevos, el ensemble barroco chiquitano, la orquesta de Santa Ana de Velasco, la Orquesta de Paz y Bien de la Capilla de San Francisco y 5 solistas interpretaron de manera magistral la obra rescatada por el padre Piotr Nawrot que se encuentra en el Archivo Musical de Chiquitos.
Lo que se vio. La Ópera San Ignacio narra una lucha entre el bien y el mal, donde existen diálogos entre san Ignacio y el demonio. Se abrió dentro del templo de San Ignacio de Loyola debido al mal tiempo. La obra estaba pensada para hacerse afuera del templo, en la plaza principal, debido a la masiva concurrencia que se esperaba. Finalmente unas 1.500 personas se acomodaron dentro del templo y todavía quedaron muchos parados en los alrededores.
Una gran puesta en escena. Rubén Darío Suárez Arana fue el productor y el encargado de unir a estas orquestas bajo la dirección de Duhamel, tuvieron un trabajo arduo los últimos meses pero lo destacable es que en 4 días las orquestas lograron hacer el ensemble a través de trabajo duro, responsabilidad y compromiso. El nivel de los músicos bolivianos denota un gran futuro dentro de la música clásica y respectivamente la barroca. Fueron 177 músicos que tocaron juntos, la orquesta de Santa Ana fue una de las más numerosas, con 90 participantes.
La sorpresa. La pequeña Liliana Parada fue la solista principal, con tan solo 12 años logró enmudecer a la audiencia desde el comienzo de la ópera, el demonio que fue interpretado por Rubén Alviri graduado de la Escuela Nacional de Teatro, todos ellos bajo la coordinación en el montaje de Ariel Muñoz. Liliana tiene mucha fuerza, manifestó el maestro Duhamel.
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